Tras meses de marchas y contramarchas, se reúnen a partir de esta noche (hora argentina) en Singapur; la interpretación de qué entiende cada uno por desnuclearización, la clave de la reunión.
Kim Jong-un y Donald Trump discutirán mañana (hoy a las 22 hora argentina) sobre la desnuclearización y la paz en la primera reunión presidencial de dos países aún anclados en una guerra de hace siete décadas. El término histórico no sobra, ni tampoco las comparaciones con aquella germinal visita de Richard Nixon a Pekín que sacó a China de su aislamiento y la empujó a lo que es hoy. Algunos expertos moderan el optimismo y no esperan más que una foto que colme el ego desaforado de ambos, mucho circo mediático y alguna vaga declaración de intenciones.
La desnuclearización es el nudo gordiano de la reunión. Washington y Pyongyang se comprometieron a salir de Singapur con el acuerdo firmado, pero el problema radica en las interpretaciones. La norteamericana la pretende completa, verificable e irreversible (CVID, por sus siglas en inglés), mientras que la norcoreana entiende un proceso gradual y sincronizado con incentivos.
También persisten las dudas de que Kim sacrifique un arsenal nuclear levantado con sudor durante cuatro décadas, que está incluido en la Constitución y que ha asegurado la supervivencia del clan mientras desfilaban los cadáveres de otros dictadores hostiles a Occidente. La Casa Blanca apuntaló en las últimas semanas todos los temores norcoreanos con la sorprendente ruptura unilateral del acuerdo de desnuclearización con Irán y las tercas alusiones a la fórmula libia que acabó con el asesinato de Khadafy tras entregar su arsenal.
“Dudo mucho de que esté preparado para renunciar a sus armas nucleares a cambio únicamente del levantamiento de sanciones, la firma de un tratado de paz o más envío de energía. Quizá diga algo parecido a ese compromiso, pero probablemente pedirá la salida de tropas norteamericanas de Corea del Sur y el fin de su protección. Son asuntos imposibles desde un punto de vista militar y político”, sostiene.
Ese es otro asunto interpretativo espinoso. La desnuclearización de la península obliga, según Pyonyang, a todos los actores con armas nucleares. Implica, pues, la salida de las decenas de miles de tropas estadounidenses de Corea del Sur y el final de su paraguas militar. Ni siquiera Moon Jae-in, el admirable presidente surcoreano, tan comprometido con la paz, estaría dispuesto a pagar ese precio.
La cuestión, pues, es qué se podrá negociar tras el previsible rechazo norcoreano a la CIVD. Se desconoce qué alternativas ha preparado Estados Unidos, e incluso si las tiene. Trump ha aclarado en los últimos días que no necesita estudiarse el tema porque todo “es una cuestión de actitud”. Él y todo su equipo no suman ni la mitad de horas de vuelo de uno solo de los encallecidos negociadores norcoreanos.
Trump llegó anoche al aeropuerto de Singapur Trump llegó anoche al aeropuerto de Singapur
El sentido común aconseja empezar por la exigencia de una lista pormenorizada de misiles, armas nucleares, laboratorios y otras instalaciones y la vía libre a fiscalizar su desmantelamiento. Esa lista exigirá un acto de fe considerable, porque el régimen no es un epítome de transparencia y bajo su orografía montañosa ha excavado miles de túneles.
La negociación sobre lo que Trump aceptará aún se está discutiendo, señala Chiew-Ping Hoo, experta de la Universidad Nacional de Malasia. “Permitir que los inspectores de Estados Unidos y el Organismo Internacional de Energía Atómica visiten las instalaciones sería una buena concesión. El acuerdo también requerirá garantías de seguridad como un acuerdo de paz, la reducción de tropas en la península y la retirada de todas las instalaciones con armas nucleares de Corea y quizá de Japón”, añade.
El proceso hasta la desnuclearización se intuye farragoso y tardará no menos de una década en completarse, calculan los expertos. Trump necesitó apenas 45 minutos en aceptar la invitación de Kim a la cumbre que le habían trasladado los delegados surcoreanos, dio por segura la firma de la desnuclearización días después en un tuit y advirtió de que se levantaría si Pyongyang no aceptara sus imposiciones.
Los expertos opinan que su miedo al fracaso tras haber planteado la reunión en términos de todo o nada precipitó la temporal cancelación de semanas atrás y sus tozudas alusiones a Libia y el empeño en dibujar a Corea del Norte como un enemigo que acudía rendido y humillado se entendieron como un sabotaje encubierto. Sus declaraciones más recientes sugieren un baño de realidad.
Esas recortadas expectativas ayudarán a que la cumbre no termine en desplantes irreversibles. Peter Kuznick, historiador de la American University, descarta que se cierre la CVID porque la palabra de Trump “no vale ni el papel en el que está escrita”.
“Pero está desesperado por una victoria, quiere un gran espectáculo, ama ese debate estúpido de si merece el Nobel de la Paz, está entusiasmado por la posibilidad de conseguir algo que ni Obama ni otros lograron”, sostiene.
Un examen desapasionado sugiere que Trump perdería más que Kim. Este, ante el fracaso de la cumbre, podría regresar al fragor pasado, pero ya con el recuperado sustento de Pekín y Seúl. Trump, en cambio, se juega esa presunta habilidad negociadora sobrenatural. “Soy optimista con cautelas porque está tan desesperado por conseguir un resultado positivo que estará inclinado a comprometerse”, termina Kuznick.
Los ejes de la Cumbre
Arsenal nuclear
El arsenal nuclear de Pyongyang será el eje central de la reunión entre Kim y Trump en Singapur, que comienza hoy en la Argentina y cuyo resultado se anuncia muy incierto
Guerra de Corea
Poner un punto final formal a la Guerra de Corea (1950-1953) también estará sobre la mesa