Las disputas por el Brexit empujan al gobierno de May a su peor crisis,El canciller Boris Johnson y el ministro que negocia con Bruselas se fueron del gabinete por su resistencia a una salida “blanda” de la UE; la premier quedó en la cuerda floja.
El gobierno británico quedó ayer al borde del abismo institucional cuando dos de sus principales ministros, líderes de la corriente euroescéptica, renunciaron en signo de protesta contra la política del “Brexit blando” defendida por la primera ministra Theresa May.
La tormenta que sacude Downing Street se produce cuando faltan apenas ocho meses para concretar la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) y abre, a juicio de los expertos, un abanico de posibilidades inquietantes que podrían acelerar la ruptura de la frágil unidad conservadora, dejar en minoría parlamentaria a Theresa May, precipitar elecciones anticipadas y llevar incluso a un nuevo referéndum para definir claramente el futuro de las relaciones con Europa.
La crisis estalló como una auténtica bomba política con la espectacular dimisión de David Davis, el ministro que negocia el Brexit con Bruselas, seguida poco después por la carta de ruptura del extravagante canciller Boris Johnson.
Ambos ministros invocaron su profundo desacuerdo con la opción de un “Brexit blando” elegida por May durante la reunión de gabinete del pasado fin de semana en el cottage de Chequers, ubicado 72 kilómetros al noroeste de Londres, que desde 1921 funciona como residencia de fin de semana del primer ministro de la corona.
El plan de May consiste en aceptar un área de libre comercio con la UE para bienes industriales y productos agrícolas, lo que supondría mantener ciertas reglas comunes. Los partidarios de una salida dura afirman que esa hipótesis desborda ampliamente las líneas rojas definidas antes de comenzar las negociaciones con Bruselas. El gran riesgo, argumentan, es que frenaría la posibilidad de acuerdos comerciales con terceros países y eternizaría los vínculos británicos con la UE.
El proceso del Brexit es un “sueño” que “se está muriendo, ahogado por unas dudas innecesarias”, afirmó en su carta de dimisión Johnson, que fue inmediatamente reemplazado por Jeremy Hunt, que ocupaba la cartera de Salud Pública.
Davis fue reemplazado a su vez por otro euroescéptico, Dominic Raab.
Las salidas de Johnson y de Davis debilitan peligrosamente a May, que pasado mañana debe reanudar las conversaciones con Bruselas para presentar esa propuesta acordada la semana pasada.
A pesar del llamado a la “disciplina partidaria” formulado por May para que los conservadores acepten una salida blanda, los tories quedaron más divididos que nunca. Numerosos brexiters se rehusaron a acatar la orden y anunciaron que dejarán de respaldar al gobierno si le propone a Bruselas una salida blanda.
La sublevación salió a la luz ayer por la mañana, cuando Davis dio a conocer su renuncia en el mismo momento en que May presentaba ante el Parlamento los términos del proyecto que llevará pasado mañana a Bruselas. Esa reunión reveló, además, que su frágil mayoría de 330 parlamentarios (sobre un total de 650 diputados) se redujo a 318, según las proyecciones realizadas ayer por la BBC. Pero los expertos esperan que la rebelión se extienda rápidamente. Serían necesarios 48 diputados para obligar a la Cámara a votar una moción de censura sobre la primera ministra. En esas condiciones, May no alcanzará el límite de supervivencia política necesario de 326 diputados para superar un eventual voto de censura.
Su situación se complicó con la declaración del líder laborista Jeremy Corbyn, según el cual May enfrenta una “crisis de gobierno” y cuestionó su capacidad para negociar un “buen acuerdo” para el Brexit. La primera ministra también parece estar perdiendo el respaldo del electorado. Según un sondeo de ORB International publicado ayer, el apoyo a la gestión de May en la negociación sobre el Brexit cayó al 29%, su nivel más bajo desde noviembre de 2016.
En esas condiciones, May quedará sometida a una triple espada de Damocles: perder el voto de confianza y ser reemplazada por un primer ministro conservador que obtenga la mayoría del Parlamento, disolver la Cámara y convocar a nuevas elecciones -con la fuerte posibilidad de una victoria laborista- o ceder a la ola de fondo que muestran los sondeos y organizar un nuevo referéndum.
Peter Kellner, uno de los encuestadores más prestigiosos del reino, explica que en 13 de los últimos 14 sondeos una gran mayoría de los británicos considera que el voto pro-Brexit de junio de 2016 fue “un error”. Se calcula que esa mayoría oscila actualmente alrededor del 52%. Al mismo tiempo, 28% de los electores laboristas que votaron por la salida de la UE ahora dicen que están arrepentidos y que no volverían a hacerlo.