Wimbledon sigue siendo una fortaleza inexpugnable para el tenis argentino. Solo dos de los siete jugadores que participarán de la edición que arranca este lunes ganaron en All England. Su récord combinado en el único Grand Slam que se disputa sobre césped es de 24 triunfos -17 de Juan Martín del Potro y 7 de Leonardo Mayer – y 28 derrotas. El saldo negativo aumenta si estiramos el filtro a sus carreras: 53 victorias y 60 caídas sobre pasto.
Con la esperanza renovada y la ilusión de por fin conquistar Wimbledon, este lunes harán su debut Guido Pella (82º) frente al australiano Jason Kubler en el segundo turno de la cancha 11 y Leonardo Mayer (36º) frente al alemán Jan-Lennard Struff en el primer turno (7.30 de Buenos Aires) de la cancha 14.
“Es muy simple: no tenemos canchas de césped en Argentina”, advirtió Diego Schwartzman , quien la semana pasada disputó el torneo de Eastbourne y cayó en tres sets frente al eslovaco Lukas Lacko. La undécima raqueta del ranking ATP intentará ganar el primer partido de su carrera sobre césped cuando el martes enfrente al bosnio Mirza Basic.
Guido Pella coincide: “Es una superficie a la que no estamos acostumbrados y apenas se juega cuatro semanas al año”. El bahiense completó una preparación de tres certámenes en la previa: cayó en cuartos de final de Stuttgart frente a Roger Federer, perdió en la qualy de Halle y sucumbió en la primera ronda de Antalya.
“El único problema de los torneos de césped – profundiza – es que cada pasto es muy diferente al resto. No son cuatro semanas parejas. Me tocó jugar en Stuttgart que se juega en una manera, en Halle de otra, en Antalya la cancha era un desastre y no se podía jugar. Cada una tenía su dificultad y jugar acá, donde todo es increíble, hace todo más fácil”.
En un país plagado de especialistas en polvo de ladrillo, la evolución del cemento en el circuito obligó a que la formación de las nuevas camadas también implicara su adaptación a las canchas duras. El césped, que apenas cuenta con ocho torneos en el calendario, es una excepción. “Tenemos algunas canchas de este tipo en la Argentina pero la situación climatológica, más aún en el invierno, no ayuda para nada”, reflexiona Federico Delbonis , quien se despidió en la primera jornada en Antalya y desde el miércoles pasado entrena en Wimbledon. “Me encuentro mucho mejor que en años anteriores, tengo muchas más expectativas por conocer la superficie”, analiza con optimismo.
Mayer es quien mejores antecedentes acumuló en las semanas previas. En Eastbourne derrotó a Gilles Simon y en Queen’s venció a Kevin Anderson, el segundo triunfo de su carrera frente a un top 10. También cuenta con un buen pasado en Wimbledon: en 2014 alcanzó la cuarta ronda. “Vengo jugando bien. La gira no es muy larga pero fue un buen comienzo. A mi me gusta jugar acá y si te gusta le podés encontrar la vuelta al césped”.
Tras su desgaste en Roland Garros, Del Potro priorizó su descanso y apenas disputó una exhibición frente a Taylor Fritz en The Boodles. Ni Horacio Zeballos ni Guido Andreozzi, quien hará su debut absoluto en césped, sumaron minutos en la previa.
La adaptación es necesaria porque obliga a numerosos ajustes, tanto físicos como tenísticos, aunque para Mayer ya sea una cuestión automática que adquirió gracias a la experiencia: “Son muchos años que vengo ya y los ajustes me salen solos. Llego, acomodo un par de tiros y la forma de jugar me fluye”. El correntino (15 triunfos y 17 derrotas, 7-7 en Wimbledon) y Del Potro (35-16, 17-8 en el All England) son los únicos dos que superan los veinte partidos sobre pasto.
“Tenés que hacer muchos más pasos de ajuste. Si uno se levanta con pocas ganas de moverse, la va a pasar mal. Es una superficie que no te deja jugar parado. Hay que estar atrás de la pelota, con tiempo, preparado y con el golpe ya armado. Todo se acelera y el pasto no perdona. Siempre tenés que estar ajustando”, explica Pella.
Delbonis profundiza en la técnica del golpe: “Hay que estar siempre preparado y armar lo más corto posible, que la velocidad del golpe no te venza a vos. Es una cancha con muchos factores que influyen: si está soleado las pelotas van a ser más rápidas pero si está nublado va a ser mucho más lento. Hay muchas variables a las que uno tiene que estar atento. Un pequeño cambio acá se nota muchísimo”.
El físico también sufre el trajín según Delbonis: “La pelota pica muy bajo y tenés que estar mucho tiempo agachado, entonces los músculos que se te cargan son la espalda, los glúteos y la parte posterior. Uno no está acostumbrado a estar siempre agachado. Pero con una preparación especial en la previa uno lo va sobrellevando”.
“Hay que tratar de no levantar mucho la pelota porque acelera más que en otras canchas”, agrega Mayer y descubre a un aliado inesperado: el desgaste propio que sufren las canchas por la incesante actividad.
“Se van poniendo más lentas día a día porque se van rompiendo. Es cierto que los piques son irregulares, pero es más fácil moverse en el fondo. Cuando empieza hay un montón de césped y te patinás, te podés caer. Cuando se van pelando queda la tierra y es más fácil moverse”, explica.
Pella confirma el guiño del césped hacia los argentinos pero primero tendrá que sortear el debut: “Hay que tratar de pasar primera ronda como sea. De un día para el otro la cancha se pela más y uno se puede afirmar más porque se va poniendo más lenta. Es cuestión de pasar los primeros días. Yo voy a jugar mañana (por hoy) que la cancha está perfecta, pero se que si gano, con todos los partidos que me siguen y los del martes, el miércoles la cancha será más lenta y mejor para mi juego”.
Con la historia a cuestas, Mayer y Pella serán los primeros en salir a la cancha en Wimbledon con la ilusión de convertirse en una sorpresa: “Todos los años son diferentes”, concluye Mayer, “Hay jugadores que juegan muy bien y otros que juegan un poco menos pero que hacen un muy buen torneo. El pasto es impredecible salvo para Federer”.