Los últimos datos que manejan las autoridades europeas muestran esa tendencia. En Francia las ofensas subieron en un año un 74% y en Alemania los ataques violentos lo hicieron un 60%.
Europa está lejos de los peores momentos de su historia, pero no termina de quitarse de encima el odio que una vez ensangrentó el continente y provocó el asesinato de más de seis millones de judíos. El auge de la xenofobia lleva aparejada un crecimiento del antisemitismo, no sólo como discriminación sino ya también como violencia.
Los últimos datos que manejan las autoridades europeas muestran esa tendencia. En Francia las ofensas contra los judíos subieron en un año un 74% y en Alemania los ataques violentos lo hicieron un 60%.
Esos datos, de dos de los principales países del bloque, confirman los desvelos por los últimos informes anuales de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales (AEDF), un organismo de la Unión Europea. Esa agencia lleva años advirtiendo del aumento de la xenofobia, el racismo y el antisemitismo.
El Eurobarómetro del pasado mes de enero reveló que la percepción es diferente entre la población judía y el resto. Mientras el 89% de los judíos dijo que el antisemitismo crecía “significativamente” en los últimos años en Europa, sólo el 36% del resto de la población estaba de acuerdo con esa afirmación.
Un sondeo de CNN mostró que en Europa hasta el 20% de la población cree que los judíos tienen demasiada influencia en las finanzas y la política, que el 34% de los europeos no sabía nada o muy poco del Holocausto y que el 32% pensaba que los judíos explotaban el Holocausto “para mejorar su posición”.
Los judíos europeos, según los últimos informes de la AEDF, se enfrentan a una situación de aumento de las agresiones, de los discursos que fomentan el odio racista y de una situación política que en algunos casos los usa para justificar sus medidas anti-liberales, como hace la Hungría del nacionalista Viktor Orban con su campaña permanente contra el filántropo y financiero George Soros, judío estadounidense de origen húngaro.
Este aumento del antisemitismo volvió a los medios franceses en los últimos días después de que aparecieran esvásticas pintadas sobre unos retratos de Simone Veil, una superviviente del Holocausto que fue ministra francesa y la primera mujer en presidir el Parlamento Europeo.
El gobierno francés confirmó esta semana que el Ministerio del Interior registró en 2018 hasta 541 actos antisemitas, casi el doble que en 2017. En Alemania las ofensas a los judíos llegaron a su máximo en 10 años con 1.646 registradas en 2018. Y los ataques físicos pasaron en un año de 37 a 62.
La AEDF publicó a finales de 2018 su mayor estudio sobre el antisemitismo en Europa. Más de 16.000 judíos de 12 países respondieron a una encuesta que mostró, según su director Michael O’Flaherty, que “décadas después del Holocausto, sorprendentes niveles de antisemitismo siguen siendo una plaga en Europa”. El informe mostraba por ejemplo que un tercio de los judíos no acuden a sinagogas u otros centros judíos por temor a su seguridad y que alrededor del 30% se había planteado emigrar.
La situación política europea, con el auge de la ultraderecha, amplifica el fenómeno. Difunden discursos de odio racial y teorías conspirativas donde muchas veces son los judíos –además de los musulmanes- los culpables de las desgracias.
En el Reino Unido los judíos se enfrentan a más ofensas y ataques desde que se inició el proceso del Brexit. Hasta el punto de que muchos judíos británicos, descendientes de judíos alemanes que huyeron de Alemania por el auge del nazismo, están pidiendo ahora pasaportes alemanes, a los que tienen derecho según la Constitución alemana porque a sus ascendientes se les quitó la nacionalidad “por razones políticas, racistas o religiosas”.
Muchos judíos británicos, como otras minorías, sienten que tras el Brexit ha aumentado la discriminación y ahora se encuentran con actitudes antisemitas que no habían sufrido hasta ahora en tierras británicas. Michael Newman, director de la Asociación de Refugiados Judíos en el Reino Unido, explicaba hace unas semanas a Clarín que sus datos confirmaban que “hay un aumento en el número de incidentes de antisemitismo”.
Pero Alemania tampoco está vacunada contra el antisemitismo, sobre todo desde que irrumpió en el panorama electoral AFD, el grupo ultraderechista que apunta por encima del 10% en los sondeos. Uno de sus líderes, Alexander Gauland, llegó a decir que el Holocausto era “una pequeña caca de pájaro en más de 1.000 años de exitosa historia alemana”.
Los informes de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales recogen, sin publicar la identidad de los entrevistas, los testimonios de judíos enfrentados a ofensas y discriminaciones en su vida diaria. Una judía polaca de 50 años cuenta: “Nunca admito que soy judía, por miedo. Sólo dos personas lo saben”.
Un judío español de 35 años dijo que no hay más incidentes antisemitas en público “porque muchos judíos decidimos no usar la kipa para no ser discriminados. No nos discriminan porque nos escondemos”.
Una mujer holandesa de 54 años, policía de profesión, dijo: “Me enfrento a comentarios antisemitas de compañeros de trabajo”.
Una mujer alemana de 69 años dijo que no se identificaba como judía “porque temo a la ignorancia, a las reacciones negativas y a las amenazas”.
Y una holandesa de 34 años: “siento que los judíos de mi generación experimentamos una mayor sensación de inseguridad y que no somos aceptados en Holanda como judíos”.