En la década de los 90 decenas de artistas de rock y pop internacional de renombre visitaron por primera vez la Argentina. Pasaron los Rolling Stones, Guns and Roses, Michael Jackson, Madonna, Paul McCartney y muchos otros. Pero un grupo estrechó un vínculo especial con los argentinos: Ramones.
Los cuatro de Queens encontraron en estas tierras lo que no habían podido cosechar en ninguna otra parte del planeta. En el ocaso de sus 22 años de carrera y a más de 8.500 kilómetros de distancia de Nueva York, conocieron a un público fiel y efusivo como ningún otro hasta entonces, capaz de protagonizar alocadas demostraciones de fanatismo que rememoran la beatlemanía de los 60.
Siete visitas entre 1987 y 1996 fortalecieron la relación entre la banda pionera del punk mundial y los argentinos. En esos nueve años, los Ramones y sus fans locales escribieron numerosos capítulos de una historia que aún no termina: presentaciones en la televisión -junto a Mario Pergolini en La TV ataca-; extensas entrevistas en la Rock and Pop que incluían incursiones del cantante Joey Ramone oficiando de DJ; el anuncio de la despedida; incidentes en una boletería antes del último show en River; y un ex integrante, Dee Dee, bajista original, que se enamoró de una adolescente argentina, Bárbara Zampini, y se quedó a vivir un tiempo en la localidad bonaerense de Banfield.
Todo eso que dejaron los neoyorkinos en sus constantes visitas a nuestro país (1987, 1991, 1992, 1993, 1994, 1995 y 1996) lo cuenta el periodista Gerardo Barberán Aquino en su libro Ramones en Argentina, de editorial Gourmet Musical. Si bien no pudo presenciar ninguno de los conciertos debido a su edad -hoy tiene 35 años- y la lejanía de su hogar en el Chaco, el escritor entrevistó a los integrantes que quedan vivos, periodistas, productores, músicos locales e internacionales para reconstruir esa pasión inexplicable que dejó grandes recuerdos para los fans y también para la banda.
Desde las maratónicas presentaciones que ocupaban casi toda una semana de conciertos en el estadios Obras Sanitarias; pasando por un show en Vélez junto a Motorhead, una inusual gira exclusiva por el interior del país y un último recital en River Plate que incluyó una previa con serios incidentes en pleno centro porteño; hasta Dee Dee padeciendo la abstinencia en el interior del hotel Intercontinental, Barberán Aquino narra al detalle cada una de las visitas dándole voz a los protagonistas desde distintos focos: la banda, el público, la prensa y los grupos locales que iniciaron la nueva oleada punk de nuestro país, como Attaque 77, Doble Fuerza, Cadena Perpetua y otras.
Como a muchos que fueron adolescentes en los 90, Los Ramones llegaron por primera vez a los oídos del autor gracias a otros chicos algo mayores, en este caso sus primos. “Ellos tenían dos años más que yo entonces accedían a un montón de música que yo no conocía. En una de esas muchas veces que nos juntábamos a escuchar apareció Ramones. Fue en el 92, cuando yo iba a tercer grado”, cuenta Barberán Aquino a Infobae.
El resultado está a la vista: como si se tratara de una escarapela, el periodista lleva en la solapa de su saco un prendedor con la imagen del reverso del tercer álbum de estudio, Rocket to Russia. “Me atraparon”, recuerda el periodista hoy. “Ramones tiene algo como de iniciación, de esas bandas que recibís de manera directa cuando sos chico y que te abren las puertas hacia todo un mundo vinculado”.
– ¿Llegaste a alguna conclusión que explique la fanatización del público argentino con los Ramones?
– Es difícil encontrar una razón única. Pero sí detecté que había algo que fomentaba que esto fuera masivo. Fui encontrando detalles a través de los testimonios de las personas que entrevisté, que son periodistas, músicos, productores, toda gente ligada a las visitas de Ramones en su momento. La que más me sorprendió fue una declaración de Johnny Ramone, el histórico guitarrista de la banda, en MTV de Brasil: le preguntaron dónde le gustaba tocar y él, que era muy correcto a la hora de definir el mundo de Ramones, dijo que el lugar ideal era un sitio cerrado para no más de 5 mil personas. Eso vendría a ser como una descripción de Obras Sanitarias, que era donde ellos tocaban cada vez que venían. Lo hicieron más de 20 veces, era casi como su casa. Entonces empecé por ahí. ¿Qué tenía Obras que hacía que Ramones despegara acá en Argentina?
