La presenta esta semana al Congreso. La edad mínima para las mujeres será de 62 años y de 65 para los hombres. Quejas de los sindicatos.
El gobierno brasileño piensa jugar a fondo y ya reveló los primeros lineamientos de una reforma de las jubilaciones en la que el flamante presidente Jair Bolsonaro se juega gran parte de su credibilidad, en un momento de fuertes tensiones en el seno de la alianza ultraconservadora que lo llevó al poder.
La crisis política se aceleró cuando el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, cuestionó la capacidad de “liderazgo” del mandatario ultraderechista, un ex militar
Bolsonaro, que el miércoles pasado fue dado de alta después de 17 días hospitalizado por una operación abdominal, se reunió poco después en Brasilia con su superministro del área económica, Paulo Guedes, y otros miembros del gobierno para concretar, tras semanas de discusiones, la propuesta definitiva de reforma de las jubilaciones que será presentada al Congreso el miércoles próximo.
El Secretario de Pensiones del ministerio de Economía, Rogério Marinho, explicó que el mandatario optó por una edad mínima de 62 años para las mujeres y de 65 para las hombres, con un período de transición de 12 años. Una propuesta algo más blanda que la de Guedes, según dijo, que quería imponer una edad mínima de 65 años para todos y una transición de 10 años.
En la actualidad, la ley permite a las mujeres jubilarse con 30 años de aportes y a los hombres con 35 sin que exista ningún límite de edad para ello, por lo que hay casos en los que personas con apenas 50 años ya pueden percibir esa prestación.
Uno de los frentes más complicados es el de los empleados públicos, que tienen un régimen diferenciado, pero sobre todo los militares, que aportan menos de la mitad que cualquier otro trabajador y sus hijas mujeres solteras siguen cobrando el beneficio tras la muerte del padre de las Fuerzas Armadas.
Ningún otro detalle, como el de los años de cotizaciones necesarios para obtener un beneficio de pensión parcial o total, ha sido revelado.
Guedes dijo la semana pasada que esperaba que la reforma, reclamada desde hace años por los inversores para sanear las deficitarias cuentas públicas, permitiese ahorrar un billón de reales en una década (unos 270.000 millones de dólares).
Marinho dijo que el gobierno tiene la expectativa de el Congreso apruebe “e breve” el proyecto que le será presentado esta semana.
“Me gustaría no hacer ninguna reforma de las jubilaciones, pero estamos obligados a hacerla, porque, en caso contrario, Brasil quebrará en 2022 o 2023”, afirmó Bolsonaro la semana pasada.
Actualmente, hay dos modalidades de jubilación en Brasil -con distintos rangos de beneficios- que se calculan según los años cotizados o por una combinación de años cotizados con la edad del trabajador.
Las principales cajas de jubilación -para el sector privado y para funcionarios públicos- acumularon en 2018 un déficit de 292.000 millones de reales (79.940 millones de dólares, al cambio promedio de ese año), equivalentes al 4,25% del PIB. En 2011, representaba el 2,1% del PIB.
Bolsonaro dispone en principio de una mayoría constituida por las bancadas de varios partidos para aprobar esta reforma constitucional, que requiere una mayoría de tres quintos de los escaños tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado.
Los sindicatos pusieron el grito en el cielo. “Esta reforma es peor que la presentada por el gobierno de Michel Temer”, se quejó el jefe de la Central Única de Trabajadores (CUT), Vagner Freitas, mientras que Fuerza Sindical sostuvo que el trabajador deberá trabajar diez años más que ahora para cobrar la jubilación con la iniciativa de Bolsonaro.
Pero el impulso con el que el mandatario llegó al poder el 1° de enero se vio comprometido en las últimas semanas por disensos y denuncias de corruptelas.
El último frente se le abrió esta semana cuando su ministro de la Secretaría General de la Presidencia, Gustavo Bebianno, fue involucrado en un supuesto esquema de lanzar candidatos poco conocidos del Partido Social Liberal (PSL, el partido de Bolsonaro) con el único fin de recibir fondos electorales.
Bebianno, que como presidente del PSL fue uno de los principales articuladores de la campaña de Bolsonaro, intentó minimizar la crisis y afirmó que había conversado varias veces con el presidente antes de que este saliera del hospital de San Pablo donde se le retiró la bolsa de colostomía que cargaba desde el atentado con puñal que sufrió en septiembre pasado.
Pero Carlos Bolsonaro, uno de los tres hijos del presidente dedicado a la política (es concejal de Rio de Janeiro), divulgó la semana pasada una grabación en la que aparentemente su padre se niega a hablar con Bebianno. Y luego desmintió en un tuit la existencia de esos contactos. El propio Bolsonaro le dio poco después la razón, afirmando que Bebianno “miente”.
Y el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, afirmó que el mandatario está utilizando a su familia en lugar de “liderar una solución” a esta crisis.
“Cualquier presidente de partido podría pasar por eso. Transformarlo en una crisis dentro del Palacio de Planalto, me parece un riesgo muy grande para un gobierno que precisa mostrar liderazgo, unidad, porque tendrá desafíos importantes, empezando por la reforma de las jubilaciones”, dijo Maia al canal GloboNews.
Al ser cuestionado sobre si esas situaciones podrían dificultar la aprobación de la reforma de las jubilaciones, Marinho respondió: “Estamos trabajando para las Jubilaciones y Brasil no puede parar”.