Es en La Clotilde, a 260 kilómetros de Resistencia. El jefe comunal lleva 27 años en el poder.
Si cualquier foráneo llegara de imprevisto a La Clotilde (260 kilómetros de Resistencia) y le propusieran encontrar la casa del intendente de la ciudad, el desafío sería más que sencillo: es la única seca, a la que nunca le entró el agua. Acá el 70 por ciento del municipio sufre las consecuencias de una inundación histórica y mientras muchas viviendas tienen un metro de agua en el comedor, el hombre de mayor poder que lleva 27 años al mando, posee una barricada de bolsas de arena en la puerta del hogar.
Antonio Mendieta y su mujer Alejandrina hace más de una semana que tienen el agua estacionada en la habitación de su casa. Ya no sube, pero tampoco baja y el olor a podrido se siente con fuerza. Ellos son algunos de los vecinos que viven en la parte más baja de la ciudad y que su situación empeoró en las últimas horas cuando justo en la cuadra que vive el intendente, Victor Gazco, se colocó un muro de contención con bolsas de arena que ocasionó que el agua que corría por las calles desembocara en un sólo sector.
En esta zona -en el centro de la provincia de Chaco- la ayuda no llega. Por eso el miércoles, cuando los vecinos vieron que se acercaban camiones con bolsas de arena, salieron de sus casas para reclamar que les dieran algunas. Se encontraron con que todas eran custodiadas por la Policía local y que estaban siendo colocadas en la cuadra en la que habita el principal mandatario.
Enojados, quienes más sufren por la inundación reclamaron y lograron que se levante ese muro, pero como una demostración de poder, Gazco colocó todas esas bolsas en la puerta de su hogar, la única que quedó seca y que ocupa casi un cuarto de cuadra en la calle que se llama Juan Domingo Perón. El hombre hace 27 años que es el intendente de La Clotilde, forma parte del Partido justicialista y es del riñón de Capitanich. Allí viven unas 4 mil personas, según el último censo, y todos se conocen. Por eso muchos prefieren no dar su nombre y apellido.
Luego de la bronca de los vecinos, una topadora apareció como por arte de magia y con montículos de tierra trató de armar barreras en las puertas de las casas: ya era demasiado tarde, no había forma de frenar lo que no se pudo prever.
Clarín intentó hablar con Gazco, pero no respondió a los llamados por teléfono ni el timbre. “No creo que te atienda m’ijo, está encerrado el hombre y no va hablar”, decía un señor en cuero con sombrero y los pies descalzos en la calle tapada por agua. A la vuelta, el kiosco que atiende Hugo y Elvira tiene los estantes desiertos y el patio inundado: “El camión con mercadería no entra hace diez días y ya no nos queda nada. Sólo dos paquetes de galletitas, unas masitas y ninguna gaseosa”.
“La gente está enojada porque acá no llega ninguna ayuda. Vemos que hay donaciones en otras partes del país pero nosotros no recibimos nada. Estamos olvidados”, relata Rosa, que se tuvo que mudar de manera provisoria a lo de un vecino y que perdió hasta los recuerdos de las fotos. El municipio es uno de los tantos afectados por las intensas lluvias que se registraron en gran parte del país. Al menos 2.900 personas siguen evacuadas por las inclemencias climáticas que comenzaron hace una semana.
Llegar hasta La Clotilde desde Resistencia es una odisea. La Ruta Nacional 16 que cruza las provincias de Corrientes, Chaco, Santiago del Estero y Salta, está cortada por cientos de personas en distintos puntos que reclaman asistencia inmediata. Son habitantes de todas las localidades chaqueñas que se vieron afectadas por el temporal. Aquí llovió en tres días lo que llueve en meses y la gente lleva varios días con el agua por los tobillos. Muchos duermen en los techos, mientras que en los hospitales no hay insumos y los enfermos reclaman atención médica con urgencia.
El río al que los vecinos nombraron “Muerto” -por lo árido- hace diez días revivió y su desborde provocó algo que no se veía por esta zona desde hace más de 30 años: “La última inundación así que recuerdo fue en 1986”, cuenta Mabel, una señora de 75 años. A su lado una mujer con sus dos hijas sentada en una silla a la que no se le ven las patas, espera que el paso del tiempo le devuelva la vida que tenía. Que el sol que este jueves pegó con fuerza empiece a evaporar tanta lluvia caída.