Se debe a múltiples causas, entre ellas el avance de la educación sexual integral (ESI) en las escuelas y la interrupción legal de embarazos por abuso.
La sexualidad es, como la salud en general, una construcción cultural, afirmó el titular de Salud de Niñez y Adolescencia y Salud Sexual y Reproductiva, Alberto Simioni, en el marco de una puesta a punto de los avances que se vienen dando en las políticas públicas sobre la materia. Aunque ayer el eje del encuentro fue el trabajo sostenido que se desarrolla en las escuelas en materia de educación sexual integral (ESI), hubo un dato que robó protagonismo: mientras en el resto del país la maternidad entre menores de 15 años “está totalmente amesetada”, en Santa Fe cayó a la mitad. “Tomamos un indicador muy fuerte, el porcentaje de nacidos vivos de madres menores de 15: en los últimos cuatro años hemos logrado reducirlo al 50 por ciento”, afirmó el funcionario. El fenómeno es “multicausal”, pero la incidencia de la ESI, el acceso a anticonceptivos (sobre todo subcutáneos) y la interrupción legal de embarazos producto del abuso sexual, aparecen como determinantes.
El trabajo que lleva adelante la ESI, un programa que se desprende de la ley de educación sexual integral aprobada a nivel nacional en el 2006 e implementada por la provincia desde el 2008, atraviesa todos los niveles educativos, tanto de gestión pública como privada: arranca en el jardín de infantes y termina —o más bien no, porque la formación es continúa— en los profesorados docentes.
El trabajo, de largo aliento porque supone profundas transformaciones culturales, pivotea sobre “una perspectiva de derechos, diversidad y género”, recordó ayer la coordinadora del programa a nivel provincial, Gloria Schuster.
Se trata de dimensiones que atraviesan la vida entera. Para eso hay que desafiar mandatos y poderes (como el patriarcal), deconstruir mitos, desmontar estereotipos y desnaturalizar roles.
A los más chiquitos, por ejemplo, ayudarlos a no quedar presos de estereotipos de juegos y colores. Por poner sólo un ejemplo, hasta no hace mucho los varoncitos jugaban en el “rincón de la construcción”, mientras las nenas lo hacían en el “de las mamás”. U otro: los nenes rechazaban las galletitas cubiertas con azúcar rosa: querían las celestes.
Abordar prejuicios
La ESI no identifica sexualidad y genitalidad, ni queda circunscripta a una dimensión biológica, sino que aborda prejuicios instalados como verdades, busca poner palabras donde faltan e intenta desnudar la violencia disfrazada de amor. Es transversal por definición.
Para eso la formación de los docentes, virtual y presencial, es clave. Según contó Schuster, cada año se suman más escuelas (incluidas las privadas) para trabajar con los maestros y profesores a través de distintos dispositivos y se comprometen más equipos directivos para garantizar su continuidad en el tiempo.
El cuidado del cuerpo, la prevención del abuso y del noviazgo violento, la diversidad sexual y de familias, el derecho a asumir una identidad de género que permita elegir más allá de lo biológico, son algunas de las problemáticas que se abordan en la escuela, cada vez más atravesada por lo que circula socialmente. En estos días, por ejemplo, por el debate sobre la legalización del aborto que los propios alumnos llevan. O el feminismo y empoderamiento de las mujeres.
La directora de la escuela 432, Sandra Bembo, recordó que “los chicos llegan con las pautas culturales de su hogar”, que muchas veces son “puestas en discusión en el aula”.
Pero ese no es sólo un derecho del Estado: es su deber, así lo marca la ley. “Las familias tienen que estar informadas porque la ESI forma parte de lo que comunicamos, pero de ninguna manera se trata de algo «autorizable o no autorizable», porque los chicos y adolescentes tienen derecho a recibir información veraz y respaldada. Así lo marca la ley”, recordó Schuster.
En esa línea la ESI juega un papel supraescolar: incide sobre la vida misma de los chicos. Bajar el porcentaje de nacidos vivos de mujeres menores de 15 años a la mitad se debe también a ella.