Dos puntos de vista contrarios acerca de la serie de Netflix que aborda la vida del ídolo mejicano.
Un ídolo mantiene la llama viva entre sus contemporáneos a fuerza de sucesivas reinvenciones. Luis Miguel, el cantante que demostró ser un fenómeno de ventas y el destinatario del fervor de miles de seguidores, es el tema de la serie de Netflix, Luis Miguel.
El cantante ha captado a varias generaciones desde que, de muy niño, se expresó con una sensibilidad especial, el motor de una voz de registro, timbre y color inconfundibles.
La serie, que anuncia el tercer capítulo, cuenta la motivación del padre que vio claramente en su voz y encanto de niño, la manera más sencilla de salvar a la familia de la miseria y la marginalidad.
La película reproduce la voluntad del padre maltratador, Luis Rey, enfrentada a los deseos del niño que va entendiendo que jamás será como los demás chicos. En la alternancia de tiempos, de los años 1980 a 1992, El Rey Sol es presentado primero como un chico que encuentra paz en los ojos de su madre mientras es explotado por su padre, y luego, como el exitosísimo muchacho que lucha en defensa de su sueños y su música.
La serie está atravesada por la tristeza de Micky, prisionero de las exigencias extremas de su padre y manager. La ambientación remite a los años en que el cantante comienza a forjar su mito. En la escena de la canción romántica latina de la época, Diego Boneta representa al cantante enamorado de Mariana (Paulina Dávila), desorientado por la ausencia de su madre y enredado en las mentiras de su padre. Con las manos acomodándose el cabello, el actor transmite una versión puertas adentro, tierna y desvalida del cantante. En su entorno se destaca Óscar Jaenada, como Luisito Rey, el padre, ya que el guion hasta ahora sigue las transformaciones de Luis Miguel, con pocas oportunidades para el lucimiento del resto del elenco. La opulencia y los contratos millonarios exponen al muchacho como objeto de deseo que transmite su soledad en medio del delirio de su empresa.
Una biografía es una construcción de sentido. El ídolo se alimenta de las fantasías ajenas que lo instalan para adorarlo. Al escuchar la voz de Luis Miguel tan joven se reconoce en su repertorio (aludido), la canción mexicana, el encuentro entre la españolísima guitarra del padre y el paisaje en el que Micky tiene que demostrar todos los días que es un sol ardiendo en su propia llama.