Empató 1-1 como visitante, para cerrar la serie por 5-1 a favor. La Copa del Mundo será en Francia en junio del año próximo.
Argentina ya está en la Copa del Mundo. Ahí va, sigue, crece. Se clasificó a la octava edición de la máxima cita que se disputará el año que viene en Francia. Florencia Bonsegundo -de Morteros, Córdoba- marcó ese 1-1 que no dejó lugar para las dudas. Esa bomba de zurda, desde la izquierda que sentenció la cuestión.
El partido de ida, aquel 4-0 en la cancha de Arsenal, resultó el primer paso, el decisivo de esta serie. Pero no sólo eso: también resultó un mensaje. El fútbol de las mujeres también es capaz de llenar estadios. Y de agradar. Y de ser televisado, como en la noche panameña. Sucede en muchos rincones y en algunas redacciones: Las chicas que se visten como Messi o como Agüero o como Otamendi ofrecen alegrías. Se gritan sus goles. El asombro acontece. Queda una impresión al final del recorrido: el fútbol femenino no es femenino. Es fútbol. De una. Vanesa Santana, ahí en el medio, parece una precisa y preciosa representante del tiki tiki. Con la diez en la espalda, Estefanía Banini -capitana, líder, crack- se hace cargo de las pelotas bravas.
De algún modo o de todos, esta clasificación y esta intensidad mucho se parece a un homenaje a aquel equipo de 1971 que alguna vez jugó el Mundial y que otra vez contó Ayelén Pujol, impulsora del fútbol femenino en el país, en Enganche: “No está documentado en ningún libro de historia, pero durante más de un mes diecisiete mujeres argentinas fueron a representar al país sin darse cuenta que estaban por cumplir un hito. Aquella selección viajó sin botines, sin médico, sin masajista, sin entrenador y con una camiseta que al primer lavado ya no sirvió más. Una proeza en el mítico Estadio Azteca ante más de 100 mil personas”. Magia. Que se repite. Que se hace búsqueda. Que encanta. Ahora rumbo al Mundial.
El equipo femenino disputó por última vez un Mundial en China 2007, y se perdió las citas de Alemania 2011 y Canadá 2015.