Era el año 1973 cuando Pablo Escobar Gaviria se fijó por primera vez en Victoria Eugenia Henao. Él, un muchacho de 24 años que comenzaba a dedicarse a negocios ilegales. Ella, la hermana de uno de sus mejores amigos, Carlos Mario Henao Vallejos. Era joven. Muy joven: una niña de apenas 13 años. Se casaron tres años más tarde, el 29 de marzo de 1976. Once meses después nació Juan Pablo, el primero de sus dos hijos. El segundo, una niña llamada Manuela, llegaría en 1984.
Pero antes del casamiento, antes de los hijos, hubo un episodio que cambió la vida de la mujer para siempre. Un secreto que Victoria Eugenia Henao pensaba que se llevaría a la tumba y que acaba de contar en el libro “Mi vida y mi cárcel con Pablo Escobar”, que se publicará el 15 de noviembre.
“Tuve que conectarme con mi historia y sumergirme en lo más profundo de mi alma, para reunir el coraje y revelar el triste secreto que he guardado durante 44 años”, escribe Henao, hoy de 57 años.
Una verdad que, dice, “empeorará la percepción” que el mundo tiene del hombre que era su marido.
La verdad sobre la violación y el aborto al que se sometió obligada por el futuro jefe del Cártel de Medellín.
Henao cuenta que el día que cambió su vida para siempre, Escobar la “abrazó” y la “besó”. La adolescente quedó “paralizada” por el miedo.
“No estaba preparada, no sentía malicia sexual, no tenía las herramientas adecuadas para entender lo que significaba ese contacto íntimo e intenso”, escribe en el adelanto del libro publicado por el diario Daily Mail.
Henao dice que tres semanas después, comenzó a sentirse “extraña” pero su inexperiencia nunca le hizo sospechar que pudiera estar embarazada.
Escobar la visitó unos días después para preguntarle cómo se sentía. Y le pidió que lo acompañara a la casa de una mujer ubicada en una zona remota y desolada de Medellín.
“Casi inmediatamente, una señora mayor, que apenas me saludó, me dijo que me acostara en una camilla e inmediatamente insertó varios tubos de plástico en mi vientre, los que se usan para canalizar las venas, y simplemente dijo que servirían como prevención”, escribe.
Entonces preguntó: “¿Prevención de qué?”.
“Podrías estar embarazada”, respondió la mujer.
“Luego me dijo que tuviera mucho cuidado y me ordenó que sacara los tubos una vez que comencé a sangrar”, relata Henao.
La viuda de Escobar dice que si bien no entendió lo que estaba sucediendo, ella obedeció en silencio. Posteriormente, Escobar la dejó en su casa y le aconsejó que siguiera las instrucciones y lo mantuviera informado sobre su estado.
“Los días siguientes dormí con esos tubos extraños dentro de mí y me vi obligada a ir a la escuela de esa manera para que mi madre no sospechara nada”, cuenta la mujer. “Tenía un dolor intenso, pero no podía decirle nada a nadie. Solo le rogaría a Dios que terminara pronto”.
El episodio tuvo repercusiones profundas en su vida. Henao quedó con preguntas que su fe no le permitía hacer. No podía hablar de sexo y aborto, algo que se consideraba un “tabú” en los años 70 y un “pecado imperdonable” a los ojos de la Iglesia.
Ese trauma comenzó a superarlo varios años después, cuando asistió a terapia y entendió que había sido víctima de una violación. En Colombia, las relaciones sexuales pueden constituir un abuso sexual si hay una diferencia de cinco años entre el agresor y la víctima. Escobar tenía 11 años más que ella.
En el libro, Henao afirma que revelar su doloroso secreto la obligó a enfrentar su pasado y la llevó a darse cuenta de que todavía no tenía todas las respuestas.
“Busco enfrentar mi pasado y asumir la responsabilidad”, dice. “No me siento cómoda presentándome a mí misma como una víctima de mi esposo debido al gran respeto que le debo a sus otras víctimas”.
Henao también escribe que, a pesar de su dolor, ha perdonado a Escobar porque siente que al menos una cosa buena salió de la relación.
“Tenemos dos hijos que nacieron de esa unión, con los que honramos sus vidas. Estoy agradecido por ellos, porque me dan la fuerza para seguir viviendo”.
El libro también tiene detalles de cuánto dinero recaudaron los enemigos para asesinarlo y cómo su familia terminó cediendo a las peticiones de esos enemigos para no tener la misma suerte.
Escobar fue asesinado por la Policía Nacional de Colombia el 2 de diciembre de 1993 durante un tiroteo en Medellín.