El ultraderechista Jair Bolsonaro llega al poder de Brasil y la mayor incertidumbre es si hará realidad sus controvertidas propuestas.
La resonante victoria de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de Brasil rubrica el desembarco del populismo de derecha en el gigante sudamericano, donde a partir del próximo año se develará si cumple con las controvertidas propuestas lanzadas en campaña.
Bautizado a menudo como el “Donald Trump brasileño”, Bolsonaro ganó los comicios asentado en un discuro violento, autoritario y con tintes racistas y misóginos, y tras una campaña en que privilegió el uso de las redes sociales por sobre otros tipos de comunicación.
A lo largo de toda la campaña, de todas formas, el principal capital electoral de este ex militar de 63 años fue la ausencia de su nombre en los numerosos casos de corrupción que sacudieron al gigante sudamericano en los últimos años.
A pesar de que es diputado desde hace casi 30 años, Bolsonaro logró aparecer para la opinión pública como un candidato “antisistema”, como el hombre que viene a salvar al país de la mala administración y la deshonestidad de la clase política.
En ese sentido, el líder ultraderechista reúne las características que llevaron al ascenso de Trump en Estados Unidos: una retórica nacionalista e incendiaria, una presencia masiva en las redes sociales y un discurso de ataque frontal contra el desprestigiado sistema político de su país.
Su retórica
Durante su campaña, el capitán de reserva manifestó que había que “barrer a los rojos” (en referencia a los militantes del izquierdista Partido de los Trabajadores), que “los negros no sirven ni para procrear” y que, en el caso de llegar al poder, efectuaría “una limpieza nunca vista” en la nación.
Sin embargo, al mismo tiempo, llamó en repetidas ocasiones a la pacificación y unión del país, lo que no se condijo con su retórica agresiva. Su lema “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos” refirió a esa pretendida voluntad de integración nacional.
Por eso, hasta tanto se coloque la banda presidencial, la duda sobre si en el poder se verá al Bolsonaro conciliador o al autoritario continuará en Brasil.
Apoyado en forma masiva por las iglesias neopentecostales y evangelistas, y con referencias constantes a Dios y a la familia como ejes vertebrales de su discurso, otro de los interrogantes que ronda en torno a Bolsonaro consiste en la potencial aplicación de su programa económico, en un país que sufre una enorme recesión.
Por un lado, Paulo Guedes, el ministro de Economía elegido por el ex militar, brega por la privatización total de todas las empresas estatales brasileñas, incluso las más robustas e importantes como la petrolera Petrobras.
Por el otro, en cambio, y según señalan diversos analistas políticos, la influyente opinión del “ala militar nacionalista” en el entorno de Bolsonaro consiste en dejar en manos del estado las principales compañías, incluyendo las llamadas “cuatro megaestatales”: Petrobras, Electrobras, Caja Económica y Banco de Brasil.
Gasto público
Otras propuestas de Bolsonaro para la economía nacional se ubican también en el terreno de la incógnita. Se presume que el militar proseguirá el camino iniciado por el actual presidente Michel Temer, consistente en la reducción del gasto público y la flexibilización de las leyes laborales, para así paliar la profunda crisis económica que atraviesa la nación.
No obstante, algunas propuestas de los integrantes de su equipo generaron desconcierto sobre el futuro manejo de la economía local, como la apreciación del general Hamilton Mourao, vicepresidente electo, respecto a una posible eliminación del aguinaldo.
Otra de las dudas que existen respecto al potencial mandato de Bolsonaro refiere a la gobernabilidad y a las diferentes alianzas que deberá sellar con varios partidos y agrupaciones tradicionales, con el fin de que sus proyectos encuentren un correlato favorable en el ámbito parlamentario.