Todas las variables que el gobierno intentaba forzar para llegar a las elecciones están empezando a realizar su propio juego, sin que las autoridades económicas y monetarias puedan hacer algo para ordenarlas. Consecuencia de las políticas adoptadas por Cambiemos desde el primer día de gestión.
La tormenta perfecta se está gestando. Todas las variables que el gobierno intentaba forzar para llegar a las elecciones están empezando a realizar su propio juego, sin que las autoridades económicas y monetarias puedan hacer algo para ordenarlas. Este miércoles el riesgo país creció 10,9% y alcanzó los 963 puntos básicos, la marca más alta de los últimos cinco años. Al tiempo que el presidente Mauricio Macri intentó trasladar las culpas hacia otro lado, la cotización del dólar también creció 3,7% y cerró en 44,91 pesos para la venta, muy cerca del récord de 44,96. Por si fuera poco, las acciones de la Bolsa se desplomaron 3,82%, en sintonía con los títulos de las empresas argentinas que cotizan en Wall Street, que tuvieron bajas de hasta el 13,/%. ,
“Hay una salida brutal de activos argentinos. Se colocó mucha deuda durante los dos primeros años de gestión (de Cambiemos), y hoy no existe un mercado que pueda absorber esa salida”, interpretó el analista, asesor financiero y ex director de varias entidades financieras Christian Buteler.
“Entre todas las medidas que anuncia el gobierno ninguna va en línea con bajar la incertidumbre y la preocupación que hay, que es que se acaben los dólares del FMI a partir de diciembre, y no se sepa con qué se van a pagar los vencimientos de deuda”, enfatizó Buteler.
Las medidas de supuesto congelamiento de precios tampoco cayó bien en los mercados, que ya tenían fecha de salida de los activos argentinos para antes de las elecciones, pero parecen haberla adelantado.
Lo cierto es que los dólares del FMI se terminan este año y la Argentina no explica cuál será el auxilio financiero para enfrentar la deuda del año próximo.
“Si no hay credibilidad, los agentes económicos no creen y forman expectativas diferentes y totalmente desalineadas a las expectativas del gobierno y sus políticas. Los agentes se protegen, adoptan comportamientos defensivos, la demanda de dinero cae, las presiones cambiarias e inflacionarias aumentan, y la política termina fracasando”, agregó el analista.
Las preocupaciones por las variables económicas locales se potenciaron con un contexto global donde casi todas las monedas emergentes cayeron frente al dólar.
La exportación cerealera aún sigue con bajas cifras de liquidación de sus cosechas, que ronda en no más de 100 millones de dólares diarios.
Mientras tanto el Banco Central subastó un total de 60 millones de dólares, en dos veces, a un precio promedio de 43,53 pesos y de 43,86 pesos.
En Nueva York, las acciones de las empresas argentinas que cotizan a través de ADRs cerraron la jornada con mayoría de bajas, con la única excepción de Irsa, que marcó una leve suba de 0,1%.
Las caídas más importantes correspondieron a los papeles del sector bancario, liderados por el banco Francés con una caída de 12,1% y seguido por el Supervielle (-11,9%), Galicia (-11,5%) y Macro (-10%). También retrocedieron los papeles de Loma Negra (-13,7%), Transportadora Gas del Sur (-9,8%), Pampa Energía (-8,5%), Edenor (-7,3%), Central Puerto (-7,0%) e YPF (-5,4%).
En la plaza local, el Merval finalizó en 29.746,60 puntos y las acciones líderes que más cayeron fueron las de Ternium (-8,20%), Supervielle (-7,62%), Banco Francés (-7,38%), BYMA (-7,22%), Grupo Galicia (-6,83%), Cablevisión (-6,61%) y Mirgor (-5,77%), entre otras.
Del total de veinte firmas que integran el panel S&P Merval tan sólo dos cerraron la jornada en alza: Cresud y Telecom, con subas de 3,66% y 2,88%, respectivamente.
La presión sobre el dólar obligó a convalidar una suba de 47,5 puntos básicos en la tasa de interés de las Letras de Liquidez (Leliq), hasta un promedio de 68,36%, el nivel más alto en los que va de 2019.
Para Macri todo es por el “clima electoral”
Ante la disparada del índice riesgo país, que subió más de 60 puntos desde el martes, y la profundización de la crisis, el presidente eligió atribuirla al clima electoral y a que el mercado teme que un resultado adverso de la coalición Cambiemos: “Ahora está todo cruzado por la elección, el mundo duda que por ahí los argentinos quieren volver atrás y eso da mucho miedo al mundo, aumenta el riesgo país, toman posiciones defensivas, pero yo creo que están equivocados, que los argentinos no van a volver atrás”.
En una entrevista con radio LT29 de Venado Tuerto, Santa Fe, Macri sostuvo que “la duda es infundada” y aseguró: “Los argentinos no vamos a volver atrás”. El primer mandatario afirmó que la mentalidad de los argentinos “está empezando a cambiar”. El presidente viajó a Santa Fe para apoyar al candidato de Cambiemos a la gobernación en la elección del próximo domingo, el radical José Corral.
