Es una activista histórica que denuncia los conflictos que tiene el colectivo de la diversidad sexual, en especial la situación de las travestis en el país. Durante varios años a cargo del pionero El Teje, el primer periódico travesti de Latinoamérica, Marlene Wayar tiene una larga trayectoria de lucha por la visibilidad de las personas y sus derechos.
En diálogo con Infobae, la autora del reciente libro Travesti. Una teoría lo suficientemente buena habló de discriminación, del cupo laboral trans y de travesticidios en medio de la Semana del Orgullo de Buenos Aires.
-¿En qué consiste la Semana del Orgullo?
-Son todas las actividades que se programan para regalarle a la ciudad a partir del Día del orgullo, que es el día de la marcha del orgullo LGBTTI. Es protesta, es política, es reclamo, es memoria pero también es un regalo, un obsequio a la ciudad.
-¿Quiénes participan? Porque a veces da la sensación de que puede llegar a ser algo endogámico.
-Creo que tiene que ver con problemas de comunicación de todes. Yo soy muy autocrítica y prefiero serlo antes que salir a criticar lo que hacen otras y otros. Para mí tenemos el problema de estar mirando el ombligo y hablar demasiado de las sutilezas, las lesbianas, las trans y no sé qué. Y, por ahí, la gente no entiende qué es trans o qué es el mundo lésbico. O qué es la identidad lésbica, lo marica, lo trava, lo gay.
-¿Hay diferencias internas dentro de la diversidad sexual?
-Muchas, y no en las formas relacionales sexoafectivas sino en una mayor conceptualización del mundo. Como el feminismo, que es ponerse unos lentes feministas y empezar a verlo todo, eso plantea la teoría travesti latinoamericana: descolonizar las identidades, lo marica, lo torta, que no quieren ser eso higiénico que plantea por lo general el mundo gay. Estoy en una Argentina geográfica y sociopolíticamente diversa, no puedo ser siempre la imagen sonriente del gay con una tarjeta de crédito entrando a cualquier sitio cuando sigue habiendo persecución policial, xenofobia, travestifobia y lesbofobia.
-¿Unificarse en un discurso es muy difícil y por eso las internas dentro del mismo colectivo?
-Es muy difícil. Además, los medios de comunicación te dan dos minutos. Tenemos que barajar con calma. La experiencia travesti está pidiendo un momento de paz para poder juntarnos, pensar, dialogar y salir con la posibilidad de un discurso unívoco. A veces se nos pone en el brete de tener que decir si te identificás como trabajadora sexual o como persona en situación de prostitución, si estás con abolicionismo o el reglamentarismo. Y las compañeras están desesperadas en la calle, perseguidas por la policía, acosadas por los clientes o por la gente que va a atacarlas.
-Cuénteme de su reciente libro Travesti. Una teoría lo suficientemente buena.
-Estamos muy contentas. Lo editamos de manera desesperada porque siempre parece que la comunidad travesti todavía está alojada en la oralidad. Había que dejar plasmado algo para que otros y otras puedan leer e ir construyendo un diálogo colectivo. La idea fue centrarnos en nuestro contexto, nuestra realidad y que empiece a ser una polifonía de voces. Tiramos la primera piedra pero queremos sumar.
-¿En qué punto real está la sociedad en cuanto a la integración sexual?
– Es complejo, es lábil, no se profundizó. Yo vivo en Caballito y mi mamá vive en Córdoba, en un barrio de clase media obrera cordobesa, y de allá hasta acá, ¿qué me puede suceder? Tengo 50 años, ya sobreviví lo peor de todo esto. Sé que tengo ciertos privilegios y quizá con mucho cuidado no me puede suceder nada. Ahora, ¿qué les pasa a las maricas acá, en el Conurbano, en Once, en Constitución, que en ciertos horarios se vuelve sumamente peligroso? ¿Qué pasa en Chaco? Nosotras, las travestis, por estadística, entre los ocho y los trece años somos expulsadas de nuestro hogar.
