Resurgió luego de tocar fondo y a los 30 años le llegó su premio en celeste y blanco: este viernes portará la bandera en la apertura de los Odesur. “Es un orgullo”, dice quien buscará otra medalla. Conocé la historia de superación del santafesino que ahora también se ocupa de la ayuda social.
“Las excusas para abandonar las tenía todas”. Hoy, a días de ser el abanderado argentino en los Juegos Sudamericanos Odesur, Germán Chiaraviglio recuerda su peor momento, aquellos años (2008 a 2014) de trabas mentales, de haberse sentido avasallado por las expectativas, por éxitos tempraneros (fue campeón mundial menor con 17 años) que lo convirtieron en un talento precoz y le pusieron una presión que no pudo manejar. “La pasé mal, no fue fácil, recuerdo que los 5m60 se habían hecho un karma y hasta el retiro dio vueltas en la cabeza, aunque nunca me lo planteé seriamente”, rememora a horas de entrar al estadio de Boliviarepresentando al deporte argentino. “Decidí pelearla y en 2015 hice un click y volví a disfrutar de la garrocha. Me saqué mochilas de expectativas externas que había cargado y dejé de luchar contra mi pasado…”, explica desde Cochabamba, donde ya está alojado con la delegación nacional.