Algunas sociedades no tienen la cultura del ahorro y muchas otras presentan dificultades a los ciudadanos para desarrollarla, como inflación o bajo empleo. Pero también el funcionamiento del cerebro humano podría ser un factor que jugase en contra de una práctica social que se considera virtuosa. Un estudio de la Universidad de Cornell reveló que la mente humana puede estar programada para buscar oportunidades para ganar dinero pero no logra reconocer las oportunidades de ahorrarlo.
El análisis cualitativo solicitó a 78 participantes (40 de ellos, varones) que identificaran en una pantalla los colores que se les mostraban: un color asociado a ganar dinero, que les daba USD 30 centavos, otro que no tenía valor monetario y otro asociado al ahorro, que les evitaba la pérdida de USD 30 centavos. El 87,5% de las personas identificaron más rápidamente y sin error el color de ganar dinero que el de ahorrar.
A continuación los participantes debían informar cuál era el color que veían primero. Y aunque el color que primero les mostraron los investigadores fue el asociado al ahorro, tres de cada cuatro personas dijo que era el asociado a ganar dinero. Es decir que la preferencia por ganar dinero probablemente sea tan fuerte como para alterar la percepción del tiempo.
“Es una percepción tan poderosa que literalmente distorsiona la lente con que uno ve las cosas“, dijo a The Wall Street Journal (WSJ) Adam Anderson, codirector del Laboratorio de Emociones y Cognición de Cornell, coautor del trabajo. “No es que a las personas no les importe ahorrar. Es que estamos ciegos, de alguna manera, a esas oportunidades cuando se nos presentan”.
Incluso en ejercicios en los que se presentaba el ahorro como una fuente de ingresos que llegaría en el futuro, los participantes siguieron identificando mejor la ganancia inmediata. Este efecto inconsciente distorsiona percepciones básicas e interfiere con la aversión a la pérdida, el impulso humano a proteger lo que se posee.
Es posible que esta preferencia sea adquirida, no innata, dijo Anderson. Como ejemplo ofreció el trabajo: cada vez que una persona lo realiza, practica cómo se gana dinero. En cambio, no practica el ahorro con la misma frecuencia e intensidad. “Imaginemos que en el cerebro hay un músculo para el ahorro que no se usa mucho. Podemos ejercitarlo más”, propuso el investigador a WSJ.
Si alguien, por ejemplo, depositara una suma pequeña en una cuenta de ahorros todo los días, eso puede no tener gran impacto en su economía futura, pero probablemente le permita percibir otras oportunidades de ahorro que se le presenten.