La mujer cometió la imprudencia y, pese a ello, estuvo varios días sin consultar a un oftalmólogo. Pero cuando lo hizo, le dieron un mal diagnóstico. Al final, hallaron una solución parcial al problema.
Emma Jenkins estaba muy distendida durante las vacaciones con su familia, no lo pensó y estuvo durante 20 minutos en la pileta con los lentes de contacto puestos. Nunca pensó que eso la iba a dejar al borde de la ceguera.
Sucede que durante ese lapso en que la mujer de 39 años estuvo en la pileta una ameba se le alojó en el ojo derecho, lo que le provocó una pérdida de la vista que solo se solucionó –parcialmente- con un trasplante de córnea.
“No tenía idea de que era tan riesgoso usar lentes de contacto en una pileta”, se excusó esta mujer inglesa y agregó: “Me los dejé puestos para poder ver pero, al salir, noté que mi ojo derecho estaba irritado, así que me los saqué”.
Jenkins no quiso decirle nada a su familia para no arruinar las vacaciones y esperó durante una semana, hasta volver a casa, para ir al médico: tenía dolores de cabeza y visión borrosa.
En el hospital le diagnosticaron uveítis, que es una inflamación en la capa media del ojo, por lo que le dieron unas gotas. Pero a los tres días perdió la visión porque el parásito se había multiplicado. “La visión borrosa se volvía gradualmente peor y cuando desperté tenía tanto dolor que no podía abrir el ojo”, explicó.
Entonces su pareja la llevó de nuevo a la clínica y le dijeron que tenía la córnea inflamada e infectada a causa de una ameba que le había provocado una úlcera en todo su iris. Entonces la dejaron internada durante cinco días durante los cuales los médicos intentaron salvarle la visión, pero no pudieron.
Al tiempo le hicieron un trasplante de córnea que, si bien no le restauró completamente su visión, esta ha mejorado: “A medida que se cicatrizó pude ver cada vez más. Lamentablemente, no pudieron quitar todo el daño pero ahora puedo ver un poco más, aunque no es nítido”.