- Uno de cada cuatro pacientes de edad pediátrica sufre el trastorno, asociado a las vías respiratorias.
- Sólo la mitad tiene un diagnóstico.
- Sin adecuado tratamiento, se suman complicaciones.
Las enfermedades alérgicas en general afectan cada vez a más niños. Se estima que, en la actualidad, uno de cuatro pacientes de edad pediátrica sufre de alergia respiratoria, y que sólo la mitad de ellos conoce su diagnóstico, al tiempo que no todos los que lo saben reciben tratamiento apropiado.
El origen de estos síntomas –que se manifiestan en forma preponderante en otoño-invierno debido a las bajas temperaturas– es una respuesta anormal del sistema inmunológico, provocada por una proteína llamada “inmunoglobulina E” ante la exposición a sustancias capaces de provocar reacción, es decir, los alergenos. Estos están en el ambiente, y entre ellos se encuentran los ácaros del polvo ambiental, escamas de piel y orina de perro y gato, hongos o pólenes.
La mayoría de los alergenos se encuentra especialmente dentro de los hogares, por lo que las personas alérgicas tienen más síntomas mientras más tiempo permanecen en sus viviendas, sobre todo en los dormitorios. Esto hace que la vida al aire libre sea más saludable que en el ambiente intradomiciliario y, por lo tanto, que durante el otoño-invierno, especialmente por el encierro, los síntomas se acentúen.
Los niños alérgicos tienen recurrentemente, y de manera crónica, moco cristalino y nariz parcial o totalmente tapada, estornudos y picor nasal, eventual o permanente respiración bucal, mal funcionamiento de los senos paranasales y de los oídos, agitación, dificultad para respirar o silbido en el pecho, y especialmente tos. Sus síntomas pueden empezar en etapa preescolar y, contrariamente a lo que en ocasiones se postula, no desaparecen solos con el paso de los años.Los pacientes con alergia suelen tener ante determinados estímulos habituales, como frío, estrés, humo de cigarrillo, ejercicio, polución ambiental (polvo en suspensión como en la sequía reciente) e infecciones bacterianas o virales, una capacidad de respuesta mayor, que se manifiesta con más síntomas y durante más tiempo que en los pacientes no alérgicos. Esa condición es conocida como “hiperreactividad bronquial” (HRB), y en niños de edad preescolar o escolar es principal y especialmente exacerbada por virus, sobre todo, por las numerosas cepas del responsable de la mayoría de los resfríos comunes, rhinovirus humano (HRV). Por lo tanto, en estas enfermedades de fácil contagio y de breve período de incubación, extremadamente simples y banales para muchos, y muy comunes en épocas de frío, los pacientes hiperreactivos pueden sufrir tos y silbido en el pecho por las citadas infecciones, por alergia o por la acción conjunta de ambas situaciones.
Mientras más circunstancias como las descriptas desencadenen molestia en el paciente, se considera que menor es el control que se está logrando sobre la enfermedad, el cual depende de la pericia médica. Todo esto no significa que el paciente alérgico y su familia deban rendirse, sino que, por el contrario, suele ser necesario buscar ayuda especializada con el fin de intentar un diagnóstico certero y un tratamiento apropiado, que incluya la educación del paciente y de su familia para comprender las dificultades que la enfermedad plantea.
Hay que evitar las situaciones de riesgo pero, fundamentalmente, lograr la reducción de los síntomas para mejorar la calidad de vida del niño y su entorno.
Los chicos que repiten congestión nasal de secreción acuosa, nariz tapada, estornudos, prurito nasal, tos, dificultad para respirar y silbido en el pecho precisan ser estudiados tempranamente de manera no invasiva ni dolorosa, para establecer un diagnóstico de la causa de su dolencia e instaurar un tratamiento específico en caso que se justificara. No superarán su enfermedad por sí solos ni con el uso prolongado de medicación, tampoco lograrán evitar del todo el contacto ambiental con ningún alergeno. Más aun, mientras se pasa el tiempo esperando el final de la enfermedad que nunca llegará, se podrán agregar complicaciones secundarias, como mala calidad de sueño, cansancio diurno, mal rendimiento intelectual y físico, respiración bucal, deformación del paladar, incorrecta implantación de los dientes, disminución de la audición, ausentismo escolar y hasta alteraciones en el humor e imposibilidad de practicar deportes con normalidad.
En cualquier edad, particularmente en pediatría, el manejo interdisciplinario resulta trascendental. La complejidad de la evolución de algunos pacientes precisa de un tratamiento integral, en el que diversos especialistas aporten sus conocimientos.
El trabajo en equipo basado en los constantes avances de la ciencia contribuye a mejorar la calidad de vida del alérgico y su entorno familiar con estrategias de tratamiento probadamente eficaces y seguras.
Una tendencia que crece
Mientras aumenta en todo el mundo la cantidad de niños alérgicos sin explicación aparente, también se incrementan los pacientes no estudiados de manera apropiada, no diagnosticados como corresponde y, por lo tanto, no tratados como es debido.