Phil Collins llega en el marco de una gira que lo reposiciona como artista legendario. Pero tuvo que pelear fuerte para redimirse en esos términos. La cita es este lunes, en la cancha de Instituto.
Mirá imágenes y un video del arribo del cantante a Córdoba.
No estaba muerto pero tampoco de parranda. Phil Collins, el legendario Phil Collins que este lunes actúa en Córdoba, volvió a los escenarios hace pocos años, luego de atravesar una serie de calamidades que sepultarían la vanidad y el espíritu de cualquier artista.
Decir “calamidades” no tiene nada de exagerado: además de serios problemas de salud como la pérdida de parte de la audición y la dislocación de una vértebra que dañó los nervios de las manos, el británico exlíder de Genesis se sumergió en una profunda depresión, recayó en sus problemas con el alcoholismo y se divorció de Orianne, su tercera esposa.
Esta no es una observación sólo objetivada por la prensa, ya que el mismo Collins da a entender en sus memorias que le besó el traste al diablo.
Aún no estoy muerto es el título de una autobiografía exhaustiva, que va de la recreación de su infancia en el seno de una familia humilde del sudeste de Londres al infierno antes señalado, previo paso, claro, por su conversión en baterista y en miembro clave de una banda suntuosa, en la que logró imponerse por más que ésta estuviera poblada de personalidades avasallantes.
Porque nunca hay que perder de vista lo más elemental de esta parábola de vida: Collins apuntaló desde la batería los movimientos de la etapa más elaborada de Genesis para luego convertirse en su cantante y parte fundamental del núcleo compositivo, tras la salida de Peter Gabriel en 1975.
Es oportuno poner esto en perspectiva, ya que se trata del caso más resonante de “baterista devenido en cantante y líder”, con el plus de airear tanto sus influencias y enfoques que llegó a transformar todo el proyecto, a convertirlo en otra cosa y más exitosa.
¿Dave Grohl? También lo hizo, aunque con el atenuante de que su tránsito destaca dos bandas distintas. Efectivamente, el músico norteamericano fue batero en Nirvana y líder supremo en Foo Fighters. Tampoco hubo en ese caso una subversión estética tan extrema como la que Collins motorizó en Genesis en el pasaje de los ’70 a los ’80.
“El resto de mi vida comienza en septiembre de 1970”, escribió Collins en Aún no estoy muerto en clara alusión a su ingreso a Genesis. “Veía el modo en que podían tocarse las canciones de los otros; ese era mi papel en el grupo. Peter Gabriel, Mike Rutheford Tony Phillips y, en menor medida, Steve Hackett, componían. Yo no”, observó el músico que pasó de testigo perfecto a protagonista de un shock del que luego buscó escapar en su conversión como solista.
En rigor, fue Ahmet Ertegun, fundador de Atlantic, quien alentó a Collins a que cristalizara sus propósitos por afuera de su banda madre, que tenían que ver con un enfoque productivo de pop más experimental, no tan expansivo y con privilegios de la voz en la mezcla general.
Tal cosa se cristalizó en Face Value (1981), donde Phil exorcizó el dolor por el divorcio de Andrea Bertorelli, su primera esposa. Convirtió un gol de media cancha con la movida, ya que vendió 14 millones de discos antes de que pudiera hacer el balance artístico más elemental.
Es el disco que abre con In the Air Tonight, ese himno de confesión claustrofóbica que se libera con un majestuoso pase de batería. El mismo que, en los ‘80, servía tanto para testear la fidelidad de los equipos de audio como para llevar al punto culminante a la sección de “lentos bolicheros”.
“Sigue sonando moderna. Es una de esas piezas musicales sin fecha, nacida de los juguetes del momento. Fue como todo lo demás, un golpe de suerte. Estaba jugando con una caja de ritmos y di con un patrón interesante. Luego, tonteando con el sintetizador que tenía en casa, surgió la melodía. Y, al ponerme a cantar, apareció la letra espontáneamente”, explicó Collins en una entrevista promocional concedida a El País de Madrid, sobre una canción que fue muy sampleada por la cultura hip hop y muy reivindicada en el último tiempo.
Sin ir más lejos, la neozelandesa Lorde hizo una versión muy apegada al original que dialoga muy bien con su pop refinado y melodramático, plagado de tics revanchistas. Hay que oír a la joven diva enunciar el verso “It’s all been a pack of lies” (“Todo ha sido un paquete de mentiras”).
Por supuesto, en el actual show de Collins esta canción tiene un tratamiento central, y sólo queda esperar que el solista desafíe el dolor que lo obliga a cantar sentado para trasladarse hasta la batería (que ejecuta su hijo Nick) y recree el monumental fill percusivo de la composición.
Las exaltaciones de In the Air Tonight fueron en contra de lo que por décadas recientes, luego de vaivenes culturales y revoluciones musicales de todo tipo, fue considerado como “placer culposo”. “Exactamente, ahora sienten que me quieren. Al reeditar mis discos, la gente recordaba mucho Face Value pero no tanto Both Sides. Y cuando lo vuelven a escuchar al último me dicen ‘Es muy bueno’. Sólo me queda esperar que los jóvenes me descubran y los adultos me redescubran”, se esperanzó.
Las reediciones a las que se refiere Phil son las de mediados de 2016, y afectaron a Face Value (1981), Hello, I Must Be Going (1982), No Jacket Required (1985), But Seriously (1989), Both Sides (1993), Dance Into the Light (1996), Testify (2002) y Going Back (2010).
En realidad, se trató de una colección titulada Take a Look at Me Now, que fue más allá de compilar sus álbumes solistas: también rehizo sus tapas emblemáticas al reemplazar las fotos del joven – viejo Phil por las del viejo – nuevo. “No soy vanidoso. No me importa envejecer”, confesó sobre esa genial estrategia.
“En muchos aspectos he tenido una vida de ensueño. He sido increíblemente afortunado, pero también he trabajado muy duro. He colaborado con algunos de mis héroes, he escrito canciones que le han gustado a la gente, y he sobrepasado ampliamente mi inicial esperanza de ganarme la vida como baterista”, es lo que expuso Phil Collins en el texto promocional de Aún no estoy muerto, pero que funciona como síntesis perfecta de una vida extraordinaria.
Vida extraordinaria que hoy intenta encausarse como “normal”. O al menos en el marco de una cotidianidad en la que comulguen la plusmarca de los 100 millones de discos vendidos (y una gira maratónica para respaldarla) con una vida familiar apacible en Miami, con el vínculo con Orianne recuperado y todos los astros alineados.