– ¿Y qué encontraste?
– Obras Sanitarias tenía una diferencia muy grande con respecto a otros lugares de la ciudad como Cemento, por citar otro foco de punk y de recitales de aquél momento. Obras estaba en Avenida Libertador, en una avenida amplia, con luces. En cambio Cemento o Arlequines estaban en Constitución, un lugar mucho más oscuro, difícil de llegar para otros sectores de la Capital. Entonces descubrí que a Obras muchos chicos iban con los padres, que los esperaban ahí a la salida y después se iban en auto. Los padres dejaban ir a los chicos solos y los esperaban en la puerta. Muchos eran chicos de 12 o 13 años, cuando tenés una capacidad de asombro mucho más grande. Eso selló algo en la gente, se generó un recuerdo y un fanatismo muy fuerte. No sé si fue la razón, pero ibas a ver a la banda con sus mejores posibilidades y con sus mejores herramientas.
– Tipos simples, de barrios populosos, que usan los mismos pantalones negros, las mismas zapatillas rotosas y las mismas remeras. ¿De alguna manera pudo haber colaborado eso para que muchos chicos de Argentina se sintieran identificados especialmente con los Ramones?
– Eso es algo que Ramones siempre respetó. Nunca se vendieron como pertenecientes al rockstar system. Nunca dieron ese tipo de imagen y además Dee Dee y Johnny eran realmente obreros de la construcción que dijeron “queremos otra cosa para nuestra vida’ y terminaron formando la banda cuando ya eran grandes: tenían 25 años. No fue una cosa de adolescentes, habían laburado y tenían las manos rasgadas. Eso se reflejó también en sus letras y la gente fue entendiendo que sí, que eran como ellos, que tenían problemas similares. Es algo que pasa en Italia o en España, donde también hay una clase trabajadora afín como en cualquier otro país. Pero acá pasó a otro nivel por muchísimos motivos.
Represión a la vuelta de tu casa
La primera visita de Ramones a la Argentina fue en febrero del año 1987. Las razzias policiales eran moneda corriente en un país cuyas fuerzas de seguridad habían participado en la represión ilegal durante la dictadura tan solo cinco años atrás. Para esa época todavía existía la División de Moralidad y había una suerte de temor de lo que pudiera pasar a la salida. Cuando terminó el show, cuenta Hugo Irisarri, cantante de Doble Fuerza, “hubo una batalla campal contra la policía”, vidrios y patrulleros rotos, detenciones y bastonazos.
“Eso era lo usual en esa época -explica el autor del libro-. Estamos hablando de fines de los 80 hasta el 91. Había controles policiales que ya se sabía de parte de los promotores de los shows que esa noche iba a venir la policía y que no iba a ser para controlar sino para llevarse gente. No habían pasado más de 10 años del fin de la dictadura. A lo lejos parece mucho tiempo pero en realidad no lo era. Había como una forma de ver a la autoridad o a la policía, o su forma de actuar, que estaba muy ligada a ese tipo de procedimientos. Los chicos sabían que era probable que terminaran durmiendo en un calabozo y saliendo al otro día. Sobre todo a los chicos que iban por el circuito punk o heavy o de la contracultura de Buenos Aires. No había motivos, era el procedimiento normal y era lo que se hacía”.
– El día que tocó Ramones en el 91 falleció Walter Bulacio, un caso emblemático de la brutalidad policial de esa época…
– Él había sido detenido justo una semana antes. A partir de ahí la situación con la policía cambió y terminó yéndose hacia el otro extremo, que era el de no intervenir y “arreglátelas”. Eso fue lo que pasó en el 96 en Florida y Lavalle. Había una comisaría a la vuelta y nadie apareció hasta que terminaron los incidentes.
– Los Ramones tuvieron en sus últimas visitas un nivel de exposición en los medios que era inusual para una banda del estilo. ¿Coincidís?
– Es así. Las visitas de Ramones no eran un recital y nada más sino que después continuaban en la radio a lo largo de toda la semana. En cualquier momento podía aparecer Joey y no iba a dar una entrevista y nada más sino que llevaba sus propios discos y los pasaba, y a lo mejor te ponía una banda que jamás ibas a conocer, opinaba sobre otros temas como en el 94, cuando habló del suicidio de Kurt Cobain y se pudo explayar. Quizás ahí entabló una relación indirecta con el público y empezábamos a conocer cómo pensaban esas personas, no solamente lo que leíamos en las revistas. El último recital, que fue extremadamente mainstream -algo extraño para la historia de Ramones- fue transmitido por la radio más escuchada, por el canal de TV más visto, y el sponsor era la gaseosa más vendida, entonces era como todo top. Ramones estaba por todos lados en ese verano del 96. Incluso había revistas que se lanzaban para sacar un poster o una edición fuerte de Ramones y después desaparecían.
