Todas alguna vez hemos leído el horóscopo. Están, por un lado, las fundamentalistas de las predicciones que el cielo tiene destinadas para ellas y, por el otro, las que dicen no creer en esas cosas, pero que cuando ven algo sobre su signo no pueden resistir la tentación de saber qué dice.
No importa en qué grupo estés ni si creés o no creés porque, lo hagas o no, esto igual está sucediendo. Al menos, de eso están convencidas quienes estudian a la astrología como una herramienta de autoconocimiento.
Claro que se trata de algo mucho más profundo y complejo que sólo saber bajo qué signo nacimos y vaticinar amores, dolores, éxitos y fracasos para todos los seres humanos que comparten fecha de nacimiento.
“Una persona es un instante de cielo caminando por la calle“, explica la reconocida astróloga Ana Bilsky, quien es además la elegida por Mariana para analizar, cada año, su revolución solar.
“Una carta natal es el dibujo de cómo estaba el cielo en el momento exacto del nacimiento. Ese instante de cielo que cada uno de nosotros es, es una especie de campo de energía que vibra, que emana determinada información y esto hace, a su vez que vengan a nosotros personas, circunstancias, situaciones, en función de esa energía que uno es”, se explaya.
Entonces, si yo nací en el mismo instante que mi amiga, ¿ambas tendremos el mismo destino en la vida? ¡Claro que no!, dicen todas las astrólogas con las que hablamos. Al parecer, podemos tener la misma carta por haber nacido el mismo día, a idéntica hora y en las mismas coordenadas geográficas, pero eso no quiere decir que pasemos por el mismo tipo de experiencias.
“La carta natal es como un auto, como el coche emocional, el vehículo psicológico o mental. Muchos somos el mismo auto, pero cada conductor es único y va a hacer de ese coche uno único también. En este caso, quien conduce es la conciencia. Una carta natal es un campo de energía que vibra, muchos somos la misma carta pero de ninguna manera significa que pasemos las mismas experiencias. Dentro de una carta hay muchos elementos para trabajar y hay tres que son fundamentales: el sol, la luna y el ascendente”, explica Bilsky.
La luna
Todos tenemos un signo lunar, uno solar y un ascendente. Si bien a la hora de decir a cuál pertenecemos (o de leer los horóscopos) nos identificamos con el solar, los tres hablan de nosotros. Claudia Piégari -astróloga, coach ontológico y profesora de astrología humanística y psicológica- ve a la carta natal como el viaje del alma, de un sistema energético que eligió una forma humana para realizar una nueva experiencia. “Si consideramos la metáfora del viaje, la luna es el lugar donde lo comenzamos y representa nuestro mundo emocional”, explica Piégari, con lo que Bilsky coincide y amplía: “Es el ‘necesito’ de la carta. Está muy ligado a los procesos emocionales, a lo que necesitamos para sentirnos tranquilas”.
En este sentido, quienes estudian los astros coinciden en que la luna está relacionada entonces con la mamá, con los mecanismos infantiles y también con los talentos.
“Lo que uno tiene en la luna es eso que tiene hasta el hartazgo, que conoce de memoria. El secreto es pegar el salto hasta la luna siguiente. Por ejemplo, si uno la tiene en Leo, que habla de la necesidad de sobresalir y expresarse, tiene que aprender la cautela de lo virginiano y no estar tan pendiente de la mirada del otro”, suma la conocedora de los secretos que los planetas tienen guardados para muchas de las celebridades locales, entre ellas Mariana.
Al estar tan relacionada con los afectos y con el momento del nacimiento, Piégari asegura que es un lugar muy delicado, “que abre una gran posibilidad de trabajo con nosotros mismos en los momentos de crisis”.
El sol
Esta es la parte de la canción que sabemos todas. Podemos no tener idea de cuál es nuestra luna o nuestro ascendente, pero de chiquitas nomás aprendemos nuestro nombre, apellido y nuestro signo. ¡Ese es nuestro sol! Y, attenti muchachas, porque Bilsky asegura que está asociado a la figura del padre, “es el masculino de la carta, el ‘yo quiero’ que dice cómo la persona actúa. Es la acción”.
De acuerdo a la metáfora del viaje, el sol sería el autito que nos dieron para esta travesía. Partimos de la luna, donde arrancó todo, y vamos transitando la vida a bordo de nuestro sol.
“Siempre nos vamos a reconocer en alguna cualidad de ese signo. También abre una gran posibilidad, preguntarnos ‘quién soy’. Esta pregunta tiene que ver con lo que habla Jung acerca de un lugar de contacto con uno mismo mucho más profundo. Poder preguntarme quién soy, más allá de los roles que juegue, más allá de ser este nombre y apellido, de ser padre, madre, hija, etcétera. Y el sol cumple esa función de aquel lugar de idea de nosotros mismos, que es bueno que no se fije, que siempre esté madurando, creciendo y posibilitando el integrarnos con el resto de los factores como la luna, el ascendente y muchos otros”, suma Piégari.
El ascendente
Entonces, partimos de la luna, viajando a bordo de nuestro sol por un camino. Ese camino que recorremos para lograr lo que queremos -lo que pide nuestro sol- y lo que necesitamos -lo que pide nuestra luna- es ni más ni menos que el ascendente. “Si bien tenemos todos estos elementos desde el momento en que nacemos, a veces tardamos en reconocer el ascendente”, explica Bilsky y aclara: “No es algo que uno viene a aprender o aprehender, porque es algo que somos esencialmente, pero que vamos reconociendo con el tiempo“.
Es que, al parecer, cada ascendente tiene para cada persona un misterio diferente a desentrañar. “Por ejemplo, el que lo tiene en aries, tiene mucho que ver con la autonomía, con el mandarse, ser independiente, ir hacia lo que quiere. En cambio, un ascendente en capricornio puede traer temas fuertes con la figura del padre, con la autoridad, con la responsabilidad”, ejemplifica la astróloga de Mariana.
Y Piégari añade: “Es una energía que nos invita a que ampliemos la idea de nosotros mismos y a que la incorporemos para lograr esa singularidad creativa que somos”.
Dato importantísimo: conocer esta información está muy bien para comprendernos un poco más, pero tal como advierte Piégari, también corremos el riesgo de quedarnos sólo con eso y no usar las herramientas de este lenguaje a nuestro favor. Una buena astróloga va a poder ayudarte en tu propio viaje.
Mariana, según los astros
Cada 8 de enero, ella sopla las velitas, lo que la convierte en una capricorniana de pura cepa. Pero la foto del cielo del momento exacto de su nacimiento dice que, además de tener el sol en capricornio, Mariana tiene la luna en sagitario y el ascendente en aries.
¿En español? “Dentro de su mapa hay diferentes energías: una que la lleva a ser súper estricta con ella misma, exigente, responsable, que se sostiene en sus metas y en sus ambiciones, y que también sostiene a otros, que tiene gran capacidad de organización”, cuenta Bilsky.
Y hay más porque también tiene una parte “no tan prolija ni formal, que es mucho más potente y poderosa“. Esta energía dice que nuestra conductora favorita es arremetida, jugada, arriesgada, inquieta, acelerada y que no puede parar de hacer cosas.
“Hay una tercera energía, que no tiene que ver ni con su sol ni con su luna ni con su ascendente, que me habla de una mujer ultrasensible, que le encanta viajar y que siempre apuesta a lo vital”, finaliza la astróloga, no sin antes asegurar que ese optimismo que ella irradia y contagia está marcado en su carta natal.