Estuvo en nuestra provincia el psicoanalista argentino Luis Tudanca, en el marco de un seminario regional. El tema central fue “el cuerpo”.
¿Qué significa hoy nuestro cuerpo? ¿Cómo dialoga con otros? ¿Cómo los sentimientos, lo cultural y lo perceptivo se escriben en nuestro cuerpo? ¿Cómo incide el cuerpo en nuestra salud? ¿Cómo es la relación entre la violencia social y los cuerpos que la sufren? Estas son algunas de las preguntas que, en un vuelo rápido, se nos ocurren importantes para repensarnos en esta vertiginosa contemporaneidad.
Corporal e incorporal
– Para los que no entendemos de psicoanálisis, ¿puede explicarnos de modo sencillo qué significa el cuerpo y lo “incorporal” en su disciplina y cómo nos afecta ese concepto en nuestra vida cotidiana?
– Todo el mundo entiende el psicoanálisis aunque no lo sepa. Los que verdaderamente no entendemos somos los psicoanalistas. El cuerpo del que se ocupa el psicoanálisis es el cuerpo que goza, el que busca satisfacciones aunque eso lo lleve a excesos en casos extremos sin retorno. Lo que es seguro: no estamos demasiado conformes con nuestro cuerpo. Algo falla en la imagen, algo no me gusta o me gusta demasiado para incorporar al cuerpo. Alguien (otro cuerpo) me encanta pero me hace mal, pero el que me trata bien me aburre. El cuerpo se cansa, se mortifica, se desvitaliza, se aísla, se apasiona, se relaja, se tensiona, de acuerdo al tratamiento que le demos. Todo eso es un cuerpo que más que dominar, nos domina. El lenguaje y el cuerpo tienen un contrato firmado desde el nacimiento. Ahí entran “los incorporales”, concepto que viene de los estoicos. Es decir, cómo el lenguaje deja su marca en el cuerpo y eso hace a los afectos que cada uno desarrolla en su vida. Los afectos, para el psicoanálisis, corresponden a esa conjunción cuerpo-lenguaje, no tienen nada que ver con ningún tipo de alma. Los incorporales no son cosas o estados de cosas, son acontecimientos en el cuerpo. Te lastimaste con la espina de una rosa ¿cambió el cuerpo? Los estoicos dirían que no. A lo sumo queda una cicatriz en el cuerpo que sigue siendo el mismo. Pero resulta que después consulto con un psicoanalista porque no soporto las cicatrices de mi vida.