Casi como una oposición caprichosa a aquello de que “todo tiempo pasado fue mejor”, hoy, si de crianza se trata, la tendencia es creer que todo -o casi- lo que hicieron nuestras abuelas estuvo mal. Como si un borrón y cuenta nueva podría marcar un nuevo punto de origen desde el cual comenzar a criar a los hijos.
Pero, ¿es tan así? ¿Hay una vieja y una nueva maternidad? ¿Era mejor guiarse por la intuición y los consejos de la abuela o lo es convertirse en madre con un bagaje de información que brinde herramientas acerca de cómo encarar el rol más amoroso y desafiante de la vida?
Hay un punto que es innegable y es que los tiempos cambiaron. Más que un “nuevo” o “viejo” ejercicio de la maternidad, bien valdría decir que la crianza de los hijos responde a los ideales de cada época con sus formas, costumbres y modos de vivirla, que se reflejan en cada mujer de un modo personal.
La crianza de los hijos responde a los ideales de cada época con sus formas, costumbres y modos de vivirla
La sociedad claramente no era la misma años atrás bajo las consignas más clásicas de la familia nuclear que aún persiste y con un tipo de cuidado sobre los hijos más centrado en los vínculos familiares y sociales próximos.
Asimismo, del mismo modo en que hubo una época en la que, naturalmente, en torno al nacimiento de un niño se tejían redes de contención para ayudar a la flamante mamá, las tribus de crianza parecen ser un espacio que resurge donde maternar se hace más fácil. Crianza con apego, colecho, porteo, todos términos de “moda”, que marcan una nueva manera de ser madre.
“Actualmente la maternidad se desarrolla no solamente en las familias hetererosexuales -madre, padre e hijos-, sino también en familias homoparentales con dos mamás y los hijos, en familias monoparentales -madres que crían solas a sus hijos por elección y en muchos casos a través de donantes-. Otra de las diferencias es el corrimiento de la edad de la mujer en la búsqueda de un embarazo y una práctica en aumento es la congelación de óvulos, que lleva a maternidades en edades más avanzadas”. La psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) Patricia Alkolombre evaluó para Infobae que “son muchos los cambios entre estas generaciones, no solamente en las distintas estructuras de familias, en los recursos médicos y tecnológicos sino también en todo lo que creció y se desarrolló en torno a la comprensión y análisis de los niños y sus necesidades y conflictos”.
Para la autora de Deseo de hijo. Pasión de hijo y Parentalidades y género, “en la época de las abuelas, las familias eran el lugar central de los afectos y de socialización de un modo más intuitivo, que se transmitía entre generaciones”. “Estaba el colegio, el club y a lo sumo había algo de televisión o revistas y lectura de libros y la cuidadora por excelencia y con exclusividad eran las madres y también se explicaban los problemas de los niños a través del vínculo con las madres -analizó Alkolombre-. Esto claramente persiste y la figura materna es central en el crecimiento y acompañamiento de los hijos, pero actualmente uno de los grandes cambios fue la incorporación de los padres en la crianza y en el cuidado de los hijos y la jerarquización de su lugar”.
Actualmente uno de los grandes cambios fue la incorporación de los padres en la crianza y en el cuidado de los hijos y la jerarquización de su lugar
La licenciada en Psicología Lorena Ruda, en tanto, consideró que “la vieja maternidad era menos pensada, menos cuestionada”, al tiempo que resaltó que “las madres de hoy podrían brindarle a las abuelas más información sobre lo que es esperable en cada etapa de la niñez y ayudarlas a entender que cada niño es un sujeto particular. Enseñarles que los bebés no ‘te toman el tiempo’ y que los pañales pueden dejarse en invierno. También que dejar llorar a un bebé no lo educa ni le da ningún mensaje positivo ni de aprendizaje”.
En palabras de la especialista en maternidad y crianza, “la crianza hoy es más compartida. Los padres, muchos, están más informados y la crianza es más a conciencia”. “Si bien siempre la intuición está en juego y a veces es difícil ir en contra de la propia crianza, tener conocimientos sobre las etapas evolutivas, sobre distintos modos de acompañar la infancia, hace que los niños sean más respetados en sus procesos generando un vínculo más empático y de más confianza”.
