Cuando Tomás (30) le contestó muy mal a un integrante del grupo de WhatsApp, Ezequiel (32), su amigo desde los 13 años, pensó que se trataba de un hecho aislado. Con el tiempo, notó que este tipo de actitudes se multiplicaban y comenzó a sospechar que algo más le estaba pasando a su ex compañero de colegio secundario. La gota que rebalsó el vaso ocurrió la semana pasada cuando avisó por mensaje que tras una pelea con la novia se había ido de la casa. “Esto me confirmó que no está bien. Ahora estamos viendo entre todos los amigos cómo manejarnos ya que nos gustaría que pueda contar qué le pasa y ayudarlo”, cuenta Ezequiel preocupado por teléfono.
El caso grafica una situación que aparece, de manera individual o colectiva, en los vínculos entre amigos y abre una serie de interrogantes: ¿qué se aconseja hacer cuando un amigo está mal? ¿Qué no hay que hacer? ¿Qué actitudes o comportamientos pueden funcionar como alertas? ¿Cómo ayudar cuando el otro no cuenta lo que le pasa?
“Si se trata de un verdadero amigo y no de una relación pasajera, uno detectará el malestar por conocer las señales que tendrán que ver con su singularidad. Algunos se aíslan y ‘desaparecen’ del mapa, otros se muestran irritables y enojados, otros se los ve sombríos y tristes, y los más difíciles son los que se esfuerzan por mostrarnos que ‘está todo bien’. En todos los casos el lenguaje corporal es más noble que las palabras dichas (lenguaje digital) y los gestos y posturas muestran mucho cómo nos sentimos. También, lo podemos notar en conductas y cambios de hábitos como dejar encuentros amistosos o mostrarse reticentes o ‘raros’ en los encuentros de amigos”, describe Horacio Serebrinsky, psicólogo y director de la Escuela Sistémica Argentina.
Mientras algunos pueden manifestar abiertamente entre sus conocidos que están pasando por un mal momento, otros encuentran dificultades para asumir lo que les está pasando o les cuesta identificar el motivo de la angustia. “Una patología que a veces se presenta en estos sujetos es la alexitimia. Se trata de la imposibilidad de poder hablar de las emociones. A estas personas uno tiene que prácticamente ayudarlas a poner en palabras lo que les está pasando, es decir, enseñarles a poder nombrar sentimientos que uno, a través de una identificación empática con el otro, puede sentir lo que está sintiendo y ayudarlo”, explica Harry Campos Cervera, psiquiatra e integrante de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Qué hacer
En el grupo de Julia (26), las últimas veces que habían visto a Sofía (25) estaba muy callada. No opinaba de ningún tema y pasaba casi desapercibida en las salidas. En paralelo a que dejó de contestar los mensajes de WhatsApp, una integrante se enteró de que había dejado de ir a trabajar. Las amigas crearon un grupo paralelo de chat donde debatían cómo encarar el tema con ella. El asunto estuvo difícil porque Sofía no hablaba con ninguna amiga sobre lo que le estaba ocurriendo. Finalmente, Julia tomó un café con ella, quien le confesó que estaba muy angustiada y juntas pidieron un turno con una psicóloga.
“Cuesta encarar una situación así por temor a ofender o que el sujeto en cuestión malinterprete la ayuda. Es fundamental transmitir que uno está preocupado, que lo que busca es ayudar y hablar de manera directa”, puntualiza Nora Koremblit de Vinacur, psicoanalista y miembro de APA.
“Lo más importante es que la persona que tiene más proximidad o injerencia pueda acercarse, conversar, tratar de ver qué le pasa y si ve que la situación es compleja ayudarlo a dar el paso de iniciar un tratamiento y acompañarlo en el desarrollo del mismo hasta que esté bien”, detalla Campos Cervera.
Para Serebrinsky, la empatía es una herramienta fundamental para encarar este tipo de situaciones. “Quizás los consejos no sean el mejor camino porque lo que nos sirvió a nosotros, puede no servir al otro. Sí la empatía, el ponerme en el lugar del otro e intentar saber cómo pensaría, sentiría y actuaría en su lugar. Validar sus emociones y alentar a que las exprese es siempre un buen camino a que el otro se sienta acompañado y contenido. También, brindarle nuestro apoyo y hacerle saber que cuenta con nosotros y alentarlo a que se deje ayudar”, enfatiza.
Qué no hacer
Lo que ningún especialista aconseja es encarar el tema de forma grupal con la persona en cuestión: siempre es importante generar espacios de intimidad con encuentros individuales o grupos reducidos de dos integrantes donde el sujeto pueda abrir y contar lo que le está pasando.
“Se desaconseja minimizar lo que le pasa o intentar no validar lo que siente con comentarios del tipo ‘dale, te tenés que poner bien’ cuando el otro debe transitar su malestar, su tristeza o su enojo para seguir adelante con su proceso doloroso que traerá aparejado un aprendizaje”, afirma Serebrinsky.
Muchas veces las ausencias de estas personas se leen como falta de interés por el vínculo y no así como una alerta de que quizás está pasando por un momento difícil. “Lo que no hay que hacer es ‘cortarle el rostro’, como se dice ahora, pensando que él no está interesado en nosotros o no nos da importancia. Lo importante es dialogar con la persona y saber qué le pasa afectivamente. No tenemos que prejuzgar la conducta del otro sin tener un retorno de él mismo”, cierra Campos Cervera.