¿Te ríes cuando a alguien se le rompe la bolsa del súper? ¿A veces le ganas el taxi a otra persona? ¿Alguna vez le has gritado a un perrito?
Si respondiste afirmativamente a cualquiera de estas preguntas, quizá tengas un trastorno de déficit de empatía.
Pedí a los lectores que contaran algunas cosas útiles que les han dicho o hecho cuando han estado de luto, y que también compartieran algunas cosas que definitivamente no fueron de ayuda.
Sus respuestas dejaron claro que el trastorno de déficit de empatía (que no es una enfermedad real, pero quizá debería serlo) ha alcanzado proporciones epidémicas:
• “Después de que nuestra hija nació muerta”, escribió Wendy Thomas, “un colega me dijo que no debí haber usado la fotocopiadora”.
• “Mi primer esposo murió de cáncer cuando él tenía 35 años y yo 26”, contó Patrice Werner. “Todavía me estremezco al pensar en cuántas personas me dijeron: ‘Eres joven, vas a encontrar a alguien más'”.
• “Mi hija única, Jesse, se suicidó a los 30 años”, dijo Valerie P. Cohen. “Un amigo me escribió: ‘Sé exactamente cómo te sientes, porque mi perro acaba de morir'”.
Seamos justos, hay que reconocer que no es fácil saber qué decir. No es una habilidad con la que nacemos ni una que nos enseñan. En general nuestra sociedad evita hablar sobre la muerte y el luto. Muchos de nosotros hemos tenido poca experiencia lidiando con personas que sufren un dolor emocional apabullante, así que no siempre es evidente cuándo causamos más daño que beneficio.
Ojalá los siguientes lineamientos, formulados gracias a las personas que han sufrido, les sirvan de guía.
Hay muchos amigos y conocidos que quieren hablar de cómo tu pérdida les afecta a ellos.
Por ejemplo, cuando falleció el esposo de Linda Sprinkle, ella se encontró con mucha gente que quería compartir sus propias historias de duelo. “Ellos creían que eso demostraba que entendían cómo me sentía yo, pero su dolor es distinto del mío”, afirmó. “Terminaba por tener que reunir la energía emocional que no tenía para reconfortarlos”.
Durante su duelo, Natalie Costanza-Chavez tuvo que soportar una serie de comentarios parecidos provenientes de gente ensimismada.
• “¡Dios mío, yo no podría soportarlo!”. (En su mente Costanza-Chavez respondía: “Sí. Sí podrías. Solo sucede. Eres capaz. No me aísles con tus propias proyecciones”).
• “No te llamé porque supuse que querías estar sola”. (Ella: “Aunque eso sea cierto, siempre deberías llamar, escribir, mandar un correo electrónico o mensaje”).
• “No fui a visitarlos porque odio los hospitales”. (Ella: “A nadie le gustan los hospitales, tal vez solo si vas a ver a un recién nacido. Pero de todos modos tienes que ir”).
• “Lamento mucho que haya fallecido por cáncer pulmonar. ¿Fumaba?”. O, si fue por un ataque al corazón, “¿Tenía sobrepeso?”. (Ella: “Solo estás buscando sentirte tranquilo de que esta cosa tan horrible no te va a pasar a ti. Detente”).
Ann Weber, psicóloga social que se especializa en fallecimientos y duelos, ha identificado otro lugar común lleno de buenas intenciones, pero de cualquier manera frustrante: “Dime si necesitas algo”.
“Ese ofrecimiento parece ser una promesa inofensiva”, escribió Weber, “pero con frecuencia es solo una salida, una manera de escaparse luego del servicio o la llamada para dar el pésame. Además, le deja la carga al deudo de tener que pedir ayuda”.
Vas a escuchar muchos comentarios que buscan tranquilizarte o ponerte de buen humor. En principio, es un gesto amable. En la práctica es algo que nunca se agradece.
Cuando pierdes a alguien que quieres, te encuentras desprotegido en un lugar oscuro. Nada que te digan te va a alegrar y menos los comentarios que inician con la frase: “Al menos”.
“Al menos ya no está sufriendo”, fue una afirmación muy poco útil nominada por Beth Braker, quien tuvo que escucharla. “Al menos tienes otros hijos”, recordó Margaret Gannon. “Al menos no se murió de sida”, recordó Jill Falzoi. “Al menos ahora ya puedes tener tu propia vida”, le tocó escuchar a Mary Otterson. (“Siempre tuve mi propia vida”, agregó. “Pero ahora tengo que vivirla sin ella”).
Y, de parte del asesor financiero de Emma St. Germain: “Al menos ahora te puedes mudar a otro estado, con un mejor ambiente fiscal”.
Crystal Hartley lo resumió de la siguiente manera: “Si vas a comenzar con ‘Al menos’, detente. No va a ayudar. Estás intentando obligarlos a ver el lado positivo cuando se sienten devastados. Solo reconoce que la situación en la que están es muy difícil, y valida sus sentimientos”.
