Por Bernadette Winter, de la agencia DPA
El dentista trabaja con el torno, la saliva se acumula en la boca pero, de alguna manera, es imposible tragar. Muchas personas conocen el pánico de ese momento, sobre todo en el sillón del dentista. Pero hay individuos para los que la sola idea de ir al médico clínico ya es un escenario terrorífico. Incluso hay un nombre para este miedo: latrofobia.
Si bien a algunas personas no les gusta ir al médico, hay quienes incluso no van en caso de enfermedades muy serias, poniendo en riesgo su salud. ¿Pero cómo saber si se tiene un poco de miedo o un problema serio? Los especialistas afirman que si se experimenta cierta incomodidad o gruñido en el estómago la cosa está dentro del rango de lo normal. Pero si se tienen ataques con fuerte sudoración o palpitaciones, eso son síntomas de que se está experimentando pánico.
Muchas veces, los pacientes no necesariamente le temen a un mal diagnóstico, sino que tienen miedo a la visita al médico en sí. Por lo general, se trata de un miedo relacionado a la pérdida de control. Quienes sufren esta fobia sienten que ya no pueden decidir sobre su cuerpo, tienen miedo de caerse, hacerse encima o decir algo estúpido.
El problema es que cuanto más se deja sin tratar este miedo al médico, más graves son las consecuencias y peor se siente el paciente. Esto hace que luego el diagnóstico o el tratamiento sean más graves o difíciles, lo que a su vez aumenta el temor a ir al médico: un círculo vicioso.
La buena noticia es que la latrofobia tiene tratamiento y suele solucionarse con una terapia conductual. En ella, paciente y terapista analizan con una lupa el transcurso de las cosas. Finalmente, con mucho cuidado, el paciente es confrontado con su propio miedo.
Los dentistas, que se encuentran entre los médicos más temidos, ya ofrecen hoy día a los pacientes con fobia tratamientos bajo anestesia o hipnosis así como técnicas de relajación o distracción mediante música o películas. Quienes deben ser operados tampoc deberían callar su miedo. Lo mejor es explicarle al médico los miedos.
Por otra parte, si uno no se anima a encontrarse con el médico, debería buscar la ayuda de sus amigos o parientes. Una persona de confianza puede ayudar a delimitar el problema. Y además, es importante que alguien del entorno sepa que la persona está enferma y que no puede dejarse estar como si nada.
Muchas veces, son los familiares los que funcionan como nexo con el paciente. Por eso, algunos afectados piden a sus allegados que los lleven al médico para que ellos también puedan conocerlo. Esto ya es un importante primer paso gracias al cual, en lo posible, la próxima visita al médico será una situación que genere menos temor.