En el submarino ARA San Juan había un solo Capitán de Corbeta: era el segundo comandante de a bordo, Jorge Ignacio Bergallo.
El oficial era hijo de Jorge Bergallo, quien también navegó –pero en otra época- en el submarino siniestrado, fue comandante de la Fragata Libertad, e integra la comisión oficial de investigación designada por el ministerio de Defensa, a cargo de Oscar Aguad.
Bergallo padre no estuvo presente cuando se emitió la conferencia con los familiares. Lo pudo ver al día siguiente en el microcine del Departamento Central de la Policía Federal Argentina junto a los integrantes de la Comisión Bicameral parlamentaria, y de la investigadora que él mismo integra.
Cuando Attis identificó la chaqueta de su hijo en primer plano, el marino lloró.
En el recinto se vivieron momentos de emoción y de desconsuelo.
La fuerza de esa imagen fue de muchísima sensibilidad, y no solo para la familia Bergallo, sino para todos los familiares: era la primera prenda u objeto personal identificado de uno de los 44 miembros, 43 varones y una mujer, de la Armada Argentina que habían desaparecido, junto al buque, el 15 de noviembre de 2017.
Poco después de ese momento tan emotivo, en la grabación se escucha claramente cuando la jueza Yañez, después de hablar en voz baja con un colaborador, se ríe.
“La jueza se olvidó de cerrar el micrófono y se escucharon sus risas. No entiendo de qué se reían. Me dio mucha bronca e impotencia. Parecía que nos estaban cargando”. El que así manifestaba su molestia eraMiguel Tacónas, el hermano del submarinista suboficial principal Mario Tacónas, que presenció la transmisión en el juzgado federal de Viedma.
La molestia de Miguel fue compartida por otros dolientes que prefirieron no ser mencionados.
Durante su extensa exposición, Attis, que fue solicitado a la Armada Argentina para que colaborase en la parte técnica e identificación de las imágenes, les explicó a los atentos familiares que “el submarino tiene dos partes fundamentales que son su casco resistente, y la libre circulación, que siempre está en contacto con agua de mar; la libre circulación de proa, donde pasan los tubos lanzatorpedos; y la libre circulación de popa”.
En los videos también se notan desprendimientos de las partes metálicas del submarino repartidas en una superficie de 60 por 60 metros. Es decir unos 360 metros cuadrados. Una extensión relativamente acotada según entienden los expertos.
Mientras hablaba, Attis les mostraba a los familiares imágenes del ARA San Juan antes del hundimiento, y después las grabaciones de las mismas partes tomados por el ROV de Ocean Infinity que se publican en esta nota.
Attis también señaló que en una de las imágenes se observan algunos pliegues del casco resistente y parte de chapa marina del exterior del submarino. Los seres queridos de los 44 tripulantes escuchaban las explicaciones en el más absoluto silencio y respeto; varios de ellos, quizás, terminaban por comprender la inmensidad de la tragedia y que su ser amado ya no volvería.
Al internarse en las imágenes profundas, el oficial se sintió obligado a marcar una vez más a los oyentes la magnitud de este siniestro, que no tiene precedentes en la Armada nacional.
Les remarcó que “la magnitud” de los efectos de la presión y probable implosión fue tal, que “el casco resistente tiene en su diseño original 51 metros y el casco resistente que estamos viendo ahora a través de los vídeos del ROV, mide 32 metros”. Es decir 19 metros menos.
Las imágenes analizadas por la justicia y sobre todo por los peritos comenzaron a arrojar algunos resultados concluyentes y otros a estudiar.
Una de las certezas es que el submarino ARA San Juan no fue hundido por una fuerza marina extranjera, como de forma temeraria y mal intencionada se hizo circular, señalando, sin prueba alguna, que los británicos habían lanzado un misil contra el buque de guerra argentino.
La segunda es la posición donde se lo encontró: en aguas internacionales de libre circulación, lejos de las Islas Malvinas y rumbo a la Base Naval Mar del Plata, tal como se le había ordenado después de comunicar el principio de incendio que tuvo en el sector de baterías por el ingreso de agua salada en el compartimento de baterías a través del sistema Snorkel como consecuencia del mal tiempo y un oleaje de entre 4 y siete metros de altura.
La tercera cuestión está abierta a interpretaciones y aún merece estudios más profundos pero vale la pena enunciarla.
El informe de La Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, conocida por sus siglas en inglés CTBTO, dice que el 15 de noviembre de 2017 se registró una señal fuerte, -0,33 segundos- después del impulso inicial, que nunca pudieron determinar a qué se debió.
Eso que pasó casi como anecdótico, ahora podría cobrar otro sentido luego de haberse visto las imágenes ya que se pudo observar que el casco resistente está en una pieza, pero que las deformaciones en el sector de proa son muy diferentes a la del sector de popa, lo cual introdujo entre los especialistas e investigadores la duda si acaso no hubo dos implosiones diferentes.
Esto podría deberse al hecho de que el casco resistente estuviera compartimentado en dos, debido a que su puerta oval se econtrara cerrada. Ello podría explicar que haya habido dos implosiones consecutivas que afectaron a sectores diferentes, una en proa y otra en popa.
De ser así, cambiaría la hipótesis que sostiene el ministerio de Defensa en cuanto a que una explosión interna habría incapacitado a toda la tripulación y, por lo tanto, nadie pudo accionar ningún elemento de emergencia mientras el submarino perdía plano y se dirigía hacia el fondo del mar.
En caso de comprobarse que la puerta estaba cerrada, eso indicaría que la tripulación tuvo tiempo de hacer esa maniobra y que eran totalmente conscientes de que se encontraban en una situación de extrema emergencia casi sin posibilidades de salir de ella con éxito. No solo sería indicio de que la tripulación estuvo al tanto por varios minutos de que se avecinaba la implosión y de sus fatales consecuencias, sino que habrían accionado todos los mecanismos de emergencia de que disponía el submarino y que éstos habrían fallado de algún modo; a saber: soltar la radiobaliza, soplar los tanques de lastre, liberar combustible y aceite o incluso enviar al exterior prendas de vestir y ropa de cama.
Sin embargo, esta hipótesis, es solamente eso, una posibilidad que quizás se podría aclarar si la justicia –la jueza Yañez- le solicitase al CTBTO que vuelva analizar la señal captada para determinar si se puede establecer en forma concluyente si hubo una o dos implosiones.
Más allá de los estudios y análisis de características complejas que aún quedan por resolver, el valor de las imágenes es la demostración más contundente de la tragedia.
Fue muy fuerte para ellos observar, por ejemplo, por primera vez, el casco resistente en el lecho marino. La última vez que vieron la imagen del submarino, fue en superficie en la base de Ushuaia antes de zarpar a su último patrullaje.
Para algunos de los dolientes que con lágrimas en los ojos observaron las filmaciones tomadas por la empresa Ocean Infinity, es la confirmación de una tragedia anticipada, verbalizada en la intimidad del hogar por alguno de los tripulantes que se atrevían a mencionar que el ARA San Juan había tenido problemas en los patrullajes anteriores.