La enfermedad endémica radicada desde México hasta Sudamérica, que abarca 21 países y tiene mayor prevalencia en las zonas rurales, afecta en el país a más de un millón y medio de personas.
La enfermedad de Chagas es causada por un parásito unicelular microscópico denominado Trypanosomacruzi, que se aloja en el interior de un insecto hematófago, popularmente conocido como vinchuca. Se transmite a los humanos a través de las heces de estos insectos al momento de picarlos.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el chagas resulta un grave problema para la salud pública en Argentina y en toda Latinoamérica. Es una enfermedad endémica radicada desde México hasta Sudamérica, que abarca 21 países y tiene mayor prevalencia en las zonas rurales. También se registraron casos en el sur de los Estados Unidosy algunos en Canadá. Se estima que en estas zonas hay entre 8 y 11 millones de personas infectadas. En Argentina se calcula que más de un millón y medio de personas tienen Chagas, o sea un 4% de la población del país. Esto lo constituye como uno de los principales problemas de salud pública. Hay personas con Chagas en todo el país debido a que además de la transmisión vectorial, las migraciones humanas y la existencia de otras vías de transmisión distribuyen la enfermedad a lo largo de todo el territorio.
Este mal también es reconocido como una de las 13 enfermedades tropicales más desatendidas del mundo. En este sentido, la Organización Panamericana de la Salud (OPS)sostiene que es “una enfermedad de la pobreza”, ya que las vinchucas habitan en hogares en malas condiciones de infraestructura (por ejemplo, muros de barro y techos de paja) y, en efecto, las personas que viven en áreas rurales están más expuestas.
La transmisión de la enfermedad no solo se produce a través de la picadura del insecto, sino que también puede darse por vía oral (por alimentos contaminados), ocular, congénita, trasplante de órganos por donantes infectados, transfusión sanguínea o accidentes de laboratorio.
Sus manifestaciones clínicas pueden ser diversas: durante la fase aguda es asintomática y en su fase crónica es sintomática, aunque puede aparecer décadas después de la infección inicial. El 30% de los infectados suele desarrollar daños cardíacos, el 6% presenta trastornos digestivos y un 3% manifiesta trastornos del sistema nervioso periférico. Este último puede ser mortal a causa del componente cardíaco.
Las últimas estimaciones de casos indican que en Argentina habría 7.300.000 personas expuestas, 1.600.000 infectadas y más de 300.000 afectadas por cardiopatías de origen chagásico. En base a calculos estimados, cada año nacen 1.300 niños infectados por transmisión congénita.
En la actualidad, si bien no existen vacunas preventivas ni terapéuticas, hay dos medicamentos para tratar esta enfermedad provistos por el Programa Nacional de Chagas: el benznidazol y el nifurtimox. Ambos pueden tener efectos adversos, por lo que es importante realizar el tratamiento bajo supervisión médica.
“El procedimiento es muy efectivo durante la fase aguda de la enfermedad y menos eficaz en la fase crónica, por eso es tan importante hacer un diagnóstico temprano. En menores de 1 año el tratamiento consigue una curación completa y para los jóvenes los resultados son buenos. En el caso de los adultos, logra evitar la progresión de la enfermedad y la aparición de complicaciones cardíacas, aunque en este último la curación no está garantizada”, explica el doctor Patricio Martínez, presidente de la Fundación de Estudios para la Salud y la Seguridad Social (FESS), especializado en Clínica Médica y Cardiología egresado del Hospital de Clínicas de la Ciudad de Buenos Aires, y Magister en Administración de Servicios de Salud (UCA).
El mal de Chagas no es solo una enfermedad, es una problemática compleja y multidimensional que abarca cuatro grandes ramas: la biomédica, la epidemiológica, la socio-cultural y la política. Si bien son dimensiones distintas, sus límites son difusos y tienen un rol fundamental a la hora de controlar esta afección.