La cantante cubana fue un símbolo del esplendor de la música caribeña de los años 50; Deslumbró en los teatros Tabarís, Maipo y El Nacional y dejó su arte en filmes emblemáticos de la época de oro
La bailarina, vedette, cantante y actriz cubana Amelita Vargas, símbolo de la música caribeña que tuvo su esplendor en las décadas del 40 y 50, falleció en el Sanatorio Colegiales de Buenos AIres, a los 94 años.
Vargas se incorporó al cine argentino en un pequeño papel en Con el diablo en el cuerpo (1947), de Carlos Hugo Christensen, y mostró gran desenvoltura y simpatía en la comedia disparatada donde, en blanco y negro, interpretaba números musicales.
Amelia Graciela Vargas Ipaneca, que había nacido el 16 de enero de 1925 en el barrio de El Vedado de La Habana, donde su padre tenía una joyería, comenzó a bailar en su país a los 12 años, para imitar a la estrella estadounidense Josephine Baker.
En 1941, Amelita hizo una escala en México, dónde trabó amistad con Mario Moreno, “Cantinflas”, y Pedro Vargas y desde allí se trasladó a Hollywood, donde luego actuó en el “chorus line” de “Misión secreta” (1946), junto a Pat O’Brien.
En 1946, puso rumbo a Buenos Aires, donde debutó como bailarina en los cabarets Goyescas y Tabarís, mientras que en el cine actuó en “La secta del trébol” (1948), un policial de Mario Soffici, en disputa con la bailarina Blanquita Amaro, otra cubana que había llegado por entonces. Su irrupción en el cine argentino tuvo sus títulos importantes como “Un hombre solo no vale nada” (1949), “Miguitas en la cama” (1949) y “Novio, marido y amante”, las tres de Mario C. Lugones, con quien estuvo relacionada sentimentalmente.
Amelita Vargas también actuó en “Cuando besa mi marido” (1950), de Carlos Schlieper, y en la muy exitosa “¡Qué rico el mambo!” (1952), una vez más con Lugones.