Alzheimer La prueba que investigadores alemanes y estadounidenses desarrollaron se fija en el neurofilamento, una proteína estructural que forma parte del esqueleto interno de las neuronas
Un simple análisis de sangre permite detectar el daño cerebral causado por el alzheimer mucho antes de que aparezcan los primeros síntomas clínicos de la enfermedad, entre ellos la pérdida de memoria, según un estudio de investigadores alemanes y estadounidenses publicado este lunes en Nature Medicine.
“El hecho de que todavía no haya un tratamiento eficaz para la enfermedad de Alzheimer se debe en parte a que las terapias actuales comienzan demasiado tarde”, dijo Mathias Jucker, investigador del Centro Alemán para Enfermedades Neurodegenerativas (DZNE) y del Instituto Hertie para la Investigación Clínica del Cerebro (HIH).
Jucker, director del estudio, y sus colegas adoptaron un enfoque diferente al de otros trabajos para poder observar, en sus palabras, “la muerte de las neuronas”.
La prueba que desarrollaron se fija en el neurofilamento, una proteína estructural que forma parte del esqueleto interno de las neuronas.
Cuando las neuronas cerebrales se dañan o mueren, el neurofilamento se filtra hacia el líquido cefalorraquídeo que baña el cerebro y la médula espinal, y de ahí pasa al torrente sanguíneo.
Jucker y su equipo colaboraron con investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en San Luis (Misuri, EEUU) para estudiar si los altos niveles de esa proteína en sangre reflejan daño neurológico, como ocurre cuando se detecta gran cantidad de neurofilamento en el líquido cefalorraquídeo.
Así, analizaron datos y muestras de más de 400 individuos que forman parte de la población de estudio de la llamada Red de Alzheimer de Herencia Dominante (DIAN), liderada por la Universidad de Washington y que engloba a un grupo de familias en las que la enfermedad se presenta a una edad temprana debido a ciertas variantes genéticas.
De los participantes, 247 tenían la variante genética de inicio temprano y 162 eran familiares no afectados por la enfermedad.
En aquellos con la variante genética, los niveles de neurofilamento fueron más altos al comienzo de las pruebas y aumentaron con el paso del tiempo, mientras que en el resto fueron bajos y se mantuvieron estables.
Hubo cambios notables en la sangre hasta 16 años antes del inicio calculado de los síntomas del alzhéimer.
Según Jucker, pudieron “predecir la pérdida de masa cerebral y los cambios cognitivos que ocurrieron” años después, a través de escáneres cerebrales y pruebas cognitivas que revelaron que aquellos con aumentos en sus niveles de neurofilamento tenían más probabilidades de mostrar signos de la enfermedad.
Además, los niveles altos de esta proteína en sangre pueden ser un signo de otras enfermedades o lesiones neurológicas, por lo que los hallazgos de este estudio quizá puedan aplicarse en el futuro para identificar el daño cerebral en personas con afecciones neurodegenerativas, de acuerdo con sus autores.
De momento, antes de que la prueba pueda usarse en pacientes con alzhéimer u otra afección neurodegenerativa, los investigadores deben determinar qué nivel de neurofilamento en sangre es demasiado alto y con qué rapidez tiene que aumentar para convertirse en motivo de preocupación