Un dolor de cabeza o un simple rasguñón puede volverse catrastrófico si siempre hacemos foco en el malestar. ¿Qué es la hipocondría y por qué nos afecta? ¿Podemos olvidarnos de que somos hipocondríacos?
La mujer descubre un pequeño bulto en su mano derecha. Lo mira, lo toca, comienza a sentir palpitaciones y el terror una vez más inunda su cabeza: voy a morir, piensa. Luego busca información en internet, navega por páginas de medicina, busca síntomas en Google y reafirma su hipótesis: sí, voy a morir. Lo que sigue es una angustia desmedida, noches sin dormir y charlas por teléfono con familiares y amigos que la escuchan sin atención porque −imaginan− este es otro de sus delirios.
La mujer no quiere ir al médico porque tiene miedo de que le confirmen su autodiagnóstico. Entonces sufre y se lamenta durante meses hasta que decide tomar coraje y va a una guardia: le dicen “quédese tranquila, señora, no es nada”. ¿Asunto concluido? No. La mujer desconfiará del médico y hará consultas a todos los especialistas que pueda, tratando de dar con aquel profesional que le confirme que tiene razón, que está gravemente enferma.
“La persona hipocondríaca presenta una preocupación exagerada por su salud”, dice la dra. Muriel Naymark, especialista en Psiquiatría y perteneciente a la Fundación Tiempo. “Lo que caracteriza a estos pacientes es el miedo a padecer –o la convicción de tener– una enfermedad grave, a partir de la interpretación personal de alguna sensación corporal u otro signo que aparezca en el cuerpo. Algo que puede pasar, por ejemplo, a partir del hecho de toser, de estar resfriado, de verse un lunar o una herida, un dolor de cabeza o sentir sus latidos del corazón, tener alguna molestia o alguna otra sensación física no muy clara, preocuparse y tener miedo intenso de que sea el inicio de una enfermedad. Aunque el médico le asegure que no tiene nada, su preocupación vuelve”.
Los expertos dicen que en los últimos años hubo un aumento en la cantidad de personas con hipocondría. En parte, dicen, se debe al fácil acceso a las informaciones médicas, las alertas en los medios masivos sobre pandemias y enfermedades –como la gripe A−, y al estrés urbano. Según el libro Recomendaciones Terapéuticas en los Trastornos Mentales (Editorial CYESAN), alrededor del 20 % de la población entra bajo el rótulo de hipocondríaca.
Las nuevas tecnologías y el acceso a la información indiscriminada pueden acelerar los síntomas de la hipocondría.
Esperando el impacto
El Dr. Jorge Francos, jefe de la División Tratamientos Ambulatorios del Hospital de Clínicas, asegura que al menos uno de cada diez pacientes son enfermos imaginarios: “Antes de llegar al diagnóstico de hipocondría, es fundamental que descartemos distintas enfermedades (reumatológicas, endocrinológicas, neurológicas, infecciosas crónicas y malignas ocultas)”. “Es importante tener un médico de cabecera que pueda tranquilizar al paciente y paute visitas y exámenes físicos breves y periódicos”, añade el especialista.
El gran problema de los hipocondríacos es que tienen una interpretación catastrófica de los signos que da el cuerpo. Nunca piensan que es pasajero, sino que están seguros de que padecen algo terrible. Entonces, cuando se sienten mal, lo primero que hacen es buscar información para corroborar su peor sospecha.En la mayoría de los casos, eligen –aunque sea de manera inconsciente− la versión más pesimista y así, amparados en un autodiagnóstico guiado por “Doctor Google”, llegan a conclusiones que nada tienen que ver con la realidad.
Por eso es que el acceso ilimitado a la información que circula en la web resulta un arma letal: los datos se reinterpretan e incentivan a la persona a creer que su propio cuerpo es el enemigo, una bomba de tiempo a punto de estallar.
“El hipocondríaco tiene exacerbada su conciencia sobre la finitud, la limitación del cuerpo y la muerte. En general, son personas con elevada ansiedad, dependencia de otros y rasgos obsesivos. También el trastorno puede desencadenarse por situaciones de estrés, cuando se tiene un familiar enfermo, durante el proceso de duelo o cuando aparece como un síntoma de otros cuadros más graves como la depresión o la psicosis”, dice Naymark.
Los diagnósticos solo exacerban la ansiedad. Lo mejor es lograr relajar la mente y pensar en otras cosas.
A diferencia de lo que puede creerse, una de las formas de combatir la hipocondría no es visitando a médicos que descarten enfermedades. Tampoco hablando del tema durante horas con tu pareja o tu mejor amigo. Lo recomendado es separarse de todo lo que pueda recordar el síntoma: no ir a un nuevo especialista, dejar de hablar sobre la salud durante la cena, evitar consultar libros, sitios de internet, revistas y publicaciones médicas.
“Es importante que el paciente identifique qué es lo que exacerba su ansiedad, algo que en general se logra con la terapia psicológica”, recomienda Naymark.
Uno de los métodos para salir del círculo vicioso es dejar de estar atento al propio cuerpo en busca de señales malignas. Como dice el refrán, el que busca siempre encuentra. Eso sí que lo sabemos. En vez de obsesionarse frente al espejo, conviene salir a pasear, leer, hacer deportes y actividades al aire libre para no estar pendiente de cada leve cambio que se produzca en nuestro organismo. Lo mejor es vivir el presente y no preocuparse por todas las posibles desgracias del futuro. ¿Para qué tanto? Ya lo dijo el filósofo francés Charles Peguy: “A cada día le bastan sus temores, no hay por qué anticipar los de mañana”.