Como parte de la investigación judicial de los abusos sexuales que 300 sacerdotes cometieron en Pensilvania, se reveló que Michael Freeman, uno de los acusados, ya fallecido, había cometido los mismos delitos antes de llegar al estado, mientras estaba en la diócesis de Buffalo. Un hombre de 49 años, que asistía a la iglesia católica en esa localidad del estado de Nueva York, era un adolescente cuando Freeman le apuntó con un arma a la cabeza para obligarlo a practicarle sexo oral, en más de una ocasión.
El abogado del denunciante, Steve Boyd, enfatizó que el abuso ocurrió luego de que la diócesis de Buffalo recibiera quejas sobre el sacerdote de la Parroquia Santa María de la Asunción en Lancaster, un suburbio de la ciudad, presentadas por una víctima anterior, en 1980.
Según informó The Buffalo News, el denunciante —que formalizó una presentación ante el fondo de compensación de víctimas de la diócesis— dijo que Freeman solía presumir de un revólver plateado calibre .38 que mostraba, y con el que lo amenazaba para que completara el abuso. A continuación absolvía al adolescente de los pecados cometidos durante la violación.
“Siempre lo llevaba escondido”, dijo Boyd sobre el revólver. “Y varias veces Freeman puso el arma contra la cabeza del menor”.
La denuncia previa indicaba que Freeman había llevado a otro adolescente a Toronto, en Canadá, para que mantuviera relaciones con prostitutas delante de él, y en algunas ocasiones le apuntó a la cabeza.
Freeman fue sacerdote entre 1972 y 1989, pero la diócesis de Buffalo continuó sosteniéndolo económicamente por otros 10 años, y nunca denunció los hechos a las autoridades. Su paso por Pennsylvania, donde se realizó la investigación, se dio entre 1982 y 1989. Murió en 2010.
“Ese era el patrón”, insistió Boyd sobre el modus operandi del sacerdote en sus ataques a menores: “Freeman obligaba a este menor a que le practicara sexo oral y luego lo absolvía por ese pecado”.