Es una mezcla de angustia, dolor e insatisfacción. ¿Por qué sucede?
Proyectás por meses o años y hacés “lo imposible” para vivir esa experiencia con la certeza de que ese encuentro o vivencia de determinadas situaciones haga que esa extraña sensación desaparezca. Pero cuando llega ese “gran día”, lo que desaparece rápidamente de esa escena tantas veces soñada es la alegría y el disfrute. Es cuando te repetís una y mil veces: “¿Por qué? Si era esto lo que esperaba, lo que me iba a ser feliz”. Y aparece como respuesta ese conocido y, al mismo tiempo, extraño sentimiento, una mezcla de angustia, dolor e insatisfacción.
Vivimos en un tiempo donde parece ser que lo único estable son los cambios permanentes; en donde la incertidumbre, la confusión entre lo público y privado, la exigencia, el deseo y el culto a la aceleración nos hacen sentir que “debemos” aprender, lograr nuestras metas y “disfrutarlas” en el menor tiempo posible. Bajo el lema “no hay tiempo que perder”, nos conectamos a todas las redes virtuales posibles, mientras trabajamos, estudiamos o “disfrutamos” de nuestro tiempo libre con la promesa, como dice Zygmunt Bauman en su libro Mundo consumo, de evitar la exclusión, el abandono y la soledad.
Siete maneras de reducir el estrés
La vida de consumo es una vida de aprendizaje rápido (y de olvido igualmente rápido): para cada “debe” hay un “no debe”. En un mundo de tantos estímulos y tantas ofertas, terminamos muchas veces desbordados por la ansiedad y el miedo, disociándonos de nuestros deseos y de nuestra proyección genuina, convirtiéndonos, sin darnos cuenta, en la sombra de nuestra propia vida. Esto es el “vacío emocional”, es decir, cuando dejamos de re-conocernos. Con un presente confuso y un futuro incierto, sentís una mezcla de emociones: tristeza, angustia, ansiedad y miedo que te hacen sentirte perdido en tu propia vida.