Después de protagonizar muchas producciones de bajo presupuesto, el actor ha vuelto a conformar a la crítica internacional con su performance en Mandy; te contamos por qué el californiano se merece una segunda oportunidad
A mediados de los 2000, Nicolas Cage se dedicó a despilfarrar su fortuna en cómics de colección, propiedades inmensas –incluida una mansión “embrujada”-, autos deportivos,fósiles de dinosaurios, una lápida en forma de pirámide y otras cosas superfluas. Pero mientras seguía acumulando objetos estrafalarios, él se olvidó de la otra parte de ser un multimillonario: pagarle a Hacienda.
Endeudado hasta las muelas, y a punto de ser declarado en bancarrota, el californiano tuvo que cambiar la forma de elegir sus personajes. ¿Cómo? Básicamente, empezó a decirle que sí a todo lo que le propusieran sin importar cuán chistoso sea el peinado al que lo sometieran. Ese modus operandi, trajo algunos fracasos resonantes que lo alejaron del mainstream y lo acercaron a la Clase B.
Esa falta de notoriedad que podría haber sido un problema para cualquier otra celebridad se convirtió en una oportunidad para Nic Cage. Porque, aunque alternó con producciones de Hollywood, el sobrino de Francis Ford Coppola se transformó en una suerte de héroe del bajo presupuesto con su cara en todo tipo de géneros. Y, lejos de poner el “piloto automático”, su intensidad se puso a disposición de cualquier producto.
Ahora, a pesar que viene rodando un promedio de cinco films al año, gran parte de la prensa especializada asegura que el actor “ha vuelto” a lo grande en Mandy. Según los críticos, esta performance se encuentra entre los papeles más logrados de su filmografía y permite a los espectadores volver a conectar con una estrella que supo ser una de las caras más importantes de la industria.
Más allá de esta elogiadísima pieza de terror surrealista, acá te contamos porque consideramos que deberías darle otra oportunidad:
1- Sentido del ridículo: Aunque su cara es protagonista de memes virales y su nombre es sinónimo de “film berreta”, Cage está en la joda y se ríe de sí mismo. Por eso, mantiene su alto perfil y se abre a cualquier tipo de producción que le permita imprimir todo su histrionismo. Una virtud que atrae a miles de fanáticos que se reúnen en convenciones a maratonear su obra.
2- Impunidad actoral: Desde el joven que se convence que es un chupasangre en El Beso del Vampiro (Vampire’s Kiss, 1988), pasando por el rebelde seductor de Corazón Salvaje (Wild Heart, 1990), hasta el guionista en horas bajas de El Ladrón de Orquídeas (Adaptation, 2002), él siempre se ha aventurado a salir de su zona de confort y explorar nuevas aristas.
3- Método propio: Gran parte de las estrellas se preocupa por alcanzar cierta “naturalidad” en sus interpretaciones, pero al protagonista de Con Air (1997) nunca le interesó ser realista. Su sello personal es la sobreactuación y eso ha sido un motivo de elogio y críticas de parte del mundo del cine. Según sus propias palabras, él siempre busca nuevos extremos.
4- Personajes icónicos: Su terrorista desfachatado en Contracara (Face Off, 1997) está en todos los rankings de antagonistas y el perdedor que interpretó en Educando a Arizona (Raising Arizona, 1987) se encuentra entre las grandes creaciones de los hermanos Coen. Incluso, su rol en El Culto Siniestro (The Wicker Man, 2006) se ha vuelto memorables por lo vergonzoso (¡!).
5- Respeto adquirido: Maestros como David Lynch, Martin Scorsese, Werner Herzog y John Woo lo han elegido como protagonista en sus films. Y, aunque los grandes estudios le han dado la espalda en los últimos años, él sigue siendo estimado por varios directores de renombre como Abel Ferrara y Charlie Kaufman. Lo mejor de NC, puede estar por venir.