Sergio Schoklender Tiene una hija en Tucumán que ya cumplió 20 años y sólo lo vio una vez, aunque él no le dirigió la palabra.
Sergio Schoklender tiene una hija “secreta” en Tucumán. Y un juicio por alimentos que ya lleva 7 años. En agosto pasado, el propio Schoklender propuso una probation para esquivar el juicio en su contra que debía comenzar sólo 13 días después, y le ordenaron depositar todos los meses $10.000 para su hija y donar a una institución de bien público $300 por mes en “insumos”.
Aunque ya pasaron cuatro meses del acuerdo, aún no envió dinero a su hija. Por su incumplimiento como padre durante todos estos años, el juez tucumano que le aceptó la probation lo “castigó” con una multa que ya compite en los anales de las penas insólitas de la justicia argentina: 750 pesos. No es un error de tipeo. Al cambio de este martes, 20 dólares.
La ley 13.944 de “incumplimiento de los deberes de asistencia familiar” estipula prisión de hasta dos años o multas de hasta $25.000 para los que incurran en ese delito. Pero Schoklender pagó su culpa de 13 años de juicio de filiación más 7 años de juicio penal por alimentos con el equivalente a dos kilos de helado.
Madeleine estudia Derecho en Tucumán y este lunes dio la última materia con la que pasó a tercer año de la carrera. Es hija de Sergio Schoklender y de María Belén Schneer, quien conoció a Schoklender en 1995, cuando éste fue a presentar un libro a Tucumán tras cumplir la condena por el doble crimen de sus padres.
“Una amiga me dijo: vamos a ver a este hombre que sufrió tanto, pobre… las mujeres somos curiosas, vio?”. El le dio un libro con una dedicatoria cariñosa y ella le escribió a Buenos Aires cuando él se fue. A los meses viajó a verlo y comenzaron una relación de dos años, hasta que quedó embarazada y dejaron de verse.
María Belén comenzó un juicio de filiación sin respuesta durante 10 años, hasta que le dijo a Schoklender que, si él no viajaba a Tucumán a reconocer a su hija, ella se encadenaría a la puerta de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, donde él trabajaba junto a su hermano Pablo y a Hebe de Bonafini, a quien llamaba “mamá”.
Schoklender buscó evitar el escándalo -estaba al frente del plan de viviendas Sueños Compartidos, por el que luego sería procesado- y aceptó un ADN. Cuando la prueba confirmó que Madeleine era su hija, la nena tenía 11 años. Fue la única vez que ella lo vio, aunque él no le dirigió la palabra.“No me gustó cómo me miró porque fue con desprecio. No parecía que estuviera con mi papá”, recuerda ella.
En 2010 Schoklender se ofreció a pagar una mensualidad de 2.000 pesos que duró 4 meses, porque luego estalló el escándalo por el desvío de fondos en la Fundación y alegó que no podía seguir pagando porque estaba “quebrado”.
En 2011 comenzó el juicio penal por “deberes de asistencia familiar” que aún sigue en pie. Madeleine tenía 13 años. Ahora tiene 20.
Schoklender acaba de decirle al juez tucumano que tampoco ahora puede depositar la suma exigida porque le ordenaron hacerlo en una cuenta del Banco Macro y en la localidad santafecina de Pérez, donde vive, no hay sucursales de esa entidad. La Justicia ordenó entonces que lo haga en un Banco Nación.
Si Schoklender no hubiese obtenido la probation que por ahora tampoco cumple, habría afrontado un juicio con una pena de dos años de cárcel, salvo que se probara un presunto ocultamiento de bienes para eludir sus obligaciones. Ahí la pena ya llega a los 6 años, y quizá Schoklender terminaba preso ya no por el crimen de sus padres ni por el desfalco al Estado desde la fundación de las Madres, sino por la causa menos pensada: la de una hija “escondida” que ahora quiere ser abogada para defender los derechos de quienes viven en la injusticia.