Néstor Sampirisi te trae otro capítulo de su podcast “Manso disco”. Los detalles del primer álbum de la banda liderada por Luca Prodan.
Sumo fue el canto del cisne de Luca Prodan. Un italiano que sacudió de las solapas al rock argentino, que criticaba sin reparos a estrellas como Charly García o Spinetta y trataba de “blanditos” a los Virus y Miguel Mateos. Que decía que el rock argentino estaba anquilosado y sonaba a viejo.
Sumo era una suerte de orquesta inadaptada, dirigida por ese italiano que había hecho su formación musical en el Londres del punk y el reggae, que se vino a la Argentina escapando de la muerte por su adicción a la heroína. Sumo fue la banda que transformó al under en la música oficial de la primavera democrática.
“Divididos por la felicidad” es el primer disco de Sumo y el nombre es un homenaje explícito a Joy Division, una banda inglesa de culto en la escena post punk y dark.
Cuando grabaron el album, Sumo ya tenía la formación definitiva: Luca en voz, Ricardo Mollo y Germán Daffunchio en guitarras, Diego Arnedo en bajo, Alberto Troglio en batería y Roberto Pettinato en saxo. Las sesiones de grabación se desarrollaron entre octubre del ’84 y enero del ’85 y el disco salió a la calle el 1 de abril de 1985.
“Divididos por la felicidad” es un trabajo rupturista. Salió el mismo año que “Gulp”, el debut de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, e impactó de imnediato. Sumo sonaba como ningún otro grupo había sonado hasta entonces en el rock argentino y el disco incluía “La rubia tarada” que, para algunos, es un tema lleno de prejuicios sociales y de clase.
Pero para la mayoría es el gran clásico de Sumo, el hit radial que los llevó de los pubs a los grandes teatros y la primera canción que Luca compuso íntegramente en español.
La sonrisa plácida con que encontraron muerto a Luca Prodan la mañana del 22 de diciembre de 1987 en una casa comunitaria de la calle Alsina, a seis cuadras de la Rosada, fue el fin de Sumo.
Acababan de lanzar su tercer disco de estudio “After chabón” y la noticia explotó en las radios ese martes por la mañana. Fue una Navidad triste. Ese mismo día comenzó un mito que ya lleva casi 32 años e influyó de manera decisiva en la nueva generación de músicos que hicieron el rock que vendría.