Contra todos los datos de esta jornada negra, Macri sostuvo: “El mundo nos ha dado un apoyo inédito. Nunca en la historia le dieron un crédito tan grande a un país como el que le dieron a la Argentina. El mundo dice queremos que Argentina vaya por un camino de la normalización, que sea un jugador serio, un protagonista serio del mundo que viene, proveyendo alimentos, energía, tecnología. Si continuamos en esta tarea de ser confiables, previsibles, el mundo va a seguir confiando y va a venir con más fuerza”.
A un año del inicio de la corrida bancaria
El dedo acusador señaló al JP Morgan el 25 de abril del año pasado. Fue ese banco inversor estadounidense, coincidieron todos los analistas del mercado, el que decidió canjear su cartera de activos argentinos, principalmente Lebacs, por dólares y buscar rumbos más seguros.
Esa tarde, el Banco Central vendió 1.472 millones de dólares en un intento de contener la corrida. No alcanzó. El paso de los días acentuó la corrida cambiaria, alteró todos los planes del gobierno y sumergió la economía del país en una incertidumbre de la que aún no pudo salir.
Los números pintan lo que fue el último año. Desde aquel 25 de abril de 2018 hasta hoy, el dólar pasó de poco más de 20 pesos a más de 43. Las tasas de interés treparon del 28% al 67% y la inflación creció del orden del 25% interanual al 54% actual. El riesgo país se disparó de 400 puntos a 860, el Central perdió reservas por 28 mil millones de dólares, el PBI retrocedió por tres trimestres consecutivos y la pobreza trepó al 32%, consagrando más de dos millones de nuevos pobres.
Sería un grave error pensar que la crisis comenzó con una decisión de portafolio de un banco extranjero. El cataclismo fue madurando durante todo el mandato de Cambiemos. A partir de diciembre de 2015, el gobierno desarmó todos sus mecanismos de control y regulación de la economía. Liberó de manera irrestricta el mercado de cambios, el flujo de capitales y el comercio exterior, además de eximir a los exportadores de la obligación de liquidar sus divisas. Trasladó a pymes y asalariados el costo de recortar los subsidios mediante tarifazos, anulando su poder de impulsar el consumo y dinamizar la actividad.
Tras un breve festival de obra pública que le sirvió para ganar las elecciones legislativas de 2017, dejó la inversión en manos de empresas más interesadas en hacer plata con la bicicleta financiera que en crecer trabajando. También garantizó las ganancias a las grandes compañías con la dolarización e indexación de los contratos públicos, dando el empujón a una inercia inflacionaria que estalló en los últimos meses.
Otro capítulo cuestionable fue su financiamiento del déficit público. A la par que aliviaba cargas impositivas de las grandes empresas, el Tesoro emitía deuda en moneda extranjera alegremente, como lo representa el bono a 100 años que vencerá en la segunda década del siglo 22. El Banco Central inundó el mercado de Lebac y generó un considerable déficit cuasifiscal.
En el camino también quedaron las convicciones políticas de Cambiemos y la identidad de sus principales protagonistas. Los dos picos devaluatorios (abril-mayo y agosto-septiembre) les costaron la presidencia del Banco Central a Federico Sturzenegger y Luis Caputo.
El multitudinario gabinete creado por Mauricio Macri se redujo y el manejo de la economía, repartido entre muchos ministros bajo la supervisión de Marcos Peña, terminó concentrado en Nicolás Dujovne.
Claro que el control offshore lo ejerce el Fondo Monetario Internacional. Desde que su titular, Christine Lagarde, visitó Buenos Aires en marzo del año pasado y prometió que “no vine a prestar plata porque Argentina no lo necesita”, pasaron dos acuerdos stand by, tres revisiones y desembolsos por 39.000 millones de dólares, dos tercios del total prometido. A pesar de ese apoyo, los precios de los bonos siguen cayendo como muestra de las dudas que despierta el abultado calendario de vencimientos para el futuro inmediato.
Al mismo tiempo, el mismo gobierno que se decía gradualista enarboló la bandera del déficit cero a ultranza, por más que lo maquilla quitando de la contabilidad los intereses de la deuda (si se los incluye, el rojo del primer trimestre fue de 0,6% del PBI).
Con ese fin restableció las retenciones a la exportación, ese impuesto que el propio presidente calificó como “malo, malísimo”, y apeló a los controles de precios que el macrismo siempre despreció, disfrazados como “pacto de caballeros”.
Todas esas contradicciones acrecientan las dudas: mientras a comienzos de 2018 el Presidente apostaba a “crecer 20 años seguidos”, hoy por hoy las encuestas ponen en duda que su proyecto político sobreviva a las elecciones de octubre.
Fuente: elciudadanoweb.com