– Se acercaba el final, con un Joey que empeoraba: su cuadro de salud ya era bastante frágil…
– Acá en Argentina se dio la noticia de que se venía la separación, era extraño para esa época que una banda anunciara que no va a seguir simplemente porque no quiere seguir. No hubo una pelea, aunque sí existían roces. Era parte de Ramones como banda vivir enfrentados, así que ese no era el motivo de la separación. También es cierto que Joey, el cantante, tenía el diagnóstico de su enfermedad. En ese momento era sintomática, todavía no sabían la gravedad, pero la decisión ya estaba tomada por muchos otros factores. Joey siempre tenía un tema de salud que arrastraba.
– ¿Creés que tuvo que ver con cierta autoexigencia de la banda decir basta?
– Es posible. Cuando venían acá a la Argentina la seguidilla de shows era muy larga, algo que no hacían en ninguna parte del mundo, ni siquiera en Estados Unidos. Nunca juntaban hasta cinco o seis recitales seguidos. Siempre hacían una o dos noches de descanso. Acá era todos los días entonces al tercer o cuarto recital la salud, el físico de Joey ya empezaba a decaer y eso ya se notaba en la voz en escena.
Tapitas de gaseosa
Aquel recital despedida del 96 tuvo como epílogo los disturbios en pleno centro de Buenos Aires, en la esquina de Florida y Lavalle. Cientos de fanáticos se agolparon en la puerta de un stand de una importante gaseosa que ofrecía entradas gratis a cambio de tapitas. Después de horas de cola las entradas no aparecieron y una horda de jóvenes punk enardecidos atacó ese y varios comercios de la zona a piedrazos. Ramones en Argentina ofrece algunas respuestas sobre qué fue lo que pasó esa tarde.
“Hubo una combinación letal de detalles sin tener en cuenta -dice Barberán Aquino-. En el libro está reflejado que la compañía o la radio que los traía tenían pensado canjear unas 100 entradas por día a lo largo de tres o cuatro días, pero hicieron mal los cálculos: el primer día ya tenían cinco mil personas antes de que abrieran. Llevabas determinada cantidad de tapitas y te regalaban una entrada, así que era algo muy tentador para un fan de Ramones, en su mayoría gente obrera, que no tenía las cosas fáciles. Por lo tanto, tener una entrada gratis era una opción que no podían dejar pasar La gente de marketing no lo entendió”.
“Lo peor de todo es que fue en un punto neurálgico de la ciudad, con muchas cosas dando vueltas, muchas personas haciendo otras cosas, y además de todo eso estaban renovando las veredas por lo que había containers con escombros. Fue una suma de cosas que terminó en incidentes gravísimos. No hubo heridos de gravedad pero sí en lo económico. Muchos negocios tuvieron que reponer los daños. Porque no solo el negocio de canje fue dañado sino todo lo que estaba alrededor”, describe el autor.
– ¿Es posible que los incidentes hayan sumado mayor visibilidad de la que ya tenían los Ramones en los medios en ese entonces?
– El tema ligado a la visita de Ramones entró no solamente en los diarios sino en noticieros y programas de política, que no tenían esa cobertura en visitas pasadas. Eso le dio una visibilidad, un empuje a la escena que de otra manera no sé si hubiera sido tan fuerte. Bandas jóvenes que tocaban en ese momento, con 20 años, hoy siguen y están cumpliendo 25, 30 años de carrera. Creo que en gran parte se lo deben a esa visibilidad que les dio Ramones en ese momento.
– ¿Creés que el hecho de que Dee Dee se haya casado con una fan argentina y haya vivido en nuestro país refleja de alguna manera esa afinidad entre la banda y su público?
– Cuando Dee Dee llega a vivir a Banfield Ramones ya estaba muy establecido en Argentina, pero es como que cierra el círculo. No solamente le gusta a los argentinos sino que los Ramones también sienten afinidad con Buenos Aires o con nuestro país. El tipo llegó, vivió acá. ¿Cuánto más podemos pedirle para demostrarnos que les gustamos, que les interesa el país? Creo que ese fue el cierre.