Por Paola Florio
La solidaridad en los niños es uno de los valores más importantes que podemos enseñar y reforzar, pues es en la infancia donde puede echar sus raíces más profundas.
Tiene que ver con dar, con entregar, con reconocer una lógica, aquella que dice que lo que tenemos dobla su valor cuando lo compartimos con alguien que lo necesita. Se trata de un sentimiento que hay que fomentar tanto en la familia como en la escuela, así como en otros ámbitos. La persona o el niño que aprende a ser solidario por lo general ya no abandona este camino, gracias a la gran recompensa intrínseca de la que suele ir acompañado.
“La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo“, decía Eduardo Galeano. Entonces, educar a un niño con sentimientos como la empatía y valores como la solidaridad le dará muchas herramientas que no sólo ayudarán a los demás sino también a ellos mismos.
“¿De dónde surge la necesidad de comunicarnos con los demás y de interactuar con ellos? El inicio lo tendríamos que buscar en el momento en que nuestros antepasados se hicieron cazadores: los miembros de un grupo o familia debían colaborar para la búsqueda y captura de alimentos, pero también para la crianza de los hijos o la realización de actividades.
El impulso inicial de los seres humanos es cooperar, y se advierte ya en niños de un año, que ayudan y comparten, mientras que a los 2 o 3 años ya son más cautelosos. Pero lo que convierte la socialización humana en diferente es la aparición de la consciencia y con ella las funciones cognitivas”, explica el doctor Claudio G. Waisburg, director del Instituto Soma.
A lo largo de nuestras vidas nos relacionamos constantemente con otras personas. Muchas veces necesitamos una mano. Otras, somos nosotros quienes la damos.
“Dar y recibir ayuda nos hace sentir más saludables porque mejora nuestro estado de ánimo, nuestras hormonas y nuestros neurotransmisores neuronales químicos como han podido demostrar recientemente estudios de neurociencia aplicada al ser humano. Como consecuencia de emplear nuestro tiempo en acciones solidarias, en ayudar a alguien que lo necesita, así como en detalles a nuestros seres queridos, nuestro cuerpo y mente fomenta elevadas cantidades de hormonas relacionadas con la vinculación afectiva como la oxitocina y altas dosis de neurotransmisores del placer y de la felicidad como la dopamina, la serotonina, la adrenalina o las endorfinas”, detalla el especialista.
¿En qué los favorece?
Un niño se está preparando desde muy temprano para ser adulto. Esto significa que en el futuro tendrá que enfrentarse a un mundo laboral que todavía no conoce. Sin embargo, será necesario que aprenda cuanto antes los valores del trabajo en equipo, que requieren solidaridad y compañerismo. Cuanto antes interiorice esto, antes se adaptará a todo tipo de entornos.
Además, la solidaridad es uno de los valores más hermosos que existen. Es necesario, por tanto, que no convirtamos a los pequeños en niños solitarios incapaces de compartir. Vivimos en un mundo en el que las relaciones son necesarias. Es, por tanto, muy importante que aprendan los valores de compartir, ayudar, saber ceder en ciertos momentos y, en definitiva, coexistir en sociedad.
“Ser solidario te mantiene saludable tu salud mental y física y generás una perspectiva positiva acerca del mundo que te rodea, lo que se refleja en tu sistema inmune subiendo tus defensas”, asegura Waisburg.
¿Cómo lograrlo?
La forma más fácil es predicar con el ejemplo y como padres, ponerse en acción. Andrea Cardoso es empleada y tiene un hijo de 17 años que desde que tiene uso de razón la ve involucrarse con causas sociales. “Intento contagiarlo con el ejemplo, desde chiquito con Giani separábamos juguetes, libros y ropa que él ya no usaba en tres cajas: la de tirar, la de conservar y la de regalar. Hoy, ya lo hace solo cada vez que ordena sus cosas. Creo que es muy importante que él pueda tomar conciencia de lo que pasa a nuestro alrededor. No todos vivimos de la misma manera”, explica.
“Tener tolerancia y empatía lo va volver más feliz a él y a su vez, lo va a convertir en una mejor persona”, asegura Ayelén Larumbe, gerenta de Recursos Humanos, sobre su hijo de 6 años.
“Soy consciente de que es un nene que tiene suerte y un millón de oportunidades que chicos en otros ambientes no tienen. Manu crece rodeado de amor, de expectativas, de esperanza depositadas en él, y va a poder planificar su futuro siendo apoyado porque crece siendo amado y respetado en un clima de estímulo. Esta suerte que él tiene, quiero que la pueda valorar para aprovecharla en su beneficio y que a su vez lo empuje a hacer voluntariado y comprometerse con su comunidad. Todos los chicos deberían tener las mismas oportunidades y, sin embargo, eso no pasa”, afirma.
¿Cómo lo hace? Con mucha charla: “Desde que tiene 3 años me acompaña en diferentes campañas de la Fundación de la que soy parte y siendo tan chiquito entendió que hay días que los regalos que ayuda a envolver no son para él, que los útiles que guardamos en casa no son para él. Sabe que hay muchos chicos que esperan esa contribución y cuando recibe los útiles que le van regalando o juguetes nuevos, él mismo separa cosas para donar. Si entran juguetes, salen juguetes, ese es nuestro lema. Aunque es chico se da cuenta que algunos nenes están descalzos o que tienen hambre, entonces surgen las mil preguntas que cualquier adulto se hace: ¿por qué no tienen zapatillas? ¿Por qué se les inunda la casa? ¿Por qué tienen que ir al comedor? Las respuestas son difíciles, pero se presta a un diálogo que ojalá lo ayude a mirar el mundo sin tantos prejuicios como muchos grandes”.
La solidaridad en los niños es muy importante, pues mejorará sus habilidades sociales como adultos, les procurará una infancia más feliz y les permitirá habitar un mundo mucho más amable y generoso.
¿Cómo hacerlo? Buscá un colectivo solidario, en cada ciudad hay diferentes opciones.
La ONG Construyendo Puentes, por ejemplo, propone sumarse a los #PadrinosNavideños, donde mediante un programa de padrinazgos cada uno elige un chico y se hace cargo de su regalo. Luego, Papá Noel se encarga de repartirlos. Podés buscar más información en redes: @construyendopuentes