Además, hacer chistes es difícil incluso en óptimas circunstancias; cuando alguien se encuentra en un suplicio emocional, puede ser sumamente incómodo. No seas como el primo que le dijo a Frances Rozyskie en el funeral de su padre: “¡Así que ahora eres huérfana!”.
Compartir tus creencias sobre Dios y el cielo con una persona que no es religiosa también puede no ser bien recibido. Si tu interlocutor no piensa como tú, es probable que además de insensible seas hiriente.
Cuando estaba embarazada de gemelos y sufrió un aborto espontáneo, Donna Hires estaba devastada. “Me encontré a una amiga que me dijo algo que nunca olvidaré: ‘Ah, supe que eran gemelos. Supongo que Dios no pensaba que pudieras lidiar con dos bebés a la vez’. Tardé años en perdonarla”.
“En grupos de apoyo para padres, el dicho: ‘Dios te da solo lo que puedes soportar’ tiene amplia fama de ser uno de los comentarios más crueles para los padres destrozados”, añadió Wendy Prentiss, cuyo sobrino de 6 años fue diagnosticado con un cáncer mortal. “Da a entender que los padres son débiles por sentirse devastados. Es un comentario insensible y prejuicioso”.
También sugiere, escribió Kathryn Janus, “que Dios tuvo que ver con el deceso, y eso es horrible. Además, por cierto, a veces la muerte de un ser querido sí puede ser más de lo que esa persona puede soportar”.
Si no estás seguro de que el deudo comparte tu fe, es mejor no hacer los siguientes comentarios que nos compartieron las lectoras Nancy Field, Kathryn Janus y Kirsten Lynch: “Ahora está en un mejor lugar”, “Era el plan de Dios”, “Dios lo quería con él en el cielo” o “Algún día lo volverás a ver”.
Un último consejo, “No le digas a alguien que está de luto cómo debe sentirse. Tal vez quieran sentirse vulnerables. Quizá necesitan llorar muchos días sin parar”, escribió Kathryn Janus. En otras palabras, no digas cosas como: “Sé fuerte” o “Resiste”.
De hecho, lo más útil que le dijeron a Teresa Brewer cuando estaba de luto fue: “Lo que sea que estés sintiendo, y cuando sea que lo sientas, está bien”.
“No sabes lo liberador que fue para mí”, escribió. “Había momentos en que muchos pensaban que mi familia y yo deberíamos estar más sombríos, pero nos moríamos de la risa. Por eso sí ayuda tener permiso de experimentar emociones diferentes”.
La lista de cosas que no se deben decir incluyen muchos lugares comunes. Entonces, ¿qué deberías decir?
“Si conocías a la persona difunta, cuéntale al deudo una anécdota de esa persona, lo ideal es que sea por escrito, para que todos los familiares lo puedan leer. No hay un mejor regalo que una anécdota del ser querido justo en el momento en que parece que ya no habrá más nuevas historias”, escribió Leslie Berlin.
¿Y si no conocías a la persona que falleció?, Berlin sugiere lo siguiente: “No conocía a tu [mamá/papá/amigo/hermano(a)/hijo(a)], pero conociéndote a ti, seguramente era una persona [elige un adjetivo lindo]”.
Si solo interactúas con los deudos unos minutos, como al encontrártelos en la calle o en un funeral, he aquí algunas de las mejores sugerencias de nuestros lectores:
• “Sé cuánto la querías”, Beth Braker.
• “Ojalá supiera qué decirte”, Kathryn Janus.
• “No puedo ni imaginarme qué estás sintiendo, pero aquí estoy si necesitas hablar con alguien”, Wendy Loney.
Para Karen Hill, “‘Lo siento mucho’ sigue siendo lo mejor y más fácil”.
Finalmente, si en verdad te importa, haz algo práctico para ayudar. Actúa.
“Hay una amplia gama de maneras para apoyar. Un abrazo en el momento indicado, llevar comida, escuchar cuando la persona necesita hablar, ver cómo está, mantener el contacto en épocas festivas”, escribió Patrice Werner. “Solo haz algo. Te vas a sentir peor a la larga si no haces nada”.
La clave es, como Margaret Gannon lo expresó: “No ofrezcas, solo hazlo. Llévales algo de comer (o cenar). Llega y ayúdame a lavar mi ropa. Llévate a los niños un par de horas. Y, lo que más importa, habla de la persona que falleció, no quiero que sea olvidada”.
Christy Goldfinch lo resumió todo muy bien al contar sus recuerdos del fallecimiento de su esposo hace dos años a la edad de 57. “Lo que más recuerdo eran muchos abrazos y muchos ‘Lo siento’ y anécdotas personales sobre el intelecto de Frank, su ingenio, su compasión, su habilidad”, nos escribió.
“Ah, y otra cosa muy útil, que la gente llevó carne asada y cerveza a su homenaje. Estamos en Texas, después de todo”.
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