-¿Por rechazo familiar?
-Sí. Y esto no se ha modificado desde la última encuesta del Indec en 2013. Entonces, van a parar a las zonas de ruta donde pasan los camioneros, donde ni siquiera saben de su sexualidad, menos van a saber del uso del preservativo. Esos cuerpos, ese mundo adulto que las atropella en la infancia.
-Algo que las termina condenando a muerte.
-Es muy complejo, muy difuso, muy amplio el país, hay muchas diferencias socioeconómicas y de herramientas. Nuestra pobreza estructural es mucho más en sentido simbólico que material. Quizá una piba hoy en Palermo me cachetea con una cartera europea que vale más de lo que vale todo mi sueldo.
-¿Entre los ocho y los trece años es la edad en que empieza alguien a autodefinirse?
– Esa edad está bajando porque nos animamos a hablar. Lulú (N. de la R.: en referencia a la niña trans argentina que recibió su DNI acorde con su identidad de género autopercibida, el primer caso en el mundo en que el Estado reconoce este derecho a una menor de edad sin judicializar el trámite), por ejemplo, empezó incluso antes de poder decir palabras, con disgusto, con enojo, tirándose de los pelos, hasta que pudo decir “Yo nena, yo princesa”. Una compañera de trabajo me estaba acercando a otra mamá preocupada por su nene trans, y los puse en contacto con el grupo de infancias libres. En general, la última estadística marca que esto ocurre entre los ocho y los trece años, cuando son expulsadas del hogar y de todos los institutos sobre todo la escuela, cuando tienen que ir a negociar con un mundo adulto que es realmente cruel.
-¿En la ciudad de Buenos Aires se cumple el artículo 11 de la Constitución porteña que habla sobre “el derecho a ser diferente”?
-Uno puede cometer un delito por acción o por omisión. En Buenos Aires se acciona muy poco en contra del orden legislado. No se puede decir lo mismo respecto de la omisión. Al no implementar políticas públicas estás dejando en desventaja a grandes sectores de la población, en este caso el LGBTTI, uno de los más afectados aunque no el único. Hasta que este país y esta ciudad no reglamenten una ley antidiscriminatoria, se puede hacer un besazo a la salida de una pizzería o de un bar que te maltrató, pero lo punitivo no está y no hay exigencias.
-¿Cree que en algunos casos el punitivismo funcionaría?
-Mi lineamiento, al menos desde la comunidad travesti, es que lo que se viene cometiendo históricamente es un crimen de lesa humanidad. Tenemos un promedio de 32 años de vida. Esto indica que ha sido muy exitoso este país, esta sociedad, este estado, en eliminarnos. No hemos dejado de existir porque seguimos naciendo. La Corte penal, a través del código de Roma, caracteriza a los travesticidios como crimen de lesa humanidad y deben ser resarcidos para con los individuos, para con la sociedad y el futuro.
-¿Qué expectativa hay por la campaña nacional por la implementación de la ley de cupo laboral travesti o trans?
– Es uno de los puntos más esperanzados porque a nivel federal se viene impulsando en muchos municipios y provincias. Es contradictorio también, que el único lugar en el que estaba legislado era la provincia de Buenos Aires, y el único donde el proyecto está cajoneado. El resto de los lugares viene intentando avanzar. Incluso en Mendoza, que es bastante conservadora y tiene discursos espantosos con los que están queriendo imponer nuevamente otro código contravencional absolutamente invasivo de las libertades personalísimas.
-¿Esto tendría que ser a nivel nacional, ¿verdad?
-Sí, claramente.
-Se solucionaría bastante lo que venimos hablando ¿no?
-Sería empezar a hacerse cargo de la Ley de Identidad de Género tan progresista que hemos logrado conseguir, que se haga carne en la realidad con políticas públicas activas que impacten en las personas.