La Federación Argentina de Cardiología (FAC) aseguró que el estrés sostenido en los chicos es causa suficiente para provocar enfermedades. En ese sentido, alertó sobre las múltiples formas en que el modo de vida de las personas -incluyendo también la alimentación, el sedentarismo y la adicción a la pantalla- tiende a incrementar estas “nuevas” patologías, y propone algunas estrategias de solución.
“Es habitual, por ejemplo, que cuando se piensa en el cuidado del corazón de los chicos lo primero que venga a la mente sea el médico que atiende graves cardiopatías en el hospital, pero las situaciones cotidianas de estrés sostenido en el tiempo, producto de presiones del medio social, familiar o escolar provocan por sí solas una sintomatología muy variada en los chicos”, sostuvo Sandra Romero, médica cardióloga infantil, especialista en hemodinamia y ex presidenta del Comité de Cardiología Pediátrica de la FAC.
Este impacto del estrés hace que hoy sea necesario hablar de “nuevas enfermedades”, de síntomas conocidos que no necesariamente tienen una causa orgánica estructural.
Un cuadro de arritmia, explica la especialista como ejemplo, no siempre se debe a una cardiopatía de base: “Irritabilidad, terrores nocturnos, falta de aire, palpitaciones, taquicardias, son síntomas que los especialistas estábamos acostumbrados a tratar como manifestaciones secundarias de alguna enfermedad de base. Pero hoy sabemos que muchas veces la solución pasa por disminuir la situación de estrés que el niño está atravesando”, indicó. A esto se suman otros hábitos que pueden bastar para que el chico tenga que aparecer en un consultorio.
“De hecho, existen enfermedades que provienen de pasarse entre seis y ocho horas diarias frente a la ‘play’: constipación, palpitaciones, dolores en las piernas, trastornos del sueño y, muchas veces, una situación de mayor vulnerabilidad emocional en sus relaciones”, apuntó Romero.
La anamnesis (recolección de datos) que debe realizar el médico cuando un niño llega a su consultorio debe ser cuidadosa y detallada.
La otra cara de este fenómeno es que la influencia del estrés en la salud de los chicos es un fenómeno social que, desde luego, trasciende el ámbito particular de cada familia: “Está claro que unas condiciones socioeconómicas deficitarias en edades tempranas predisponen a un mayor riesgo enfermedad cardiovascular en la adultez”, señaló Gustavo Alcalá, médico cardiólogo, actual Secretario de la FAC.
EL especialista dijo que los condicionamientos en el modo de vida potenciarán los demás factores de riesgo: “La interacción entre el entorno vivido en la niñez y la trayectoria de los factores de riesgo con sus consecuencias cardiovasculares influye en la adopción y el mantenimiento de los comportamientos relacionados con la salud”.
“Natural” y “cotidiano” no son lo mismo
El estrés es una reacción natural que predispone al organismo a la acción, y por lo tanto a priori no es malo en sí mismo. Las tensiones emotivas a la hora de rendir un examen, querer ganar en un juego o enfrentarse a una situación novedosa son pasajeras, son parte de la vida misma y es necesario experimentarlas.
Lo patológico se da cuando los niños se ven obligados a sobreadaptarse a situaciones que no pueden resolver, porque le son transmitidas por su propia familia o su ámbito cotidiano.
“Algo que la persona no puede tolerar y que se vuelve persistente en el tiempo, y que enferma tanto a un chico como a un grande”, señaló Romero.
Las situaciones de bullying, las sobreexigencias impuestas por el medio escolar o familiar, a veces presentes también en los ámbitos de juego por la presión hacia la competencia que suele existir en los clubes donde se practican deportes, la discriminación y otros problemas imbricados en la vida cotidiana, a veces invisibilizados por la propia rutina que los hace parecer “naturales”, tienen peso propio en la salud y manifiestan, incluso, su propia sintomatología, explicó la especialista.
Según Alcalá, “además de ser obvio que los chicos en condiciones de pobreza y mala alimentación sufren mayores niveles de estrés crónico, hay estudios, por ejemplo, que relacionan el tipo de ocupación y el nivel educativo de los adultos con el índice de masa corporal, fibrinógeno, tabaquismo, sedentarismo, consumo de alcohol, niveles de presión arterial y colesterol en sangre de sus hijos”.
Pero ese condicionamiento, coinciden los especialistas, no implica que no haya acciones posibles -a nivel de cada familia y a nivel de la sociedad- que permitan revertir esas tendencias.
“Los médicos debemos ser capaces de realizar interrogatorios ampliados para encontrar la base del problema, porque si el niño tiene palpitaciones pero el electrocardiograma da un resultado normal, se vuelve a su casa, pero se vuelve con un problema”, resumió Romero.