Nació por inseminación, con donante anónimo de esperma. El casamiento de sus dos mamás, en un templo de Belgrano, fue pionero en Latinoamérica. Cómo fue el largo camino de Romina y Vicky para construir una familia.
“Nos llegó un mail con el resultado del examen de sangre. Habíamos pasado por muchos negativos y no lo queríamos abrir para evitarnos “el bajón del día después”. Sabíamos que la respuesta venía con la cantidad de una hormona. Menos de dos era un no. Más de 2, un sí. Ese día, nos encontramos con una cifra positiva y alta, un ocho mil y pico. No lo podíamos creer: íbamos a convertirnos en madres“.
A Romina Charur (37) le brillan los ojos y llena de gestos su relato. Habla del correo electrónico que recibió el día que le confirmaron, después de dos años y medio de tratamientos fallidos, que había quedado embarazada. De la mano tiene a Victoria Escobar (42), su esposa, con la que logró casarse por templo hace dos años, transformándose en la primera pareja de lesbianas en tener una boda religiosa en Latinoamérica. Fruto de su amor y gracias a un tratamiento de inseminación con un donante anónimo, llegó Aharón, hoy de tres meses, que desde los brazos de Victoria sonríe y ya balbucea un “amamama”.
Aharón viene de Or, que en hebreo quiere decir luz. “Es un nombre con fuerza, lo elegimos por eso. Es nuestro iluminado”, sigue Victoria, desde el living de su casa de Núñez, donde convive un estilo clásico en tonos blancos y grises con los chiches del bebé en colores fuertes: su cochecito y un oso de peluche con globos de un lado del sillón y el típico huevito con un sonajero y una manta del otro.
Sí, quiero. Vicky y Romina, en abril de 2016, al ingresar a la sinagoga. Foto: Ricardo Vidal
La historia de amor de esta pareja arrancó hace nueve años, un 21 de junio. “Ese día nos vimos por primera vez después de arreglar una salida por un chat de chicas. Y nos enamoramos: a los tres meses nos fuimos a vivir juntas. Si bien yo ya había estado con mujeres, fue con Vicky que salí oficialmente del closet”, comparte Romina. Según ella, “el primer año fue difícil” pero, con el tiempo, su mujer pasó a ser “una hija más” para sus padres.