El elenco dirigido por Enrique Lancellotti fue por todo, pero enfrente tuvo una gran formación, quien demostró ser el mejor durante todo el campeonato, porque perdió un solo partido y sumó su trigésimo triunfo consecutivo.
Una plantilla compuesta por jugadores capaces, humildes y con mucho hambre de gloria.
Desgastada, maltrecha por lesiones que varios arrastraron en el último tramo y algo cansada, luego de varias series intensas y la mayoría resueltas en quinto juego.
Sin embargo, asumieron cada compromiso con enorme lealtad y dignidad, invadidos por un sentido de pertenencia como pocos, a partir de un cuerpo técnico jerarquizado y exigente.
Un grupo de dirigentes entusiastas y operativos, lleno de sueños, pasiones y orgullosos por llevar los colores amarillo y negro en sus corazones.
Porque el respaldo económico permite siempre un salto de calidad, en el deporte y la vida misma, pero si detrás, no existe una estructura u organización, de nada sirve.
Fueron muchos los kilómetros recorridos y nada les resultó sencillo, desde los números traducidos a dinero y hasta el esfuerzo o el cansancio que esto generaba a diario.
Fue uno de los dos mejores de la competencia, entre sesenta y cuatro participantes. Fue creyendo en si mismo, a medida que avanzaba el certamen y siempre se desprendió la misma sensación en cada uno de los protagonistas … el ascenso y aunque nadie lo quería decir a viva voz.
Central cerró una gran temporada y un desenlace histórico, que festejaron sus simpatizantes y reconoció el resto.