En Japón, donde el respeto por los horarios ferroviarios es un verdadero culto, una discrepancia de 25 segundos hace la diferencia.
El inesperado fenómeno ocurrió en la estación de Notogawa, en la prefectura de Shiga, 400 km al oeste de Tokio, cuando el conductor del tren express que debía dejar la estación a las 7:12 se confundió y activó el cierre de las puertas a las 7:11 y 35 segundos.
Al darse cuenta inmediatamente de que había cometido un error, el trabajador comprobó si había pasajeros a lo largo de las vías esperando para subir al tren.
Como no había nadie, decidió irse casi medio minuto antes en lugar de volver a abrir las puertas, para no correr el riesgo de tener que informar un retraso, aunque sea de unos pocos segundos, en la hoja de ruta.
Pero no contó con que otros pasajeros aún pensaban que tenían unos pocos segundos para abordar el tren y se dirigían al andén para abordar la formación y luego hacer conexiones.
Esta es una metodología que en Japón encaja en un mecanismo casi a prueba de errores, una especie de procedimiento maníaco para los usuarios del servicio ferroviario japonés.
La proverbial puntualidad del transporte ferroviario en Japón, de hecho, está tan probada que una demora improbable se considera una justificación válida para los estudiantes de la escuela y los oficinistas.
Se trata, en realidad, más un evento que sorprende que una costumbre. Los agravios de los incrédulos pasajeros que vieron su tren partir con 25 segundos de anticipación obligaron a los ejecutivos del operador ferroviario, West Japan Railways (Jr West), a lanzar una declaración de disculpa por “el inmenso inconveniente causado a los clientes”.
En su nota de disculpas reafirmaron su compromiso de “examinar la conducta de sus empleados para que no se repitan ciertos errores”.