Para muchos adolescentes la vida sin el teléfono es impensable. Pero en muchas familias conocen la contracara de ese contacto permanente: la adicción a la pantalla.
¿Qué podemos hacer como padres? Por supuesto que no hay ninguna receta mágica. Podemos tener una conversación sincera e intentar pensar, entre todos, cómo manejar el móvil en la familia. Existe una organización alemana llamada Klicksafe que tiene las siguientes propuestas:
– No prohíbas el uso del móvil: aunque sea lo primero que quieras hacer, prohibir el móvil no lleva a ningún lado, porque le quitas a tu hijo la comunicación con otros. Es mucho mejor pensar con él “¿En qué momentos fijos del día podríamos dejar el móvil en otro lado?”. Una posibilidad sería elegir el sábado como “día libre de pantallita”. Otra, todos los días después de las 20. Al hablar del tema, es bueno que los padres admitan que a ellos también les cuesta. Y que todos acaten la regla.
– Desactivar alertas: podemos pensar con nuestros hijos qué alertas se pueden desactivar, de modo que no esté brillando siempre la pantalla y llamándonos a mirarla. Cada luz o “pling” captan nuestra atención, nos da algo de curiosidad, y eso genera un comportamiento y una expectativa que con el tiempo se vuelven adictivos.
Existen apps que nos enseñan cuánto tiempo hemos pasado con el móvil. Los resultados a veces son muy sorprendentes. Utilizarlas y ver realmente cuánto tiempo es podría ser un buen punto de partida para preguntarse: ¿Esto me está divirtiendo o estresando?
De más está decir que si la adicción toma un grado preocupante, en el que los niños se vuelven más introvertidos, no hablan con los demás o no le dan importancia a la comida, es bueno consultar a un profesional (dpa).