La mente lo domina todo.
Hace bastante que soy un gran interesado en el mundo de las neurociencias y cómo pueden afectar y relacionarse con nuestro rendimiento, incluso más allá del físico. Por eso, estos últimos días me senté a charlar con mi amigo el doctor Sergio Lotauro, autor del libro Todo lo que usted quiere saber sobre el cerebro y nunca se atrevió a preguntar. Me interesó plantearle algunas dudas sobre esta relación mente-cuerpo, y saber cómo uno puede ayudar (o boicotear) al otro.
Entre las consultas planteadas, le pregunté por qué nos es tan difícil apegarnos a una dieta. La respuesta, claro, estaba en el cerebro: “Cuando tomamos la decisión de empezar una dieta, utilizamos la parte racional del cerebro, que nos permite hacer elecciones inteligentes en función de lo que es importante para nosotros. Pero esa decisión tomada en frío tarde o temprano se ve sometida a una prueba de fuego, como juntarnos con amigos en una cafetería y tentarnos con la vitrina llena de medialunas y otras delicias”, describe el doctor.
En ese momento, se activa en el cerebro el circuito de recompensa y otras áreas calientes, que dan forma al centro emocional. Y así, en pocos segundos perdemos de vista el contexto original que nos motivó a querer permanecer delgados. Cedemos ante un poco de placer concreto y tangible en ese momento, antes que la satisfacción difusa pero mayor que aguarda en el futuro. “Es verdad que somos seres racionales, pero fundamentalmente somos seres emocionales”, sostiene Lotauro
Por eso, también solemos comer mal cuando estamos nerviosos. “El estrés nos pone en modo de supervivencia, bloqueando nuestras áreas cognitivas y la capacidad para pensar con claridad”. Según cuenta el autor, esto quedó claro en un experimento reciente. Se le pidió a un grupo de personas que memorizara unos números. La mitad solo debía recordar dos, en tanto el resto, siete. Estos últimos eran los de sobrecarga cognitiva. La recompensa era una mesa llena de comida calórica y chatarra entre la que podían elegir lo que quisieran, aunque también había frutas, avena y cereales. Y se descubrió que aquellos con mayor exigencia eran los que elegían los premios dulces y saturados en grasas. ¿Conclusión? Tener muchas cosas en la cabeza nos deja poco espacio para resistir las tentaciones nocivas. “Cuando el cerebro pensante está muy ocupado, toma el control el cerebro emocional”, sintetiza el especialista.
Este predominio emocional no es gratis. Porque nos hace creer que el futuro es un lugar ideal en el que vamos a tener todo el tiempo del mundo. Donde nos vamos a sentir menos cansados y estresados, mejor predispuestos para hacer todas esas tareas que no queremos encarar ahora (como empezar a entrenar y cuidarnos). Así podemos explicar las miles de personas inscriptas en los gimnasios que jamás los pisan, y también los grandes descuentos que ofrecen sus dueños por pago del año adelantado. Lo dije en otras columnas y lo reitero hoy: no existe un momento más perfecto que ahora para empezar a cuidarte.