Luego de cinco años, Tiger Woods se coronó campeón del Tour Championship, en Atlanta, por el circuito de la PGA.
“¿Podré alguna vez volver a vivir sin dolor?Iba más allá del deporte. No me podía sentar. No podía caminar. No me podía acostar. Creo que mis hijos ahora entienden un poco lo que hace su papá. Y ahora saben lo que su papá puede hacer en un campo de golf. Muchas veces ellos relacionaban el golf con el dolor. Ahora conocen la parte linda. A mí todavía me cuesta creer que acabo de ganar el Tour Championship”.
Tiger Woods todavía tiene los ojos enrojecidos. Tiger Woods es como Roger Federer o Michael Jordan. Pero a diferencia de esos dos íconos del deporte, Tiger Woods pasó por vivencias que casi lo destrozan. En su vida, en su cuerpo. Situaciones que a la mayoría de los mortales los dejarían en la lona.
Él, como si se tratara de un boxeador con mandíbula de acero, se levantó. Una, dos, cientos de veces, cada vez que se golpeó. Yle volvió a ver la cara a la gloria al ganar su 80° título del circuito PGA, el primero en cinco años, justo en el cierre de la temporada.
El East Lake Golf Club de Atlanta, colmado de una manera que sólo el morocho puede provocar, fue testigo. Tiger tenía la historia de su lado. Arrancaba el domingo en el primer lugar, algo que le había pasado en 44 ocasiones a lo largo de su carrera. En 42 había celebrado. Claro que el componente emocional jugaba en esta definición un rol de relevancia. Sin embargo, la estupenda vuelta de la jornada previa (con 6 birdies en los primeros 9 hoyos) lo había depositado en lo más alto, con grandes opciones de título si firmaba una última tarjeta dentro de los parámetros normales.
Y no necesitó de grandes estridencias Woods. Birdie en el hoyo inicial, como para asegurar las buenas sensaciones de entrada, y luego apegarse al libreto fue la fórmula: pares hasta completar la vuelta. El inglés Justin Rose, que cometió dos bogeys en el mismo tramo, no podía descontar. El milagro se acercaba.
Diez años atrás, Tiger comenzaba a lidiar con el primero de sus inconvenientes:las lesiones en la rodilla izquierda, que lo habían empezado a aquejar en 1994. Esa pequeña parte de su cuerpo pasó desde una cirugía para extirpar un tumor benigno hasta una artroscopía e incluso una lesión en el ligamento cruzado anterior. Al poco tiempo, sin embargo, eso pasaría a ser quizás el menor de sus problemas. Su vida personal comenzaba a desmoronarse.
Un accidente automovilístico en 2009 tuvo el corolario menos pensado:el reconocimiento en público del adulterio y la explicación de un padecimiento particular:la adicción al sexo. Las consecuencias fueron tremendas para su matrimonio con Elin Nordegren, pero también para su bolsillo, ya que la mayoría de los sponsors lo abandonaron por la pésima imagen que había pasado a transmitir este hombre que, hasta entonces, era un símbolo de la comunidad negra y un foco de admiración para la gran mayoría de los estadounidenses.
En 2013 tuvo su último año exitoso. En aquella temporada hasta llegó a recuperar el primer lugar del ranking mundial, pero no sería algo que se extendiera en el tiempo, sino que tendría más bien forma de oasis. El WGCBridgestone Invitational, el 4 de agosto, sería por mucho tiempo su último título. La cuenta llegaría esa tarde a 79 trofeos del circuito PGA y, a raíz de los sucesos que prosiguieron, para muchos quedaría estancada en esa cifra para siempre.
Sobre todo, porque de 2014 a 2017 sus apariciones se contarían con menos de dos manos. La espalda comenzó a castigarlo duramente con pinzamientos primero y con un disco que lo tenía a maltraer después, y debió someterse a tres operaciones en igual cantidad de años. A fines de 2017, desde el puesto 1.199 del ranking, volvería a intentarlo, con la esperanza única de disfrutar del deporte nuevamente. De elegir cuándo irse e impedir que lo retirasen sus dolencias. De pasar un buen rato pegando swings.
Pero esos buenos ratos se convirtieron en cada vez mejores actuaciones. Seis torneos entre los 10 mejores y el segundo puesto, luchando hasta el final, en el Masters de Augusta, dieron cuenta de su regreso a los primeros planos. Ayer completó la faena pese a que los nervios le jugaron en contra y lo hicieron cometer tres bogeys. Tal vez con un guiño del destino, cerró el hoyo 18 con un birdie. Y se consagró ante la explosión del público. Hasta terminó 2° la FedEx Cup, otorgada al de mejores resultados en la temporada. El que se la llevó, junto con un cheque por 10 millones de dólares, fue Rose. Un premio nada despreciable, pero mucho menor al que se llevó Woods en el alma.