Este sábado, Paul McCartney volvió a tocar en Buenos Aires -las visitas anteriores fueron en 1993, en 2010 y en 2016-, en un Campo Argentino de Polo colmado por las 60 mil personas que agotaron las localidades del predio varias semanas antes del nuevo desembarco del beatle en tierra argentina.
Para ello, eligió una formula imbatible, con el inigualable primer acorde “A Hard Day’s Night”, que anunció el inicio de la fiesta, alentada por la segunda gran ovación de la noche. La primera, por supuesto, fue la que le dio la bienvenida.
Enseguida, un paseo por los años de Wings, con “Junior´s Farm”. “Hola Argentina. Que buena onda. Buenos Aires. Estoy feliz de volver”, dijo a la multitud al terminar el tema. Después sonó “All my Loving” y, pegado, “Letting Go”, con el que arengó: “Fiesta en Buenos Aires”, y empezó un ida y vuelta con el público en el estribillo.
Como en las ocasiones anteriores, McCartney, acompañado por su banda “de siempre” -Rusty Anderson, Brian Ray, Paul Wickens y Abe Laboriel Jr.- más una sesión de vientos, puso toda su simpatía al servicio de una conexión que alcanzó su punto de máxima intensidad desde el primer minuto del show. Es cierto que su voz “ya no es la misma”, pero a quién le importa, cuando de lo que se trata es de refrescar ese idilio interminable con la leyenda de ese hombre que le lleva poniendo música a la vida de millones.
Por eso, porque se trata de seguir haciéndolo, es que después de “Letting Go”, llegó uno de los nuevos temas de Paul, “Who Cares” (“Por primera ves en Argentina”, lo presentó). Fue la mejor llave para un nuevo viaje a los ’60 de la mano de “Got to Get You Into My Life”. Apenas el aperitivo de un menú con varios platos, y el postre acostumbrado, por supuesto, a puro Beatles.