Angelici se lo prometió “a los jugadores más grandes”. D’Onofrio habló de un “premio extra”.
La Copa Libertadores los retó a duelo y está en juego el honor. Por el antagonismo de la pasión, por esa rivalidad que hace 110 años nació a orillas del Riachuelo y creció a niveles exacerbados. River y Boca están en la persecución del mayor éxito en la historia de los Superclásicos. Y la gloria deportiva está bien cotizada. Porque el campeón de la máxima competencia continental embolsará 6 millones de dólares. Al cambio oficial, unos ¡215 millones de pesos!, el valor de un departamento de 500 metros en una de las zonas más exclusivas de la ciudad de Buenos Aires.
Alzar el trofeo de 10 kilos y 98 centímetros que pergeñó el italiano Alberto de Gasperi en 1959 tiene un valor simbólico. Y ganarle al adversario histórico, un plus. Por eso Rodolfo D’Onofrio y Daniel Angelici no escatimaron gastos. Y aunque los jugadores están motivados por su competitividad, también se movilizan por el dinero. Entonces, los presidentes de River y Boca tomaron una decisión: los futbolistas se llevarán el premio gordo mucho antes de Navidad. El plantel que gane la Superfinal del 24 de noviembre se quedará con esos 6 millones de dólares que la Conmebol le pagará al nuevo Rey de América.
Hasta ahora, los dos clubes llevan recaudados 4.850.000 dólares en concepto de bonus. Se repartieron 1.800.000 por la fase de grupos, 750 mil por los octavos, 950 mil por los cuartos y 1.350.000 por las semis. De mínima, los colosos del fútbol argentino tienen asegurados 3 millones por disputar la final. Si se suman las recaudaciones, 62 millones de pesos en la Bombonera y se estiman 100 millones en el Monumental, los números son bien redondos. Además, el campeón de la Libertadores se asegurará un millón de dólares extra por clasificarse al Mundial de Clubes que se disputará entre el 12 y el 22 de diciembre en Abu Dhabi. Y si logra vencer al máximo favorito, el Real Madrid que dirige Santiago Solari, se hará acreedor a 5 millones más.
Los dirigentes tienen razones sobradas para hacer un esfuerzo económico. Para Angelici sería cumplir con la meta que se propuso cuando ganó las elecciones que ganó el 4 de diciembre de 2011: llegar al Mundial de Clubes. Entonces, el mandamás azul y oro utilizó un eslogan prometedor: con geishas envueltas en kimonos invitó a los hinchas a sacar el pasaporte para viajar a Japón. Se jugará en Emiratos Arabes, pero esta cuestión geográfica es menor. Además, se despojará del karma de Marcelo Gallardo. En los últimos cuatro años, River eliminó a Boca de la Sudamericana 2014, de la Libertadores 2015 y le ganó la Supercopa Argentina. Por otro lado, allanaría el camino del secretario Cristian Gribaudo, su delfín en los comicios del año que viene. Con la séptima en la vitrina, nadie duda de la victoria del oficialismo en las urnas. “Los jugadores saben lo importante que es esta Copa para Boca. Se lo dije a los jugadores más grandes. El dinero no será un problema”, apuntó Angelici.
Para D’Onofrio, en tanto, sería otro logro de su impecable gestión. Desde que asumió su cargo, en diciembre de 2013, el club vivió la etapa más gloriosa de las últimas dos décadas. Al frente del despacho presidencial de Udaondo y Figueroa Alcorta, River ganó 10 títulos, dos con Ramón Díaz y ocho con Gallardo. Tiene menos para perder que su colega xeneize, está claro. “Con River hemos ganado todo. ¿Alguien puede pensar en reprocharle algo a Gallardo y a los jugadores si no se consigue la Copa?”, aseguró el mandamás millonario. De cualquier modo, en River no quieren hablar de premios. Pero no sería la primera vez que el presidente sorprende a los futbolistas. Después de la clasificación ante Gremio, durante la cena en el hotel Deville Prime de Porto Alegre, D’Onofrio se levantó de la mesa y anunció “un premio extra” por haber logrado el pase a la final.
La zanahoria es grande, está claro. Para River vencer a Boca y para Boca derrotar a River es un triunfo legendario. Y vale su peso en oro. O en dólares. Todos para los jugadores. Porque el objetivo de ganar la Copa –y no perder con el rival de siempre- no tiene precio.