“A veces tanto libro juega en contra cuando se quiere hacer algo que, aunque sepamos que es mejor, no nos sale -reconoció Ruda-. Antes no se pensaba tanto, se hacía lo que habían hecho con ellas o lo que salía en el momento, sin pensar tanto ni en las consecuencias psíquicas y emocionales del niño, ni en si estaba bien o mal”.
Además, “antes las madres depositaban la figura de autoridad a la función del padre; las decisiones eran más arbitrarias y menos pensadas”, destacó Ruda, para quien “el autoritarismo y la obediencia estaban a la orden del día y los castigos y las amenazas eran los modos principales de crianza”.
¿Y los deseos? ¿Quién se preguntaba por los deseos? Ni siquiera se preguntaban por los deseos de esas madres, menos aún hablar de niños deseantes. “En la actualidad esto cambió -observó Ruda-. Las madres de hoy comparten momentos con sus hijos, pero también tienen sus espacios y son valorados sus momentos de ocio. Los niños de ahora quizá son ‘menos obedientes y más deseantes’, son más escuchados y más tenidos en cuenta”.
Los niños de ahora quizá son ‘menos obedientes y más deseantes’, son más escuchados y más tenidos en cuenta
En este contexto, están las madres -y los padres- que siguen considerando que si no es con castigos no hay límite que valga, otros encuentran diferentes modos de poner límites. “Antes, como ahora, los niños desafían y necesitan la ley y la autoridad. Necesitan límites y encuadres claros, pero también ser comprendidos. Es importante el equilibrio entre la flexibilidad y los límites”, ahondó.
¿Cambiaron las madres? ¿Cambiaron los niños? Para Ruda, “cambiaron las mujeres. Aún están cambiando. El modelo a seguir ya no es el de la mamá ama de casa. Las niñas y niños ya crecen con, en la mayoría de los casos, madres que trabajan”.
“Creo que es positivo que el modo de criar sea más pensando y no tan ‘hago lo que me sale’, pero también entendamos que aún tenemos modos adquiridos por nuestra propia historia y modos en los que fuimos criados. Cuestionarse sobre eso ayuda a saber qué tipo de crianza queremos con nuestros hijos y por qué, aunque a veces no nos salga”, agregó.
Cambia, todo cambia
Otra de las diferencias es que ahora todo lo que es externo a las familias se multiplicó con la imagen de las pantallas -en la TV, celulares y computadoras- y para los niños de esta generación es muy fuerte la presencia y la incidencia del afuera en la crianza, y para los padres también. “Podríamos decir que el mundo externo ingresa por las pantallas y el modo en que esto se incorpora en las familias, claramente cambió en forma exponencial. Un aspecto positivo es que las madres tienen hoy recursos nuevos a través de las redes sociales y otro tipo de sostén social que no tenían las abuelas que estaban más ceñidas al grupo familiar cercano”, resumió Alkolombre a modo de reflexión final.
“Las maternidades antes tenían más que ver con las transmisiones de formas de vida, de modos de ejercicio de la maternidad, que pasaban de abuelas a hijas, de madres a hijas, de acuerdo a cada grupo familiar -examinó-. Casi como un saber que se transmitía entre generaciones al que cada mujer imprimía su sello singular en el ejercicio de su propia maternidad”.
Un aspecto positivo es que las madres tienen hoy recursos nuevos a través de las redes sociales y otro tipo de sostén social que no tenían las abuelas
Y siguió: “Ahora se sumaron otros recursos que brindan a las mujeres la posibilidad de compartir sus vivencias de otra manera. En este momento, todo lo que tiene que ver con la ampliación en los medios y en las redes sociales aportan una red muy amplia de información que le da un sostén diferente a la mujer”.
Más allá de los cambios culturales y los modos en los que se modifican las costumbres, lo que sigue siendo central en la maternidad y en la crianza es la conexión emocional con los hijos, a través del afecto y del acompañamiento a lo largo de las distintas etapas de la crianza, que nunca debería perderse de vista, ni pasar de moda.