El dolor era permanente pero no insoportable. Lo transitaba. Era su espalda la que le producía sus molestias constantes desde hacía 365 días. Sarah Williamson, 41 años, no sabía qué era y lo atribuyó a malos movimientos, a su vida como madre… a la vida misma y al paso del tiempo. “Cronología“, habrá pensado o el intenso running que practicaba.
Sarah vivía en Darlington, Condado de Durham, Reino Unido, junto a su marido Richard (39) y su hija Annecy quienes estaban al tanto de su malestar.
Dos años atrás, el día de su cumpleaños, su amado esposo Richard se acercó a ella para felicitarla. Además de las dulces palabras que salieron de su boca, también aprovechó su contextura para abrazarla. Para rodearla con sus brazos. Como un oso. Muy fuerte. Tan fuerte que le quebró una costilla.
Fueron al hospital para hacerse unos estudios por el dolor intenso que -ahora, además- sentía en el pecho. Los resultados no fueron lo que ellos esperaban: en cambio, resultaron devastadores. No por la quebradura de la costilla, sino que los médicos descubrieron en las imágenes que Sarah tenía algo más grave. Le diagnosticaron cáncer de médula ósea, mieloma.
Nunca hubiera imaginado eso si no hubieran concurrido al centro médico por el accidente producido por el abrazo. Y el cáncer hubiera avanzado aún más.
La mujer se sometió a una terapia nueva que lleva adelante el médico Graham Jackson, del The Freeman Hospital de Newcastle. Forma parte de un nuevo estudio que agrupa a unos 4 mil pacientes del Reino Unido, todos diagnosticados con mieloma.
El tratamiento encabezado por Jackson consiste en recibir lenalidomida -después de la quimioterapia- y un trasplante de células madre. Hasta el momento, Sarah experimentó una remisión importante en su cáncer.
“Cuando me preguntaron si quería participar en el ensayo clínico, no dudé en decir sí y me encantó que me seleccionaran al azar para recibir lenalidomida, ya que respondí muy bien al medicamento. Para los pacientes obtener una remisión extra de dos años es fantástico y es lo que espera cada persona con esa condición, ya que significa que pueden hacer que su vida vuelva a ser lo más normal posible“, indicó la mujer que trabaja en el área de las comunicaciones.
Sarah también contó que durante el tiempo que dura el tratamiento “apenas ha tenido efectos colaterales” y que todo su dolor “se ha ido“. Hoy no tiene signos de tener cáncer de médula ósea.
“Cuando me reúno con personas que tienen la enfermedad y no están en las pruebas, tengo una sensación de injusticia en su nombre ya que tomar este medicamento me ha ayudado a recuperar mi vida y lo estoy disfrutando al máximo“, contó la mujer en declaraciones al diario inglés DailyMail.
Los resultados muestran que la lenalidomida puede prolongar los tiempos promedio de remisión en más de dos años en pacientes más jóvenes -como es el caso de Sarah- y en más de un año en pacientes de edad avanzada. Además, redujo el riesgo de progresión o muerte en más del 50 por ciento en ambos grupos.
Los pacientes con mieloma múltiple pueden recibir lenalidomida como terapia de mantenimiento después de recibir un trasplante autógeno de células madre para la enfermedad, con el fin de ayudar a impedir que regrese el cáncer, de acuerdo al Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos.
“La lenalidomida, una versión un poco menos tóxica y más potente del fármaco talidomida, fue primero aprobada por la FDA en 2006 para usarse en combinación con dexametasona como tratamiento para el mieloma múltiple en pacientes que han recibido al menos otro tratamiento anterior“, señala ese organismo.
Sin embargo, este tratamiento está en estado experimental y no todo el mundo puede acceder. Ni en los Estados Unidos ni en el Reino Unido. Todavía son muchos los interrogantes que se planetan y los riesgos por efectos secundarios no deseados.