Los 23 diplomas y 23 medallas estaban ubicados sobre una mesa de madera, delante de un estrado nutrido por el senador Ernesto Félix Martínez, el presidente provisional del Senado Federico Pinedo y la diputada Nilda Garré. Esperaban, expectantes, saldar una deuda de honor, cubrir una asignatura pendiente de la Nación Argentina con 23 veteranos de la Guerra de Malvinas, hasta ahora anónimos. Ciudadanos argentinos y combatientes, integrantes de la Fuerza Aérea, que habían actuado en defensa de la patria en acciones secretas.
En el recinto de sesiones de la Cámara de Senadores del Congreso, esperaban los diplomas, las medallas, los veteranos y las autoridades públicas en representación del pueblo argentino. La ceremonia de entrega de la condecoración medalla “La Nación Argentina al Valor en Combate”, otorgada por la Ley 27.465/18 en reconocimiento por sus relevantes méritos, valor y heroísmo, comenzó a las 11 de la mañana.
Tuvieron que esperar 37 años para recibir este condecoración, que las misiones secretas que protagonizaron durante la guerra fueran desclasificadas.
En las butacas, 20 veteranos de guerra, tres mujeres en representación de sus esposos muertos y los senadores encargados de hacer efectiva la entrega de las distinciones. En las galerías, familiares y ex combatientes se emocionaban por transferencia.
Los aplausos no perdieron vigor. Pinedo inauguró la entrega: “No puedo sino agradecerles y felicitarlos en nombre de la Cámara de Diputados y del Senado de la Nación”. Antes, había hablado de patriotismo: “Hay parte de nuestro territorio que aún no corresponde a la soberanía del pueblo argentino. Por eso son tierras irredentas para todos nosotros producto de un acto de colonialismo del siglo XIX que las naciones civilizadas se han comprometido a dejar atrás. Es muy difícil para los que no hemos tenido el honor de combatir por nuestra patria imaginarnos lo que ustedes hicieron“.
El patriotismo, dijo Pinedo, es un sentimiento potente que hace que los mejores hombres estén dispuestos a arriesgar su vida para transformar la de sus seres queridos.
Fue una mañana de reparación histórica. No hubo relatos emotivos ni liberaciones de sentimentalismos. Se concatenaron apretones de manos, susurros de agradecimientos y fotos de protocolo. El diploma y la medalla premiaban e identificaban a quienes durante décadas vivieron sin contarles a los argentinos lo que habían hecho por ellos.
El comodoro Jorge Alberto Valdecantos no se lo contó ni siquiera a los suyos. “Sabíamos lo que teníamos que hacer con la confidencialidad para resguardarnos también nosotros. Mi familia nunca supo nada de mis actividades durante la guerra. A lo largo de los años les he contado a cuentagotas mi historia. No se los dije porque hubiera sentido como si estuviese jactándome de lo que hice, y lo único que hice fue cumplir con la patria. La patria sabe lo que yo hice y no era necesario manifestárselo a nadie“.
Valdecantos se siente orgulloso por un reconocimiento que no esperaba, pero se apena también que haya llegado tarde, ya cuando la vejez y la muerte encontró a algunos de sus compañeros de vuelo.
“Éste es uno de los tipos más valientes que hay en la Fuerza”, interrumpió mientras lo abrazaba y lo cacheteaba en la cara al suboficial principal Delfino Fretes, quien al principio no quería ser entrevistado por Infobae. “Si hace años que lo estás esperando”, la convenció su esposa. Se siente orgulloso, pleno, gratificado. Era mecánico de vuelo. Hizo dos misiones, el 28 y el 29 de marzo. Consistían en vuelos de exploración y reconocimiento de los blancos. “Teníamos que salir a la mañana temprano, volar a quince metros del agua, subir estrepitosamente y hacer la operación (prender el radar para identificar las posiciones enemigas). Eso lo hacíamos durante cuatro o cinco horas. No sentíamos miedo. Estábamos preparados para esos momentos, teníamos profesionalismo y nos dedicábamos a cumplir la misión“, explicó.
Jorge Luis Contigiani -suboficial, mecánico de vuelo- sí sintió miedo. Lo reconoció su esposa Gladys, la encargada de recibir el diploma y la medalla en representación de su marido, fallecido hace un año y medio. “En casa se hablaba muy poco del tema. En la intimidad se hablaba poco, pero después ya no se hablaba más… mis hijos eran muy chiquitos. Él era muy cerrado, pero sí me contaba de estos vuelos peligrosos y del miedo que sentía. Era un secreto de familia y se respetaba”, reconoció emocionada.
“Cuando decidieron darlo a conocer, pensé que al fin se había hecho justicia -valoró Gladys-. Pero no por la medalla en sí, sino porque es un reconocimiento por el gran valor que tuvieron. Porque las nuevas generaciones no saben bien lo que significó. Nosotros lo vivimos. Durante todo el conflicto lo vi solo cuatro veces y cuando fue lo del misil (la caída de un Hércules) me dijo ‘creí que no los iba a ver más‘. Fue algo muy fuerte lo que vivimos. Se merecían este reconocimiento”.
Gladys miró conmovida el diploma y la medalla cuando debió pensar dónde iba a guardar las nuevas condecoraciones: “Yo tengo un lugarcito en casa con los cuadros, las medallas y los otros reconocimientos. Supongo que quedará ahí hasta que yo parta con él y después del legado se encargarán mis hijos”. Lloró sin dejar de responder cuando se permitió lamentar la ausencia de su esposo en la mañana del 27 de marzo de 2018, a seis días de celebrarse un nuevo aniversario del Día del Veterano y de los caídos en la Guerra de Malvinas. “Él nunca supo que le iba a llegar este reconocimiento. Se fue sin saberlo. Así lo quiso Dios“. A 37 años del desembarco de las tropas argentinas en Malvinas, el debido reconocimiento a los héroes ocultos.