A Jaco Nel una actividad tan simple como jugar con su mascota casi le cuesta la vida
Un año atrás, Jaco Nel se divertía como todos los días con su perro Harvey.
En medio de este momento relajado, este británico de 50 años descubrió que tenía un pequeño corte en su mano derecha, que no tardó en desinfectar.
Los días posteriores a este incidente menor transcurrieron sin sobresaltos, hasta que dos semanas después este psiquiatra especializado en pacientes con demencia comenzó a sentirse algo enfermo. En un principio pensó que se trataba de un resfrío, pero muy pronto descubrió que lo que estaba viviendo era tan sólo la punta del iceberg de un problema de salud mucho más grave.
Después de descomponerse en su propia casa, su pareja lo encontró tumbado y decidió trasladarlo de urgencia al hospital. Allí mismo Jaco recibió un diagnóstico inesperado: la saliva su coker spanielle había transmitido una bacteria que le invadió todo el cuerpo, convirtiéndose en lo que se conoce como una septicemia.
Este tipo de infección generalizada, que es la principal causa de muerte de este tipo en el mundo y que se cobra 8 millones de vida por año, lo llevó a pasar cinco días en coma y varios meses en el hospital con un pronóstico reservado.
“Cuando me desperté tuve un shock al ver que tenía prácticamente el cuerpo entero negro: la cara, las manos y las piernas, debido a los daños en los tejidos causados por la coagulación anormal de la sangre, que es algo que pasa por el choque séptico”, relató este originario de Manchester en una entrevista televisiva reciente que brindó a la BBC para advertir sobre la importancia de detectar a tiempo casos como el suyo.
Y es que previamente a ser diagnosticado, el hombre padeció algunos síntomas (como desorientación y problemas en su piel), que nadie supo leer a tiempo como un indicador del cuadro que estaba produciéndose en su interior.
Ya internado, Jaco debería atravesar todavía la parte más dura. En primer lugar, perdió todos los dedos de su mano derecha, la punta de su nariz y parte de su boca. Además, y hacia final de su internación, también debieron amputarle las dos piernas.
“Me sentí profundamente deprimido, sentí ira y en algunos momentos pensé que no lo podría soportar”, confesó en el marco de la misma entrevista.
Cuando volvió a su casa, Jaco tomó una decisión drástica: sacrificar a su mascota para que la infección que padeció no atacase a otras personas.
Aunque golpeado como nunca antes en su vida, con ayuda de la gente que lo rodea el protagonista de esta historia sin suerte logró salir adelante. Al cabo de unos meses de rehabilitación, el hombre volvió a caminar, a manejar su vehículo con autonomía y de la mano de una prótesis para la nariz recuperar la confianza necesaria para retomar su rutina.
Al día de hoy, Jaco sólo espera generar conciencia sobre la infección que casi lo mata para que nadie más pase por el calvario que él mismo tuvo que atravesar.