Contribuye a la erradicación del reservorio viral, el principal escollo para curar la enfermedad.
Se llama Timothy Brown y es la única persona del mundo que se ha curado del VIH. Fue diagnosticado en Berlín en 1995. Tras 11 años controlando el virus con fármacos antirretrovirales, le diagnosticaron también una leucemia mieloide aguda. La quimioterapia fracasó y, in extremis, le realizaron un trasplante de células madre, una intervención considerada de alto riesgo y reservada solo para enfermedades hematológicas muy graves. Brown superó la leucemia y una década después, y sin seguir ningún tratamiento contra el VIH, continúa sin rastro del virus.
La historia del llamado ‘Paciente de Berlín’ ha llevado a científicos de todo el planeta a tratar de elucidar los mecanismos de erradicación del VIH asociados al trasplante de células madre. En este sentido, un equipo de investigadores del Institut de Recerca de la Sida IrsiCaixa, y el Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid, acaba de dar un paso adelante que podría sentar las bases para una nueva estrategia de erradicación de la enfermedad.
Han realizado un estudio con cinco pacientes con VIH que, tras someterse como Brown a un trasplante de células madre para tratar un linfoma, ahora tienen un reservorio de virus indetectable en sangre y tejidos. Uno de ellos, además, siete años después de recibir el trasplante, no presenta ni tan siquiera anticuerpos contra el virus en sangre, lo que sugiere que el virus podría haber sido eliminado del organismo definitivamente.
“Todos los pacientes del estudio siguen tomando tratamiento antirretroviral”, señala a Big Vang Javier Martínez-Picado, investigador Icrea en IrsiCaixa y colíder de este estudio, publicado en Annals of Internal Medicine. “Los buenos resultados que hemos obtenido no quieren decir que se hayan curado, sino que por el momento no podemos detectar el reservorio viral”, advierte con cautela.
A pesar de que existen tratamientos muy eficaces para controlar el VIH, tras 30 años de investigación, aún continúa sin curarse. La razón es el reservorio viral, células infectadas que permanecen en estado latente, indetectables por el sistema inmunitario. Los tratamientos antirretrovirales actuales consiguen eliminar la carga del virus en sangre y tejido, pero no son capaces de encontrar esas células escondidas. El trasplante con células madre combinado con la quimioterapia y los fármacos antirretrovirales ataca, precisamente, ese reservorio, según han visto los investigadores.
Una combinación de estrategias
Tanto en el caso del Paciente de Berlín como en el de los seis pacientes de este estudio, todos padecían enfermedades hematológicas, distintos tipos de linfoma que se trataron de forma convencional mediante quimioterapia sin resultados. Como último recurso, les realizaron un trasplante de células madre de donantes compatibles.
“Es una intervención de alto riesgo, mucha gente muere. Uno de los motivos es la enfermedad del injerto contra el huésped: las nuevas células introducidas en la sangre atacan a las células del receptor, pueden llegar a dañar severamente a la persona hasta acabar con su vida. Se administran inmunosupresores para tratar de controlar esas reacciones, pero casi todas las personas que reciben un trasplante tienen una manifestación clínica de esta enfermedad”, explica el investigador de IrsiCaixa.
El Paciente de Berlín recibió un trasplante de células madre que, además, tenían una mutación llamada CCR5 Delta 32 que protegía a las células frente a la infección por VIH. No es el caso de los seis pacientes de este estudio.
La quimioterapia que recibieron todos los pacientes eliminó las células cancerígenas. El trasplante con células madre permitió la repoblación con células sanas y, al seguir tomando los fármacos antirretrovirales, las nuevas células no se infectaban con el virus.
“La combinación de las dos estrategias hace que los pacientes logren regenerar el sistema inmunitario. Lo interesante es que esa situación perdure en el tiempo para poder retirar la terapia antirretroviral”, apunta Martínez-Picado. Todos los pacientes excepto uno siguen teniendo anticuerpos, aunque los investigadores han visto que la carga viral en sangre está disminuyendo.
El único individuo de los seis que sigue con reservorio de VIH recibió un trasplante de sangre de cordón umbilical, a diferencia del resto, que fue de médula. Tardó 18 meses en reemplazar todas sus células por las células del donante. “Este proceso puede durar de uno a dos meses a más de un año, y hemos observado que cuanto más corto es este plazo, más efectiva es la reducción del reservorio”, afirma en un comunicado Mi Kwon, hematóloga del Hospital Gregorio Marañón y coprimera autora del estudio.
A punto un ensayo clínico
Ahora el paso siguiente es realizar un ensayo clínico para retirar el tratamiento antirretroviral a estos pacientes y ver qué ocurre, si siguen libres del virus en sangre y tejidos. La estrategia novedosa que seguirán los investigadores es a la vez que retiran los antirretrovirales, administrar a los pacientes una inmunoterapia, una vuelta de tuerca para intentar elimina el virus escondido del cuerpo del paciente.
“Hemos planificado nueve meses de inmunoterapia. Les inyectaremos unos nuevos anticuerpos neutralizantes de amplio espectro, muy nuevos cedidos desde la Universidad de Rockefeller. Después de ese tiempo si el virus no reaparece, les retiraremos también los anticuerpos”, explica Martínez-Picado.
El caso de estos pacientes es bastante excepcional, porque además de la infección por VIH padecían algún tipo de linfoma, les había fallado la quimioterapia y por ese motivo se habían sometido al arriesgado trasplante de células madre. ¿Cómo se trasladan estos resultados, pues, al resto de individuos con VIH?
Según Martínez-Picado una posible vía de investigación sería intentar el trasplante autólogo, esto es con las propias células madre del paciente; de esta forma, se evitaría el rechazo. “Se está estudiando extraer las células del paciente, modificarlas genéticamente para eliminar el receptor viral mediante ingeniería genética para después reintroducirlas en el cuerpo”. Aunque, en el fondo, la reactividad, la reacción del organismo frente a las células ‘extrañas’, puede ser una baza que puede resultar clave.
“Poner una célula de otro es un riesgo, pero también puede ser una virtud si somos capaces de controlar la reactividad con un alosupresor. Las células nuevas tienen una importante capacidad para destruir las células infectadas que quedan en el organismo. La reacción de las células donante contra las células receptoras es, de hecho, crítica para lograr eliminar el reservorio viral”, explica Martínez-Picado.
Fuente: La Vanguardia