La Argentina es uno de los países con mayores índices de consumo de sal en América, según una encuesta de factores de riesgo cardiovascular difundida por la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial (Saha).
Según el estudio, el consumo de este aditivo –en promedio en los argentinos– ronda entre 9,8 y 12,7 gramos por día. En cambio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere que esta ingesta no supere los 5,5 gramos.
El informe fue difundido después de que se celebrara, entre el 12 y el 18 de marzo, la “Semana Mundial de Sensibilización sobre el consumo de Sal”.
El exceso de sodio no sólo se debe a la sal agregada a los alimentos. La Saha alertó sobre determinados productos, como embutidos y snacks. Existen otros potencialmente peligrosos, como los panificados (pan, galletitas dulces y saladas, medialunas, facturas, tortas, budines y pizzas) y los quesos. “En conjunto, son los responsables de la mayor parte del sodio que consumimos en el día”, señaló Jessica Barochiner, integrante de la sociedad.Entre las medidas de prevención, la entidad recomienda evitar el agregado de sal en la preparación de las comidas, no poner saleros en la mesa, limitar el consumo de snacks o alimentos elaborados y consumir productos de bajo contenido de sodio.
“Por suerte, cada vez más jóvenes se preocupan por su salud –indicó Marcos Marín, secretario de Saha–. Estimamos que más de la mitad evita la comida rápida cuando lleva un ritmo dinámico de vida y prefiere alimentos más saludables”.
En la Argentina rige la ley nacional 26.905, sancionada en 2013, que establece metas de reducción del consumo de cloruro de sodio con valores máximos permitidos para los productos cárnicos y sus derivados, panificaciones y sopas.
En abril de ese mismo año, una ordenanza de la ciudad de Córdoba prohibió la colocación de saleros y sobres de sal en los bares, restaurantes y locales de comida de la Capital provincial.
“El Estado tiene una serie de asignaturas pendientes –destacó el médico Carlos Castellaro–. Necesitamos un seguimiento adecuado del convenio de reducción de sodio en los alimentos procesados”.
El especialista también sostuvo que es preciso fijar nuevos valores máximos de sodio por producto y acompañar a las pequeñas y medianas empresas en los procesos tecnológicos para que puedan reducir este aditivo.